miércoles, 6 de mayo de 2009

Quien determinó que mi Biblia tenga 66 libros


EL CANON DE LA BIBLIA

La palabra "CANON" viene del griego "KANON", que significa vara, caña y por extensión un instrumento de medida, una regla o norma. Se aplica el término a la lista de libros normativos: el canon bíblico es el conjunto de los libros que la iglesia ha reconocido como inspirados por Dios. En la actualidad existen dos cánones; pero de hecho sólo uno de ellos es el verdadero.

El Vaticano ha creado los términos "Protocanónicos" y "Deuterocanónicos" para diferenciar o separar los libros del canon que aceptan los hebreos.

El término protocanónicos hace referencia a los libros en que ambos tienen en común. El prefijo "Proto" se usa para denotar superioridad. En cambio el término deuterocanónicos se refiere a los siete (07) libros que no forman parte del canon hebreo. El prefijo "Deuto" significa segundo o inferior, también se le da el nombre de "libros Apócrifos", el primero en dar este calificativo de apócrifo fue el escritor católico Jerónimo (autor de la Biblia Vulgata Latina).

El nombre apócrifo se aplica entre los católicos a escritos de carácter religioso o si bien no fueron inspirados; pero pretenden tener algún origen divino o fueron considerados como sagrados.

Según el Diccionario Lexus, edición 1996, la palabra "Apócrifo" viene hacer sinónimo de falso; porque significa supuesto, falsificado o fingido.

El Canon de Antiguo Testamento

El canon judío de los Libros Sagrados ignoramos cuándo fue definitivamente cerrado. Para unos sería en tiempo de Esdras y Nehemías (siglo V a.C.); para otros, en la época de los Macabeos (siglo II a.C.). Lo cierto es que los judíos tenían en el siglo I de nuestra era una colección de libros Sagrados, que consideraban como inspirados por Dios.

Los documentos literarios que tenían autoridad en el pueblo de Israel se fueron multiplicando poco a poco. El libro de la ley de Moisés fue guardado al lado del arca del pacto (Dt. 31: 24 - 26), luego Josué, el sucesor de Moisés, adjuntó lo que él había escrito (Jos. 24: 26). El profeta Samuel por su parte, consignó el derecho de los reyes en un libro que puso ante el Señor (1 Sam. 10: 25). Ezequías, rey, mandó coleccionar las sentencias de Salomón (Prov. 25:1).

Pero es sobre todo en la época de Josías, rey (640-608 a.C.), cuando se comienza a hacer recurso a la autoridad de un texto escrito, cuyo carácter de código sagrado parece que había sido reconocido oficialmente. Antes del reinado de Josías no consta que la Ley mosaica haya gozado de una autoridad “canónica” universalmente reconocida.

Sin embargo, después que el sumo sacerdote Hilcías encontró en el templo del Señor “el libro de la Ley” (2 R. 22; 23; 2 Crón 34; 35), las cosas cambiaron radicalmente. No se sabe si el libro encontrado ha de ser identificado con el Pentateuco entero, o más bien con sólo el Deuteronomio. Pero el hecho es que, a partir de este momento, “el libro de la Ley” fue considerado como algo muy sagrado y como la colección de las leyes dadas por Dios a Israel. En los libros de los Reyes encontramos ya las primeras citas explícitas de “la Ley de Moisés” (1 R. 2: 3; 2 R. 14: 6).

Los profetas Isaías (Is 30: 834: 16) y Jeremías (Jer 36: 2-427-32) escribieron sus profecías. Y la obra del profeta Jeremías está inspirada indudablemente en el espíritu de la reforma de Josías. Este mismo profeta tiene citaciones de profetas anteriores (Jer 26:18;49:14-16 = Miq 3: 12; Abd 1: 4), lo cual parece indicar que ya existían colecciones de profecías.

Después del destierro babilónico tenemos testimonios escriturarios importantes, de los cuales podemos deducir que casi todos los libros protocanónicos estaban ya reunidos en colecciones y eran considerados como canónicos. Los textos bíblicos de esta época nos dan a conocer tres clases de Libros Sagrados: la Ley (Torah), los Profetas (Nebi’im) y los Escritos o Hagiógrafa (Ketubim).

El primer testimonio en este sentido es el del libro de Nehemías (8 - 9). En él se narra queEsdras, sacerdote y escriba, leyó y explicó la Ley de Moisés delante del pueblo. Y, después de escuchar su lectura, el pueblo prometió con juramento observarla, lo cual parece indicar que reconocían autoridad canónica al Pentateuco.

El profeta Daniel afirma que “estaba estudiando en los libros el número de los setenta años... que dijo Jehová a Jeremías profeta” (Dan. 9: 2; Jer. 25: 11; 29: 10). Esto demuestra con bastante claridad que en aquel tiempo ya existía una colección de Libros Sagrados.

Para el año 132 a.C. se afirmaba que ya existía una triple división de las Escrituras: La Ley, Los profetas y los otros escritos análogos. Los hebreos siempre han creído que fue en los tiempos de Esdras y de Nehemías que se estableció el Canon de la Biblia de los libros inspirados del AT.

En el siglo I de nuestra era se nos da ya claramente el número de los Libros sagrados y su triple división: Ley, Profetas y Hagiógrafos. Sin embargo, en algunos ambientes judíos existían ciertas dudas sobre la canonicidad del Cantares, Proverbios, Ezequías y Ester. Para unos debían ser excluidos de la colección de los Libros Sagrados y de la lección pública de la sinagoga; para otros tenían la misma autoridad que los demás Libros Santos. Esto supone que ya por aquel entonces habían sido recibidos en el canon del AT.

El NT contiene innumerables citas del AT, aunque no nombra explícitamente los libros. Parece que no se alude a los libros de Rut, Esdras, Nehemías, Ester, Eclesiastés, Cantares, Abdías. Pero es indudable que los autores del NT admitían y usaban los libros canónicos recibidos por los judíos.

Josefo Flavio (38-100 d.C.), en su libro Contra Apión (1: 7-8), compuesto hacia el año 97-98 d.C., escribe que los judíos no tenían millares de libros en desacuerdo y contradicción entre sí, como sucedía entre los griegos, sino sólo veintidós, que eran justamente considerados como divinos y contenían la historia del pasado. Los 22 libros los distribuye de la siguiente manera:cinco de Moisés, trece de los profetas y otros cuatro libros que contenían himnos de alabanza a Dios y preceptos de vida para los hombres. Este texto de Flavio Josefo es de gran importancia, aunque no nos dé los nombres de los libros. Lo cual nos indica que en aquel tiempo ya se encontraba cerrado el canon de los judíos. Este hecho parece que tuvo lugar, según la tradición rabínica, en la asamblea de Jamnia (hacia el año 100 d.C.).

Después de la destrucción de Jerusalén, los judíos doctos se consagraron con gran ahínco a conservar lo que aún subsistía del pasado, en modo especial las Sagradas Escrituras. A partir de la asamblea de amnia, quedó fijado definitivamente el canon ya admitido desde hacía unos siglos antes.

Son bastantes los autores antiguos que atribuyen el canon de 24 libros del AT a Esdras. Por eso se le suele llamar canon esdrino. Esta opinión fue de nuevo resucitada en el siglo XVI por el judío Elías Levita (1549), el cual afirmó que Esdras había sido ayudado en su labor por los “miembros de la Gran Sinagoga”. A Elías Levita siguieron muchos protestantes y católicos, de tal forma que se convirtió en la opinión común hasta nuestros días.

Para los protestantes, Esdras habría cerrado de modo definitivo el canon, de tal manera que en lo futuro no se permitió añadir más libros; para los católicos, en cambio, la compilación canónica de Esdras no había sido definitiva. Por eso, los judíos alejandrinos pudieron añadir más tarde los libros deuterocanónicos.

Flavio Josefo atribuye la formación del canon al tiempo de Artajerjes I Longímano (465-425 a.C.), es decir, al período en que tuvo lugar la actividad religiosa de Esdras y Nehemías.

Los judíos palestinenses admitían, en tiempo de Cristo, todos los libros protocanónicos como sagrados. Esto parece estar fuera de toda duda. En tiempo de Cristo, existía ciertamente entre los judíos una colección de Libros Sagrados del AT, a la que se atribuía la máxima autoridad normativa. Jesucristo y los apóstoles recibieron también esta colección de libros con suma reverencia y la aprobaron, considerándola como sagrada y normativa. Esto se deduce de la manera de proceder de Cristo y de sus discípulos. Con frecuencia recurren al testimonio de las Sagradas Escrituras, considerándolas como palabra de Dios.

La colección de Libros Sagrados aceptada por Cristo contenía sin duda alguna todos los librosprotocanónicos admitidos entonces por los judíos. Entre éstos hay que incluir también siete libros protocanónicos (Rut, Esdras, Nehemías, Ester, Eclesiastés, Cantares, Abdías, Nahum) que no son citados en ningún lugar del NT.

Nadie pone en duda que la Iglesia primitiva haya recibido como libros canónicos e inspirados siguiendo el ejemplo de Jesucristo y de los apóstoles todos los protocanónicos del AT.

 El Canon de Nuevo Testamento

Los cristianos del primer siglo circularon documentos ya fuera escritos o aprobados por los apóstoles que contenían una explicación autorizada de los relatos concernientes a la vida y las enseñanzas de Jesús. Estos documentos muchas veces se citaban mutuamente y presentaban el mismo mensaje del evangelio desde perspectivas distintas y en estilos distintos. La actividad literaria de los autores del NT se extiende por un período de unos sesenta años: entre los años 40 a 100, d.C.

Cientos de otros documentos se escribieron y se circularon, pero la Iglesia rechazó rápidamente los documentos ilegítimos y estableció la autoridad de los que eran genuinos. Algunas cartas se perdieron como la carta a Laodicea mencionada en Col 4:16.

Para ganar reconocimiento canónico, el libro debía pasar dos pruebas básicas. Primero, debía tener un historial de "aprobación continua y amplia entre los cristianos". Segundo, se esperaba que demostrara que, o bien había sido escrito por un apóstol, o específicamente aprobado por los apóstoles.

En el NT encontramos ya ciertos indicios que parecen demostrar que se atribuía a los escritos de los apóstoles una autoridad divina. En la 1 Tim 5: 18 tenemos el primer ejemplo de citación de las palabras de Jesús como Escritura sagrada. La epístola de     2 Pe 3: 15-16 atribuye la misma autoridad a las epístolas de Pablo que a los escritos proféticos.

En los primeros siglos de la Iglesia aún no se había determinado cuáles libros formarían el canon de la Biblia. Había mucha variedad en lo que se creía era inspirado. En algunas ciudades del Medio Oriente rechazaban la carta a los Hebreos. Además, en ese tiempo, había muchos escritos falsos.

En Antioquía, en el año 200, se utilizaba el llamado "Evangelio de Pedro" (considerado actualmente uno de los evangelios apócrifos). Enemigos de la Iglesia trataron de sembrar confusión y promover herejías a través de evangelios y epístolas falsas como por ejemplo el "Evangelio de Tomás" (promovido por los gnósticos), el "Evangelio de María Magdalena", presuntas cartas de San Pablo no escritas verdaderamente por él.

Tres fueron las causas principales que aceleraron la formación del canon del Nuevo Testamento:

1) La difusión de muchos apócrifos, que eran rechazados por la Iglesia a causa de las doctrinas peligrosas que contenían;

2) la herejía de Marción, que seguía un canon propio. Rechazaba todo el Antiguo Testamento, y del Nuevo sólo admitía el evangelio de San Lucas y diez epístolas de San Pablo;

3) la herejía de los montanistas, que añadía nuevos libros al canon de la Iglesia y afirmaba que había recibido nuevas revelaciones del Espíritu Santo.

Un hombre llamado Tacio trató de unir los distintos evangelios en uno sólo, quitando lo repetido en ellos, pero no fue una idea aceptada por muchos. Todas estas cosas urgieron la determinación del Canon del NT. Hacia fines del siglo II, la colección del NT era casi la misma en las iglesias del Oriente y el Occidente.

La primera lista de libros compilados (un primer intento de decidir el canon), es conocida como "la Lista Muratoriana" (170-180 d. C.) contenía los cuatro Evangelios, el Apocalipsis de Juan y trece cartas de Pablo, pero omitía la Epístola a los Hebreos y las Epístolas de Pedro, etcétera.

Durante el período de 140 a 220 d. C., había dudas sobre Hebreos, Santiago, 2 Pedro, 2 y 3 de Juan y el Libro del Apocalipsis. Muchos creían en la inspiración de la "Didajé" y de "El Pastor" de Hermas. Clemente de Alejandría en Stromata aceptó como escritura inspirada la "Carta a Bernabé" y "El Pastor" de Hermas. Incluso citó "El Apocalipsis de Pedro" como si fuera Escritura.

Según Orígenes, se discutía Hebreos, Santiago, 2 de Pedro, 2 y 3 de Juan, Judas en el período de 220 a 400. Serapión (obispo de Antioquía, 190 d.C.) Prohibió a su jurisdicción leer el Evangelio de Pedro, sin embargo la gente seguía apreciando este libro.

Hacia fines del tercer siglo, salieron otras listas diferentes por ejemplo de Mileto, Obispo de Sardis. Ireneo, Obispo de Lyon en Adv. Haeres II, no reconoció la carta a Filemón; Tampoco Eusebio, Obispo de Cesarea. En el Oriente, Juan Crisóstomo no dudaba de Segunda de Pedro, Tercera de Juan, Judas y Apocalipsis.

En el Concilio Romano, bajo la autoridad del Papa Dámaso (366 - 384 d.C.), aparece la primera lista de la Iglesia católica. El Concilio de Hipona (393 d.C.), convocado por el Papa Dámaso durante el asamblea de Roma en 382 d.C., representa la primera confirmación oficial del canon católico. En adelante, en las actas de los concilios, lo mismo de los orientales que de los occidentales, y en los decretos de los Papas (ejemplo Inocencio I) aparecen los libros del NT.

En el Concilio de Cártago (397) se ratificaron las decisiones de los concilios anteriores. Aún se necesitó otro concilio (Cártago II en 419) para reafirmar el canon porque todavía había dudas sobre las cartas de Santiago, Judas y Hebreos.

Encontramos la lista de los 46 libros del AT (Biblia católica) en el Decreto Número 36 de este concilio.

Los cristianos evangélicos no aceptamos las decisiones de los católicos en cuanto al canon del NT, ya que como vimos, el canon del NT, se encontraba formado durante el siglo II, sólo que la Iglesia Católica normalizó los libros del NT (Aunque el canon del NT fue confirmado oficialmente en su forma presente y final por el tercer concilio de Cartago en el año 397).

 

CÁNONES DE LA BIBLIA

El Canon Griego o Canon de Alejandría

En la versión griega llamada Septuaginta o versión de los LXX, se incluyeron libros que se leían en sinagogas de Alejandría, los denominados libros “deuterocanónicos”. Algunos libros no fueron traducidos, sino escritos directamente en griego (Sabiduría y el segundo libro de Macabeos). Este canon tiene quince (15) libros más que el Canon Hebreo y se clasifica en:

1. Legislación e historia

2. Poetas y profetas

El Canon Hebreo o Canon de Palestina

Un grupo de rabinos que habían conseguido escapar del asedio de Jerusalén en el año 70 fundaron hacia el año 90 una escuela en Yamnia. Decidieron recopilar y ordenar los libros que consideraban inspirados, tarea que finalizaron en el siglo II de nuestra era. Sólo aceptaron los que habían sido escritos en hebreo; es decir solo treinta y nueve (39) libros, excluyendo los deuterocanónicos. Estos libros se denominan “protocanónicos”. La Biblia hebrea contiene 24 libros y se dividen según el siguiente esquema:

1. Torah (La ley); contiene los cinco libros de Moisés

2. Nebi’im (Los profetas); Se dividen en: Profetas Anteriores (Josué, Jueces, Reyes y Samuel) Profetas Posteriores (Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce)

3. Ketubin (Los escritos); contiene: Salmos, Proverbios, Job, cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras – Nehemías y Crónicas.                                                                                                  Los 24 libros de la Biblia hebrea son los mismos 39 libros del AT de los cristianos, la numeración se originó cuando se empezó a contar por separado cada uno de los profetas menores y cuando se separaron en dos los libros de Samuel, Reyes, Crónicas y Esdras – Nehemías.

Como vemos la Biblia hebrea sólo acepta a treinta y nueve libros del AT como inspirados por Dios y excluye los siete restantes y varios fragmentos del libro de

Daniel y de Esther que aceptan los católicos.

El Canon Católico

Los católicos mantienen como parte del AT los libros deuterocanónicos (pertenecientes a la Biblia de los Setenta), pero no todos los quince libros sino sólo siete libros (07). El canon católico quedó fijado definitivamente en el Concilio de Trento en 1546 y lo ratificó el Vaticano I en 1870.

En las Biblias católico romana y anglicana se hallan una serie de libros que se consideran valiosos, pero no inspirados. Estos libros se llaman Apócrifos.

Pero los libros Apócrifos nunca fueron reconocidos como plenamente inspirados ni por los judíos ni por la iglesia primitiva.

El Canon Protestante

Durante la Reforma luterana del siglo XVI, rechazaron el canon recientemente aceptado en el concilio de Trento. Inicialmente estos libros apócrifos fueron añadidos al final de las Biblias, pero luego fueron retirados en el siglo XIX.

Los cristianos sólo aceptamos para el AT los treinta y nueve libros del canon Hebreo y los veintisiete libros del Canon Católico para el NT. Estos son los únicos escritos que los cristianos consideramos plenamente inspirados

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