lunes, 11 de mayo de 2009

Cae el principio de autoridad y aumenta el caos

 "La Iniquidad Insoportable A Los Ojos De Dios"

Por Pr. Pablo Dañeiluk (compendio).

En Argentina y otros países de Hispanoamérica, se vive una epidemia de violencia. Los delincuentes cada vez son más chicos y los delitos cada vez más grandes.
Y la respuesta del Estado, lejos de ser efectiva, propugna el imperio de la marginalidad de la mano de la doctrina del
 abolicionismo.
Los impulsores de esta doctrina salida del infierno, otrora llamados progresistas del derecho o “garantistas”, propugnan la dilución de toda Autoridad, excepto, por supuesto, la de ellos.

Y así, la violencia se retroalimenta con impunidad, creando un circulo vicioso del que nadie sale ganador, ni siquiera los violentos. Encerrados en él, rehenes del sistema, se encuentran las víctimas, los hombres y mujeres de buena voluntad que creen en la honestidad y el respeto del uno por el otro.

Ahora bien, esto no es algo nuevo. Ya en Génesis 9:11, se menciona a la violencia como causa del Diluvio. Así es que estamos frente a un problema tan viejo como mayúsculo:
 “La iniquidad insoportable a los Ojos de Dios”-

Pero si ocurrió antes, seguramente la Biblia tiene algo para enseñarnos.
Examinaremos algunos fragmentos de la palabra de Dios que, como veremos, se contradicen casi sistemáticamente con los planteos de los iluminados de hoy en día.

1) Eclesiastés 8:11: “Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto a hacer el mal”.

Resulta más o menos frecuente hablar del “error”. -“Me equivoqué”- suele escucharse de boca de los delincuentes.
¡Que enternecedor! El delincuente “erró” el camino.

Sin embargo, la Biblia no habla de
 “errores” sino de “decisiones” concientes tomadas, libre albedrío mediante, y surgidas del corazón del hombre. El camino del mal es el que transita quien impulsado por sus deseos lo elige una y otra vez.

La desidia de las autoridades, la poca voluntad en esforzarse por detener a quienes elijen el camino del mal, o la corrupción que los rige (a las autoridades), otorga una
 luz verde explícita para que los malvados continúen su camino.
Impunidad,
 iniquidad, de esto habla Eclesiastés 8:11

2) Isaías 26:10 “Se mostrará piedad al malvado y no aprenderá Justicia, en tierra de rectitud hará iniquidad”.

No se malentienda, no pretendo hacer una apología de la tortura, porque quien reclama algo de orden suele ser tildado de represor, fascista y otros motes por el estilo.
Y no soy yo, sino Dios mismo a través de su profeta Isaías quien pone blanco sobre negro.

El tratamiento que se les brinda a los delincuentes, bajo el amparo de la política de derechos humanos (que no está mal, sino fuera porque se tergiversa radicalmente el concepto), es tan benévolo que aún les concede privilegios que no goza el común de las personas.

El delincuente no teme ser apresado por causa de la ley o la disciplina. El delincuente solo reniega de su falta de libertad, si esto implica la imposibilidad para seguir haciendo “su” vida. Y si teme ir a la cárcel, no es por el régimen, sino por la convivencia con el resto de sus pares, generalmente otros malvados. Esta convivencia de
 lobos con lobos es lo que se teme.

Pero al policía, el que anda fuera de la ley ya no le teme. Tampoco al juez. Los escupe en la cara, y cuando no lo hace, es tan solo porque no le conviene.

Tratar al delincuente como un niño que tropieza es otra de las
aberraciones que conducen al imperio de la violencia. El delincuente debe ser tratado con firmeza de acuerdo a leyes justas.

3) Romanos 13:1 – 7. “Sométase toda persona a las autoridades; porque no hay autoridad sino de parte de Dios (...) porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres pues no temer a la autoridad? Haz lo bueno (...) porque (el magistrado) es servidor de Dios para tu bien (...) Porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para quien hace lo malo (...)”

¡Increíble! Pareciera que Pablo no leyó acerca de las doctrinas abolicionistas.

Una de las cosas que se perdió en estos tiempos de violencia es el respeto a la
 Autoridad. Sucesivas irrupciones de militares que usurparon el poder público, especialmente en Latinoamérica, sin dudas ha contribuido a consolidar esta corriente idiosincrásica.
Hoy en día, los maestros de escuela no son vistos como Autoridad, como funcionarios. Cualquier padre (o alumno) se atreve a increparlos sin mayores motivos ni razones. Los policías son insultados por el solo hecho de portar uniforme, y sus muertes son galardones en la carrera de cualquier infeliz que se precie de ladrón.

Pablo nos enseña que por mandato de Dios están los jueces y policías
 (Si, Si, lean otra vez el texto de Romanos 13) ¿Para rehabilitar a los que erran? Nada de eso. La Biblia es extrema en este punto al utilizar la palabra “vengador”. Dicho de otra manera, el fiscal, el juez, el policía, el agente penitenciario, etc. están al servicio de... ¡Dios! para hacer que“quien las hace las pague”. ¿Suena duro? Pues recrimíneselo al Apóstol Pablo o a su mentor... Dios.

4) 1ª Pedro 2:13 y 14. “Por causa del Señor, someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, y a los gobernadores, como por él enviados, para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien”

Una de las mayores hipocresías sociales y jurídicas es la prédica de que las cárceles son lugares en donde el reo debe resocializarse. Por ejemplo, la Constitución argentina contradice claramente lo que plantea la Biblia:“Las cárceles no son para castigo”, establece.

Una vez mas me veo en la obligación de aclararle a los hipócritas que “castigo” no significa, de ninguna manera “apremios ilegales”. Entonces lo diré de otra manera: Las cárceles deberían ser lugares para encerrar a los malvados y así proteger a los buenos; y para que con su encierro paguen en parte por el mal que han hecho. ¿Resocialización? Podría ser que alguien lo logre, mas no será por causa de la cárcel ni mucho menos en ella.
Mientras el corazón del hombre sea malo (Mateo 15:19), solo faltará la necesidad y la oportunidad para que la reincidencia sea un hecho.

5) Mateo 15:19. Dijo Jesús “Porque del corazón del hombre salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias”.

No está mal que la ciencia trate de entender el fenómeno de la delincuencia. Sin embargo, lo que suele ocurrir es que con argumentos y argucias, partiendo del uso non sancto que provee el derecho o la psicología entre otras materias, se pretende “justificar” la conducta del delincuente sin mas motivo que este, endilgando las responsabilidades a la Sociedad, refiriéndose tangencialmente a gente de bien que nada tiene que ver con la política ni las leyes.

Que la familia, el barrio, la pobreza, la droga... ¡Sí! ¡Correcto! Vale, pero solo en parte.
En medio de la peor familia y el abandono de la crianza, en el mas desprestigiado barrio marginal, con las carencias mas básicas, rodeados de vecinos de malos hábitos... Con todo esto NO basta para ser delincuente. A lo sumo podría hablarse de
 factores facilitadores.
Jesucristo dijo que
 “la maldad nace del corazón”. Pretender justificar la conducta delictiva y al delincuente con el argumento de que la culpa la tiene el medio en que creció, es contradecir de plano a Jesucristo.

6) Proverbios 13:24. “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece, mas el que lo ama desde temprano lo corrige”.

Obviamente este es un consejo destinado a los padres. Sin embargo nos da una idea cabal de cómo es el desarrollo conductual a partir de la infancia. En varias partes de la Biblia leemos acerca de la naturaleza pecaminosa, del corazón del hombre naturalmente volcado hacia el mal. Y vemos, no solo en este pasaje bíblico, como Dios hace hincapié en la necesidad de disciplinar al niño. “Un arbolito recién nacido es posible enderezar, pero ya no cuando es añoso”.

Y cuando la disciplina no es aplicada (porque se vive en un mundo indisciplinado, egoísta, anárquico, con padres indisciplinados) especialmente en la familia; y cuando un niño se perfila como delincuente, 
debería intervenir el Estado, pero de manera efectiva.
Por supuesto, en el ámbito familiar, y como dice la Biblia, disciplina no implica desamor.

En los reductos urbanos y suburbanos es posible ver a niños delincuentes de ocho, diez, doce años. ¿Cuál será el futuro de estos chicos si nadie hace nada? ¿Qué será si nadie les enseña disciplina? Porque disciplinar es justamente eso, enseñar, encaminar.

En Argentina los menores de 16 años son inimputables. ¡Por favor! ¿Acaso no comprenden sus actos ni dirigen sus acciones? La corta edad, a lo sumo podría ser un atenuante, pero de ninguna manera un eximente de la responsabilidad por un delito cometido. Los legisladores deberían revisar lo obvio.
Falta de dirección e impunidad es una conjunción perversa.
¿Amamos a los niños? ¿Acaso no nos duele verlos en las calles?
“Démosle pan” –propondrán algunos-. ¡Cierto! Pero démosle también disciplina.

7) Proverbios 13:24. “Cuando se hace justicia tiembla el malhechor”

¿Vemos a los malhechores temblar? ¡¡No!! Los que tiemblan son los honestos, aterrorizados, intentado protegerse tras las rejas de sus casas, obligados a vivir como paranoicos.

No hay justicia. Hay violencia, impunidad y corrupción.
Pero ¡Atentos! La Biblia enseña que cuando Dios se cansa, entrega el destino del hombre a juicio de sus propias maldades (Romanos 1). Así fue en los días de Noé, y así está siendo en estos días. Creo que Dios está hastiado.
Si bien el Creador prometió que nunca mas mandaría un diluvio, el clima equiparable al de los tiempos de Noé nos advierte de un suceso mucho mas trascendente que podría ocurrir en breve.

¡La Venida de Cristo está a las puertas!

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