domingo, 17 de mayo de 2009

¿Porque estas enemistado con Dios?

¿ PORQUÉ ESTÁS ENEMISTADO CON DIOS?

 

“¿Qué es Dios para nosotros? Él es el Creador de los cielos y de la tierra; Él sostiene los pilares del universo. Él con Su aliento perfuma las flores. Su lápiz las pinta de colores. Él es el autor de esta hermosa creación. “Somos ovejas de su prado; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos.” La relación que tiene con nosotros es la de Hacedor y Creador; y por ese hecho reclama ser nuestro Rey. Él es nuestro Legislador, el autor de la ley; y luego, para que nuestro crimen sea peor y más grave, Él gobierna la providencia; pues es Él quien nos guarda día a día. Él suple nuestras necesidades; Él mantiene el aire que respira nuestra nariz; Él ordena a la sangre que mantenga su curso a lo largo de nuestra venas; Él nos mantiene con vida, y nos previene de la muerte; Él está delante de nosotros como nuestro Creador, nuestro Rey, nuestro Sostén, nuestro Benefactor; y yo pregunto: ¿no es acaso un crimen de enorme magnitud, no es alta traición contra el emperador del cielo, no es un pecado horrible, cuya profundidad no podemos medir con la sonda de todo nuestro juicio, que nosotros, Sus criaturas, que dependemos de Él, estemos enemistados con Él?

Pero puede verse que el crimen es más grave cuando pensamos en lo que Dios es. Permítanme apelar personalmente ante ustedes en un estilo de interrogatorio, pues esto tiene mucho peso. ¡Pecador! ¿Por qué estás enemistado con Dios? Dios es el Dios de amor. Él es amable con Sus criaturas. Él te mira con Su amor de benevolencia, pues este mismo día Su sol ha brillado sobre ti, hoy has tenido alimento y vestido, y has llegado a esta capilla con salud y vigor. ¿Odias a Dios porque te ama? ¿Es esa la razón? Consideren cuántas misericordias han recibido de Sus manos a lo largo de su vida! No nacieron con un cuerpo deforme; han tenido una medida tolerable de salud; te has recuperado muchas veces de la enfermedad. Cuando estabas al borde la muerte, Su brazo ha detenido tu alma del último paso de destrucción. ¿Odias a Dios por todo esto? ¿Le odias porque salvó tu vida por Su tierna misericordia? ¡Contempla toda Su bondad que ha desplegado delante de ti! Podría haberte enviado al infierno; pero estás aquí. Ahora, ¿odias a Dios por haberte conservado?

Oh, ¿por qué razón estás enemistado con Él? Amigo mío, ¿acaso no sabes que Dios envió a Su Hijo procedente Su pecho, y lo colgó en el madero, y allí permitió que muriera por los pecadores, el justo por los injustos? Y, ¿odias a Dios por ello? Oh, pecador, ¿acaso es esta la causa de tu enemistad? ¿Estás tan alejado que agradeces con enemistad el amor? Y cuando te ha rodeado de favores, cuando te ha ceñido con bendiciones, cuando te ha colmado de misericordias, ¿acaso le odias por eso? Él te podría decir lo mismo que dijo Jesús a los judíos: “Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?” ¿Por cuáles de estas obras odian a Dios?

Si algún benefactor terrenal te hubiese alimentado ¿le odiarías? Si te hubiera vestido, ¿le ultrajarías en su cara? Si te hubiese dado talentos, ¿volverías esos poderes en su contra? ¡Oh, habla! ¿Forjarías el hierro de una daga y la clavarías en el corazón de tu mejor amigo? ¿Odias a tu madre que te crió en sus rodillas? ¿Acaso maldices a tu padre que sabiamente veló por ti? No, respondes, sentimos una pequeña gratitud por nuestros parientes terrenales. ¿Dónde están sus corazones, entonces? ¿Dónde están sus corazones, que todavía pueden despreciar a Dios, y estar enemistados con Él? ¡Oh, crimen diabólico!¡Oh, atrocidad satánica! ¡Oh, iniquidad indescriptible! Odiar a Quien es todo amable, aborrecer al que muestra misericordia constante, desdeñar al que bendice eternamente, escarnecer al bueno, al lleno de gracia; ¡por sobre todo, odiar al Dios que envió a Su Hijo para que muriera por el hombre! ¡Ah!, en ese pensamiento: “La mente puesta en la carne es enemiga de Dios,” hay algo que nos sacude; pues es un terrible pecado estar enemistados con Dios. Quisiera poder hablar con mayor poder, pero únicamente mi Señor puede hacerles ver el enorme mal de este horrido estado del corazón”.

Este es un breve aparte del Sermón No. 20 que Charles Spurgeon predicó en Londrés el 22 de Abril de 1855, su título: “La mente puesta en la carne es enemiga de Dios”

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