domingo, 17 de mayo de 2009

Los obstàculos del discìpulo

Los obstàculos del discìpulo



A estas alturas, los Discípulos de Jesús ya entienden que Jesús es su único maestro y rechazan a cualquier otro maestro que pretenda enseñarles cómo deben vivir.
 
Los que realmente son Suyos, saben que Jesús no comparte su enseñanza con Buda, ni con Freud, ni con el capitalismo, ni con el socialismo y mucho menos con el materialismo.
 Él trasciende todo conocimiento humano.

Jesús, nuestro único maestro.
La enseñanza de Jesús es totalmente opuesta y excluyente de cualquier otra enseñanza. El discípulo lo sabe y, en consecuencia, no acepta las filosofías del mundo como estilo de vida, no acepta gurús como guías espirituales, no adopta filosofías cambiantes ni modas religiosas.
El verdadero discípulo sólo sigue a Jesús y sabe que debe hacerlo sin reservas, porque el Señor vomitará a los tibios. Y además sabe que seguir a Jesús es algo irreversible: luego de poner la mano sobre el arado ya no es posible volver atrás.
La siguiente porción de la Biblia nos muestra tres tipos de candidatos a ser discípulos. Al conocer sus corazones y sus motivos, el Señor les confronta.

Tres candidatos a ser discípulos de Jesús.
1.- El Candidato convenido.
Lucas 9:57-58 Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

Éste había visto a Jesús hacer muchos milagros y señales. Cuando expresa su deseo de seguirle, el Señor la informa que hay un precio a pagar, que a veces habrá estrechez y a veces abundancia, a veces persecución y a veces tiempos de paz, que a veces no tendrá siquiera donde recostar la cabeza, un techo, un lugar seguro donde morar. El Señor deja clara su postura: para seguirlo a Él hay que dejarlo todo. El candidato esperaba lo contrario, creía que seguir a Jesús, hacedor de milagros, le representaría multiplicar sus posesiones.
A Jesucristo le costó la vida predicar el Evangelio. Así que no va a rebajar el precio para aquel que quiere ser su discípulo. Los seres humanos somos muy dados a regatear, a pedir rebajas, pero un discípulo no puede negociar con el Maestro, no puede decirle “Te sigo, pero dame todo lo que te pido. Si no me das, no te sigo”. Que quede claro: es Él quien marca las reglas y las condiciones para seguirlo.

2.- El candidato sentimental.
 
Lucas 9:59 Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.
A diferencia de lo que ocurre con el primero, es Jesús quien le pide a este candidato que lo siga. Éste antepone una condición: deja que vaya y entierre a mi padre, sólo que, contra lo que pudiera pensarse, su padre no ha muerto; es decir, le pide a Jesús que le permita, primero, agradar a los suyos, a sus parientes, esperar a que muera su padre para, entonces sí, ir tras Él. Jesús, en un juego de palabras, expresa: que los muertos en espíritu entierren a sus muertos, es decir, deja que aquellos que no desean agradar a Dios vayan y agraden a su gente hasta la muerte. Y agrega finalmente que la tarea principal de todo discípulo es anunciar el reino de Dios.

3.- El candidato de doble ánimo.
Lucas 9:61-62 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios
Este candidato también se ofrece para seguir a Jesús, pero es el típico vacilante, el que duda y titubea. Jesús le contesta con una frase que todo creyente ha escuchado, una figura tomada de la agricultura: cuando el sembrador empieza a barbechar el campo debe mirar en línea recta y guiar a los bueyes; si tiene una leve distracción se desvía y hace mal el surco para la siembra. El verdadero discípulo de Jesús sabe que no debe apartar su mirada del Maestro, pues el que lo hace se desvía y, en consecuencia, no es apto para servir a Dios.
En 1 de Reyes 19:21, Eliseo está arando con la yunta de bueyes cuando Elías el profeta de Dios se planta frente a él, se quita el manto y se lo pone a él, lo que en la tradición judía significa el nombramiento de un sucesor. Eliseo acepta la responsabilidad, pero le pide a Elías que primero le permita ir a su casa a despedirse de los suyos. Esta escena contraste con el reproche que Jesús le hace al candidato a discípulo en Lucas 9:62 sobre la oportunidad de despedirse de su familia. ¿Estamos frente a una contradicción? No. Y no lo estamos porque Elías no es Dios como sí lo es Jesús. Cuando Eliseo pide permiso para ir a su casa a despedirse, Elías lo pasa por alto, no le presta importancia pues, al hacerlo su sucesor, sólo está cumpliendo un mandato de Dios al respecto. Ahí la diferencia: Elías es hombre, Jesús es Dios.

El mismo pasaje nos muestra cómo, luego de que Eliseo se despide de su familia, dice que tomó los bueyes y los mató, y que con la madera de la yunta hizo un sacrificio y se lo entrego a Dios, lo que significa que Eliseo renunciaba a sus proyectos, a su visión personal, a sus anhelos, a lo que tenia planeado para su vida, a todo, por seguir a Dios.
Este es un claro ejemplo de cómo el verdadero discípulo debe seguir a Cristo sin doblez, dejándolo todo, con la absoluta disposición a seguir y a obedecer la voluntad de su maestro porque, como lo vimos en una de las enseñanzas pasadas, en los tiempo de Jesús la gente escogía a sus maestros, pero Jesús escoge que han de seguirle, tal como nos escogió a nosotros.
Ahora, ¿ significa esto que, si vas a seguir a Jesús, deberás renunciar mañana a tu trabajo ? No, claro que no. Lo que la Biblia enseña es que, si Dios te lo pide, debes obedecer de inmediato y no cuando tú lo decidas. Recuerda que Dios nos escoge, pero no sabemos cuándo Dios nos llamará. Bien podría ser cuando tu negocio esté marchando viento en popa, cuando estés ganando mucho dinero. Es ahí cuando Jesús te pregunta: ¿estarías dispuesto a dejarlo todo por seguirme? Es entonces cuando aparecen los obstáculos, como en el caso del joven rico que le pregunta a Jesús: “Maestro, cómo puedo hacer para ganar la vida eterna”, a lo que Jesús responde: “Ve y vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres”: el joven rico estaba dispuesto a “todo”… menos a hacer eso. Ciertamente el Señor no va a pedir a todos los que llama que lo vendan todo y lo repartan a los pobres: lo hizo con éste porque quería tratar con su problema particular, en este caso la avaricia, lo que queda demostrado cuando el joven se retira entristecido porque le resultó más importante conservar sus posesiones que seguir a Jesús.

Les voy a confesar algo: desde que me convertí al Señor me surgió la pregunta de por qué Jesús es tan exigente, drástico y determinante cuando llama a alguien a seguirlo. Me resultaba muy difícil entenderlo. Pero, al paso del tiempo, entendí que la grandeza de su sacrificio no puede exigir menos: Él se entregó totalmente a su obra redentora, Él hizo una obra completa, no lo golpearon sólo un poco, no sufrió a medias, no corrió ni se escondió sino que murió en la cruz por mí. Él lo sufrió todo, su entrega fue total y su obra de salvación fue completa. Ahora entiendo la exigencia de amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas.

El discípulo debe seguir a Jesús las veinticuatro horas, los siete días de la semana, no puede dar menos. En contraparte hay discípulos domingueros, gente que solamente desempolva la Biblia para llevarla a la congregación, lo cual es sumamente triste. Que nos quede claro: Jesús no puede rebajar el precio del discipulado, para Él es todo o nada. Él no admite que sirvamos a dos señores y nuestra decisión de seguirlo debe ser irreversible.
Permítame una ilustración: cuando usted toma un avión de México a Madrid abrocha su cinturón y se dispone a la travesía. Jamás podrá ocurrir que, a la mitad del trayecto, vaya usted a la cabina a pedirle al piloto que le permita bajar porque se ha cansado del vuelo o regresar a México porque a usted ahora ya no le interesa llegar a Madrid. Esto mismo ocurre cuando se trata de seguir a Jesús: no hay regreso posible.
Pablo compara la vida cristiana con una carrera de obstáculos en la que los corredores salen al disparo del juez y, cuando van corriendo, de pronto se encuentran con obstáculos. El corredor debe ser veloz y, a la vez, muy exacto para saltar sobre ellos. Cuando un corredor salta antes o después del momento oportuno termina impactándose con el obstáculo.
Los cristianos son, en este sentido, corredores que tienen sus ojos puestos en la meta y que durante la carrera encontrarán obstáculos. Estudiemos ahora cinco obstáculos que un verdadero discípulo encontrará en algún momento de su vida.

Cinco obstáculos en la vida de un discípulo.

1.- Los lazos familiares.
Lucas 14:25-26 Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
¿Qué quiere decir aquí Jesús cuando afirma que si no aborreces a tu parentela no puedes ser su discípulo? ¿Dirá que aborrezcamos a nuestros padres, hermanos e hijos? No. A diferencia de otros pasajes, el problema para entenderlo fácilmente no es la traducción sino la expresión propia de la cultura judía a la que hace referencia. En este versículo aborrecer significa “amar menos” o “preferir menos” a alguien que a Dios. Lo que Jesús dice es “el que prefiera más a su parentela que a mí, no es digno de mí”. ¿Por qué? Porque Dios es más que nuestros padres, es más que nuestros hermanos y más que nuestros hijos. Esta confrontación con la realidad de nuestros afectos, de nuestros apegos a la gente, es uno de los obstáculos con los que tarde o temprano muchos de los discípulos nos tendremos que enfrentar.

2.- Los proyectos personales.
Todos tenemos proyectos personales. Pero cuando Dios viene a nuestra vida, éstos pasan a segundo término.
Lucas 9:23-24 Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.

Jesús les pide a sus discípulos que se nieguen a sí mismos para ir en pos de él. Les dice que tomen su cruz, que para nosotros siempre ha tenido una connotación religiosa, pero que en el tiempo de Jesús era símbolo de muerte, pues la crucifixión era un castigo común para delincuentes. Lo que Jesús nos dice aquí es que debemos morir a nosotros mismos para vivir en la voluntad de Dios.
Ahora: Dios te puede pedir que dejes proyectos, pero también puede no hacerlo.

Marcos 1:16-18 Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. Y dejando luego sus redes, le siguieron.

Un pescador, un agricultor, un comerciante o cualquiera que tiene un negocio, quiere que su proyecto produzca y crezca, por lo que humanamente Simón y Andrés pudieron haber tenido en mente crecer en el negocio de la pesca, es un deseo natural. Pero Jesús les pide dejar su proyecto personal porque tiene otra tarea para ellos. Imaginemos la escena: qué pudieron haber pasado Simón y Andrés al decidir seguir a Jesucristo.

3.- Los bienes materiales.
Mateo 6:24 Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.

Ya sabemos que el dinero en sí mismo no es malo, sino que el problema es la actitud que un discípulo puede tener hacia el dinero. Pablo dice que la avaricia es idolatría. En este pasaje, Jesús nos dice que nadie puede servirle a Él y, al mismo tiempo, al dinero. Ya hemos denunciado aquí la falsedad y el peligro de la doctrina de la prosperidad, la cual afirma que sí se puede servir a los dos: la verdad es que eso es imposible, aunque hoy por hoy muchos cristianos tengan su vida, su corazón y todas sus fuerzas empeñadas en conseguir la casa y el auto de sus sueños, la estabilidad y la abundancia económica, y aún muchos alcanzan todo esto. Pero ¿estarán dispuestos a renunciar a todo ello cuando Jesús se los demande? Los profetas de la prosperidad dirían que no tienen por qué hacerlo, pues aseguran incluso que Jesús murió para hacernos ricos. Éstos predican, evidentemente, un mensaje contrario al espíritu de las Escrituras.

Yo le creo a Jesús cuando dice que ninguno puede servir a dos señores. En ese versículo la palabra “servir” se tradujo del griego doulos, que significa esclavo voluntario, uno que decide libremente servir a otro. Respecto a Jesús, cada uno debe decidir si se entrega o no al Señor, si se convierte en esclavo de Jesucristo. Esto implica una renuncia deliberada a sus derechos, a sus sueños, a sus anhelos, por amor a Jesús.

4.- El reconocimiento del mundo.
El ser humano, por naturaleza, gusta del reconocimiento, del aplauso, de sentirse admirado. Una frase común entre cantantes y actores famosos dice “yo vivo del aplauso de mis fans”, es decir, de la gloria que la gente les da. Este tipo de admiración o reconocimiento no glorifica a Dios de ningún modo:
Juan 5:41 Gloria de los hombres no recibo. Más yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros.
Sorprende que, quien habla aquí, es Jesús. ¿Cómo es que el Señor dice que no recibe gloria de los hombres, si en otro pasaje dice que debemos de darle Gloria? Lo que pasa que la gloria de los hombres, es el reconocimiento carnal, convenenciero, lisonjero. Podría decirse que es la gloria hollywoodense, la que se rinde a los famosos vestidos de gala durante una entrega de premios sobre la alfombra roja. Esa gloria no le interesa a Jesús: no va a recibirla.
Juan 7:18 El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia.
Esto significa que el verdadero discípulo no predica su propio mensaje, no habla lo que se le ocurre, sino que predica exclusivamente el mensaje de Jesús. Quienes predican otras cosas buscan su propia gloria, tratan de agradar a la gente y no al Señor.
 
Juan 12:42-43 Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.
Pablo dijo que todo lo que había ganado lo tuvo finalmente por basura. Pero ¿entonces es malo adquirir títulos en el mundo? No, pues éstos son el resultado del esfuerzo por especializarse en una materia y el conocimiento ciertamente es útil para muchas cosas. El problema está en gloriarnos en nuestros alcances y logros. Un verdadero discípulo no permite que el reconocimiento humano que se le pueda brindar ocupe el lugar que el Señor tiene en su vida.

5.- Los honores religiosos.
Lucas 17:7-10 ¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú? ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.

La afirmación de que somos siervos inútiles viene de una expresión hebraica que significa no merecedores. Esto signfica que cuando Dios nos llama a hacer algo y lo hacemos, Él no está en obligación de agradecérnoslo o recompensárnoslo –aunque muchas veces en su amor lo hace-. Dios no “agradece” que oremos por los enfermos o que ayudemos a los necesitados: antes bien deberíamos decir que, sin merecerlo, Dios nos usó para cumplir sus propósitos.
Hay cristianos que oran por un enfermo de cáncer al que Dios más tarde sana, pero luego se llenan de orgullo por lo que ellos “hicieron”. Entendámoslo: todos los que servimos a Dios somos siervos inútiles, no merecemos nada. Entonces, ¿de qué nos enorgulleceremos? De ninguna cosa, porque todo mérito y todo reconocimiento es para el Señor.
Un discípulo que desea seguir a Jesús para obtener prestigio personal, para hacer crecer su reputación, para alcanzar una mejor posición económica, prestigio religioso o jerarquía eclesiástica, muestra una conducta tan anti cristiana y tan anti bíblica como pocas. Espero, sinceramente, que no sea tu caso.
F
UENTE: casa de oracion Mexico

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