¿El lenguaje figurado y el simbólico en las Escrituras?
Del libro La Cristiandad Extraviada
Por Robert Roberts
Pero, se preguntará: ¿no existe en las Escrituras el lenguaje figurado? ¿No existe el hecho de predecir acontecimientos en lenguaje que no permite una interpretación literal, tal como cuando se describe al Mesías como "una piedra," "una rama," "un pastor"? Cierto, pero esto no afecta el entendimiento de la profecía. Es un elemento separado coexistiendo con el otro sin contradecirlo.
La metáfora es una cosa; el lenguaje literal es otra. Ambos tienen sus respectivas funciones, y cada uno es tan distinto del otro que el discernimiento corriente puede reconocerlos y separarlos aunque
estén mezclados en la misma oración. Esto será evidente con un poco de reflexión.
Usamos metáforas en el lenguaje corriente sin caer en ambigüedades. Nunca nos hallamos en duda para reconocer la metáfora cuando se utiliza, y para entender su significado. Nunca caemos en el error de confundir lo metafórico con lo literal. La diferencia entre ellos es demasiado evidente para confundirlos.
Cuando hablamos de tiranos que "pisotean los derechos de su pueblo," estamos mezclando lo literal con la metáfora; sin embargo, nadie llegará al extremo de suponer que los derechos son sustancias literales que pueden ser trituradas bajo la acción mecánica de los pies.
Cuando decimos que alguien "lleva la cabeza en alto," no nos referimos a una altura que se puede calcular con una vara de medir; una "mirada sombría" no tiene nada que ver con el color; una "cabeza dura" no puede ablandarse con un martillo; lo mismo ocurre con alguien "enamorado hasta las orejas," con "un corazón de oro."
Son metáforas tan bien entendidas que no se corre el riesgo de una falsa interpretación; sin embargo, supongamos que decimos: "La nacionalidad polaca ha de ser restaurada," o "se acaba de establecer una nueva nación en el interior de Africa Occidental"; en estos casos utilizamos un estilo de lenguaje desprovisto de metáforas. Hablamos claramente de cosas literales y las entendemos instintivamente en un sentido literal.
Ahora bien, con respecto a la Biblia se descubrirá que en su mayor parte éste es el carácter de su composición. Siendo una revelación dirigida a seres humanos, está redactada en lenguaje humano. No es una revelación de palabras sino de ideas; de ahí que su lenguaje completo está subordinado al propósito de impartir tales ideas. Las peculiaridades del lenguaje humano están en conformidad con los diversos factores ya mencionados.
Por ejemplo, el uso de las metáforas está ilustrado en los siguientes casos:
Un lugar de aflicción nacional es asemejado a un horno de hierro. Dice Moisés en Deuteronomio 4:20: "Pero a vosotros Jehová os tomó, y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto."
El hecho de que Egipto es descrito metafóricamente como un "horno de hierro" no contradice el hecho de que Egipto es un país literal.
Se dice que las naciones ocupan un lugar elevado o bajo, según su estado político. De este modo, en Deuteronomio 28:13, Moisés dice a Israel: "Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo." Y Jesús dice de Capernaum: "Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida" (Mateo 11:23).
Jeremías, lamentando la postración de Judá, dice: "¡Cómo oscureció el Señor en su furor a la hija de Sion! Derribó del cielo a la tierra la hermosura de Israel" (Lamentaciones 2:1).
También las naciones son asemejadas a ríos y aguas.
En Isaías 8:7, 8, leemos: "El Señor hace subir sobre ellos aguas de ríos, impetuosas y muchas, esto es, al rey de Asiria con todo su poder."
Por eso, al referirse a las constantes devastaciones a las que la tierra de Israel fue sometida a manos de ejércitos invasores, las palabras del Espíritu son: "...cuya tierra es surcada por ríos" (Isaías 18:2).
Se podrían mencionar otros muchos casos, pero estos son suficientes para ilustrar el elemento metafórico del lenguaje de las Escrituras. Es cierto que hay metáforas, pero esto es algo muy diferente a la regla de interpretación injustificada e indiscriminada que, por un proceso llamado "espiritualizante," borra casi todas las características originales de la faz de las Escrituras, dejando la palabra de Dios sin ningún efecto.
Hay otro estilo de comunicación divina que ni es literal ni metafórico, pero que sin embargo es suficientemente distintivo en su naturaleza para impedir que sea confundido con cualquiera de estos dos; y también suficientemente preciso e inteligible para que haya exacta comprensión. Este es el estilo simbólico, el cual se emplea mayormente en lo que se puede llamar profecía política. En este caso, los acontecimientos están representados por figuras. Un imperio es representado por una bestia, reyes por cuernos, gentes por aguas, naciones por ríos, una ciudad gobernante por una mujer, etc., pero ni en este estilo ni en el metafórico ningún apoyo hay para la espiritualización de la religión popular. Tiene un carácter especial, siempre puede ser identificado cuando ocurre, y siempre se puede explicar en base a ciertas reglas que suministra el contexto. Lo literal es la base; los principios elementales de la verdad divina se comunican en forma literal; sus aspectos más profundos se hallan elaborados e ilustrados metafórica y simbólicamente.
El uno es el paso para el otro. Nadie puede entender lo simbólico a menos que esté familiarizado con lo literal; y nadie puede entender lo literal si acude a las Escrituras con los ojos cubiertos por el velo con que el proceso "espiritualizante" ha cegado la gente. Primero es necesario deshacerse de ese proceso; lo literal se debe reconocer y estudiar como el alfabeto de las cosas espirituales, y entonces la mente-establecida sobre esta base inamovible-estará preparada para alcanzar la comprensión de aquellas cosas más profundas de Dios que se hallan escondidas bajo enigmas, para el estudio de aquellos que se deleitan en escudriñar la voluntad de Dios.
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