lunes, 24 de octubre de 2011

La Oracion fuente de Poder por Bounds

El descanso para el ministro debe ser como la máquina de afilar para la hoz que se usa solamente cuando es necesario para el trabajo. ¿Puede un médico durante una epidemia descansar más de lo indispensable para su salud mientras los pacientes están esperando su ayuda en casos de vida o muerte? ¿Puede el cristiano contemplar a los pecadores en las agonías de la muerte, y decir: “Dios no me pide que me afane por salvarlos?” ¿Es esta la luz de la compasión ministerial y cristiana o más bien hablan la pereza sensual o la crueldad diabólica?

Richard Baxter

Busca la santidad en todos los detalles de la vida. Toda tu eficiencia depende de esto, porque tu sermón dura solamente una o dos horas pero tu vida predica toda la semana. Si Satanás logra hacerte un ministro codicioso, amante de adulaciones, del placer, de la buena mesa, habrá echado a perder tu ministerio. Entrégate a la oración para que tus textos, tus oraciones y tus palabras vengan de Dios. Lutero pasaba en oración las mejores tres horas del día.

Robert Murray McCheyne

I. El hombre, instrumento del Espíritu.

Constantemente nuestra ansiedad llega a la tensión, para delinear nuevos métodos, nuevos planes, nuevas organizaciones para el avance de la Iglesia y para la propagación eficaz del Evangelio. Esta tendencia nos hace perder de vista al hombre, diluyéndolo en el plan u organización. El designio de Dios, en cambio, consiste en usar al hombre, obtener de él más que de ninguna otra cosa. El método de Dios se concreta en los hombres. La Iglesia busca mejores sistemas; Dios busca mejores hombres. Fue un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. La dispensación que anunció y preparó el camino para Cristo estaba ligada al hombre Juan. "Niño nos es nacido, hijo nos es dado". La salvación del mundo proviene de este Hijo del pesebre. Cuando Pablo recomienda al carácter personal de los hombres que arraigaron el Evangelio en el mundo nos da la solución del misterio de su triunfo.

La gloria y eficiencia del Evangelio se apoyan en los hombres que lo proclaman. Dios proclama la necesidad de hombres para usarlos como el medio para ejercitar su poder sobre el mundo, con estas palabras: “Los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para corroborar a los que tienen corazón perfecto para con Él”. Esta verdad urgente y vital es vista con descuido por la gente de nuestra época, lo que es tan funesto para la Obra de Dios como sería arrancar el sol de su esfera, pues produciría oscuridad, confusión y muerte. Lo que la Iglesia necesita hoy día, no es maquinaria más abundante o perfeccionada, ni nuevas organizaciones, ni métodos más modernos, sino hombres que puedan ser usados por el Espíritu Santo; hombres de oración, poderosos en la oración. El Espíritu Santo no pasa a través de métodos, sino de hombres. No desciende sobre la maquinaria, sino sobre los hombres. No unge a los planes, sino a los hombres: los hombres de oración.

Un historiador eminente ha dicho que los accidentes del carácter personal tienen una parte más importante en las revoluciones de las naciones que la admitida por ciertos historiadores filosóficos o políticos. Esta verdad tiene una aplicación plena en lo que se refiere al Evangelio de Cristo, porque el carácter y la conducta de sus fieles seguidores, cristianizan al mundo y transfiguran a las naciones y a los individuos.

El buen hombre y el éxito del Evangelio están confiados al predicador, pues o entrega el verdadero mensaje divino, o lo echa a perder. Él es el conducto de oro para el aceite divino. El tubo no solo debe ser de oro, además tiene que estar limpio para que nada obstruya el libre paso del aceite, y sin agujeros para que nada se pierda.

El hombre hace al predicador, Dios tiene que hacer al hombre. El mensajero, si se nos permite la expresión, es más que el mensaje. Como la leche del seno de la madre no es sino la vida de la madre, así todo lo que el predicador dice está saturado por lo que él es. El tesoro está en vasos de barro y el sabor de la vasija impregna el contenido y puede hacerlo desmerecer. El hombre -el hombre entero- está detrás del sermón. Se necesitan veinte años para hacer un sermón, porque se requiere veinte años para hacer un hombre. El verdadero sermón tiene vida. Crece juntamente con el hombre. El sermón es poderoso cuando el hombre es poderoso. El sermón es santo si el hombre es santo. El sermón estará lleno de unción divina siempre que el hombre esté lleno de la unción divina.

Pablo solía decir: “Mi Evangelio”, no porque lo había degradado con excentricidades personales o desviadas con fines egoístas, sino porque el Evangelio estaba en el corazón y en la sangre del hombre Pablo como un depósito personal para ser dado a conocer con sus rasgos peculiares, para que impartiera al mismo el fuego y el poder de su alma indómita. ¿Qué se ha hecho de los sermones de Pablo? ¿Dónde están? ¡Son esqueletos, fragmentos esparcidos, flotando en el mar de la inspiración! Pero el hombre Pablo, más grande que sus sermones, vive para siempre, con la plenitud de su figura, facciones y estatura, con su mano modeladora puesta sobre la iglesia. La predicación no es más que una voz. La voz muere en el silencio, el texto es olvidado, el sermón desaparece de la memoria; el predicador vive.

El sermón con su poder vivificador no puede elevarse sobre el hombre. Los hombres muertos producen sermones muertos que matan. Todo el éxito depende del carácter espiritual del predicador. Bajo la dispensación judía el sumo sacerdote inscribía con piedras preciosas sobre un frontal de oro las palabras: “Santidad a Jehová”. De una manera semejante todo predicador en el ministerio de Cristo debe ser modelado y dominado por el mismo lema santo. Es una vergüenza para el ministerio cristiano tener un nivel más bajo en santidad de carácter y de aspiración que el sacerdocio judío. Jonathan Edwards decía: “Perseveré en mi propósito firme de adquirir más santidad y vivir más de acuerdo con las enseñanzas de Cristo. El cielo que yo deseaba era un cielo de santidad”.

El Evangelio de Cristo no progresa por movimientos populares. No tiene poder propio de propaganda. Avanza cuando marchan los hombres que lo llevan. El predicador debe personificar el Evangelio, incorporarse sus características más divinas. El poder compulsor del amor ha de ser en el predicador una fuerza ilimitada y dominadora; la abnegación, parte integrante de su vida

martes, 18 de octubre de 2011

Lo que dice el Génesis sobre el aborto

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De la misma forma que en el tema de los 'días de la creación', no hay ninguna dificultad ni controversia en absoluto: siempre y cuando dejemos que La Biblia nos enseñe y no impongamos las ideas de personas falibles sobre su claro significado. Veamos esta llamada 'polémica' a la luz de la Palabra:

1. El niño aún no nacido ('feto') ¿Es un ser humano?

2. Si es así, ¿Es aceptable en algún caso matar al nonato?

La respuesta a ambas preguntas está en Génesis. Génesis 25: 21–22 dice: 'y Rebeca su (de Isaac) esposa concibió, y los niños luchaban juntos dentro de ella'. Nótese que se refiere a los gemelos nonatos de Rebeca, Jacob y Esaú, como 'niños'(la palabra hebrea usada es banim, plural de ben), que se refiere a los niños ya nacidos y a menudo tiene un significado más concreto 'hijos'.

El Nuevo Testamento emplea la palabra griega habitual para bebé, brefos, al referirse a Juan el Bautista antes de nacer, el cual saltó en su vientre (de Elísabet) la causa de la presencia del Cristo nonato (Lucas 1:41–44). Los bebés aún no nacidos no son conjuntos de tejido desechable, a pesar de las afirmaciones de muchos pro-abortistas.

Y son, en todo momento, humanos desde el mismo momento de la fecundación, porque todo el código ADN necesario para desarrollar cada una de las características físicas del individuo se halla presente en el huevo fecundado.

Es totalmente falso que el ser humano en su desarrollo atraviese alguna fase de pez o reptil, a pesar de algunas pretensiones evolucionistas descaradamente fraudulentas (Véase en El Fraude Redescubierto, Creation 20 (2):49–51, Marzo 1998) la escandalosa verdad, con documentación fotográfica.

No. La Biblia, respaldada por la ciencia, enseña que el bebé venidero es un niño humano (Véase también Salmos 139: 13–16, Jeremías 1:5).

La segunda pregunta también se halla respondida en Génesis. Génesis 1: 26–29 y 2: 7–23 deja claro que el hombre fue creado diferente a los animales, hecho a la imagen de Dios. En Génesis 3 se lee que esta imagen fue corrompida por el pecado de los primeros humanos, Adán y Eva. Apenas una generación más tarde, Caín cometió el primer asesinato, una destrucción de esta imagen, y por consiguiente una grave afrenta para Dios. La violencia (y otras perversidades) se propagaron por todo el mundo, tanto que Dios destruyó a toda la población excepto los pasajeros del Arca con un diluvio que cubrió todo el globo terrestre (Génesis 6–8). A lo largo de la Escritura, el asesinato: es decir, la muerte deliberada de humanos inocentes: se considera un pecado atroz (Éxodo 20:13, Mateo 19:18, Romanos 13:9).

Dado que el aborto mata a un ser humano inocente, no es menos que un asesinato. De forma que todos los «casos difíciles» usualmente planteados por los pro-abortistas, es decir, «¿Qué hacer si la mujer es violada?», «¿Qué pasa cuando el niño es deforme?» , «¿Qué sucedería si ella no pudiera guardar al niño? «son completamente irrelevantes.

Por otro lado, también deberíamos recordar Ezequiel 18: 20, que prohíbe la ejecución de un niño por los crímenes de sus padres. Esto significa que, incluso, los casos trágicos de embarazos debidos a incesto no son ninguna justificación para matar al niño concebido, que es inocente. Además, estos son casos muy raros: la inmensa mayoría de los abortos se realizan por pura comodidad: si podemos deshacernos de los gatitos no deseados, ¿por qué no deshacernos de los niños no deseados?

Ahora bien ¿qué podemos hacer nosotros como cristianos? Deberíamos notar que tras el diluvio, Dios estableció ciertas disposiciones para refrenar el asesinato. Cualquiera que asesinare pagaría con su propia vida (Génesis 9). De esta manera Génesis contiene el origen del gobierno civil, porque este mandamiento de impartir justicia lleva consigo el concepto de autoridad. Observamos en el Nuevo Testamento (Romanos 13) que la principal función del gobierno es proteger al inocente y castigar al culpable. Dado que el aborto es un tipo de asesinato, debería estar prohibido por el gobierno, de modo que una nación que deja que los bebés aún no nacidos sean asesinados está desafiando a Dios, y no podrá prosperar a largo plazo La reciente decisión del parlamento del oeste de Australia de despenalizar el aborto es un triste ejemplo de esto. También leemos en Génesis acerca de Lot, lamentablemente un prototipo de muchos cristianos de hoy. Aunque Lot era un varón «justo» (2 Pedro 2: 6–8), escogió plantar su tienda hacia Sodoma (Génesis 13: 11–13), y rápidamente se vio mezclado en ella. Al parecer fue atraído por su prosperidad material, pero ignoró los efectos que su pecado habría de ejercer sobre su familia. Él perdió a dos de sus hijas y a sus maridos cuando Dios destruyó la ciudad y perdió a su esposa cuando ella miró hacia atrás desobedeciendo lo que dijo de Dios.

Los cristianos que dan más importancia a lo económico que a lo moral están actuando como Lot. Aunque problemas como los tipos de interés, el empleo, la vivienda y la educación son importantes, las criaturas que sean asesinadas en los vientres de sus madres jamás podrán gozar de estos beneficios.

Por último, a pesar de que deberíamos denunciar el grave pecado del aborto sin concesiones, también debemos señalar que ningún pecado es imperdonable Las mujeres que han abortado, los médicos que practicaron abortos y los políticos que votaron por la despenalización del aborto pueden todos tener perdón si vienen a Cristo con arrepentimiento y fe.