domingo, 17 de mayo de 2009

Predicadores de sabiduria mundana

PREDICADORES DE SABIDURÍA MUNDANA

El número de predicadores crece día a día, las escuelas de formación de discípulos de muchas congregaciones está a reventar y gradúan al fin de cada trimestre, “líderes de éxito” preparados, según ellos, para ejercer el ministerio. El gran problema, es que este “liderazgo de microondas” ha degenerado la predicación del Evangelio, remplazando la verdad y el poder de Dios, por sabiduría humana; pero esto no es nuevo, Pablo habló fuertemente sobre esto en sus epístolas.

Existe una sabiduría mundana que sabe como obtener las riquezas de este mundo, pero que ignora lo realmente importante, la sabiduría que proviene de Dios. (I Corintios 1:20, 26; 2:6; 3:18). Está fundamentada en las palabras humanas y sólo sirve para obscurecer la cruz (1 Corintios 1:17).

Pablo detestaba predicar con palabras persuasivas de humana sabiduría (1 Corintios 2:1, 4, 5, 13) y condenaba inflexiblemente la palabrería de este mundo, con la cual batalló enfrentando a sus detractores. Los griegos siempre amaron las palabras y una de las figuras bien conocidas en el mundo griego era el sofista. Los sofistas eran oradores tan famosos como estrellas de cine. Pero el sofista estaba más interesado en cómo decía algo que en qué estaba diciendo. Su interés primario consistía en adquirir destreza y habilidad en el uso de la palabra; su principal anhelo radicaba en provocar el aplauso; su deseo más ferviente era exhibirse, algo que no es lejano a nuestra realidad.  

Los antiguos sofistas, son los actuales predicadores que andan en la búsqueda del reconocimiento y el aplauso, los nuevos “artistas” de la farándula cristiana. ? La definición actual de sofista coincide completamente con la de estos personajes: personas que se valen de argumentos aparentes con tal de persuadir o defender su falsedad. 

Pablo conocía a los predicadores y maestros que estaban más interesados en las frases que en la verdad, que no deseaban sino exhibir su destreza y suscitar el aplauso de la multitud. Pablo conocía al predicador y maestro que le preocupaba más lo que los hombres pudieran pensar de él que lo que pensara Dios; que estaban más ansiosos por que los hombres les miraran que por que les mirara Dios. Sabiduría que, por cierto, aún no ha desaparecido del todo.

Algunas características de la Sabiduría humana son:

a. Tal sabiduría no conoce realmente a Dios (1 Corintios 1:21).

b. Es más seductora que instructiva (1 Corintios 2:4, 5).

c. Es sabiduría del hábil polemista, más interesado en la exhibición de acrobacias mentales que en la búsqueda de la verdad (1 Corintios 1:20).

d. Es vana en el sentido de que no ayuda a nadie ni conduce a nada (1 Corintios 3:20).

e. Al final de los tiempos, será destruida por Dios y se demostrará lo insensata y extravagante que realmente es (1 Corintios 1:19, 27; 3:19).

La única sabiduría verdadera no es consecuencia del orgullo, sino de la humildad. La única enseñanza sabia no apunta hacia sí misma, sino fuera de ella. La predicación degenera siempre que busca el aplauso. No hay sabiduría en el proceder del maestro y del predicador cuya personalidad y métodos obscurecen a Cristo, antes degenera en esa necedad que, en el fin de los tiempos, recibirá la convicción y condenación que merece.

Siempre que un hombre comience a escucharse y, por tanto, a dejar de escuchar a Dios, su versión del mensaje cristiano será distorsionada e inadecuada. Siempre que olvide someter sus conceptos e ideas a la prueba de la Palabra del Espíritu de Dios, producirá una versión del mensaje cristiano que será suya, pero no de Dios. Si continúa obrando así, acabará por amar a su pequeño sistema más que a la verdad de Dios.

Es fatalmente fácil desplazar el mensaje cristiano, obscurecerlo con interpretaciones humanas, complicar su sencillez a base de condiciones, reservas y aclaraciones. Siempre que consideremos el mensaje cristiano como algo con lo que tenemos que efectuar un acuerdo, más bien que como algo a lo que nos tenemos que rendir, corremos el riesgo de hacerlo ineficaz. Sin “sometimiento” al mensaje, éste no puede hacer ni lograr su pleno efecto.

El mensaje de la Cruz es tan poderoso en sí, que todo esfuerzo del hombre por “hermosearlo”, hacerlo efectivo y divertido, lo que hace es minimizarlo, adulterarlo, falsificarlo. Los conocimientos humanos y los excesos arruinan el verdadero mensaje del evangelio, se convierten en obstáculos que estorban a los oyentes para recibir la salvación por oír con fe la Palabra de Dios.

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado,  como obrero que no tiene de qué avergonzarse,  que usa bien la palabra de verdad”.

2 Timoteo 2:15

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