jueves, 14 de julio de 2016

La comodidad de seguir el cuestionable estatus doctrinal


La comodidad de seguir el cuestionable estatus doctrinal
Del libro La Cristiandad Extraviada
Por Robert Roberts



Vea en Juan 14:17; 16:13) que los últimos días sería un tiempo de desviación de lo que ellos predicaban, cuando los hombres se entregarían a las "fábulas" y caminando en "disoluciones" se desviarían totalmente de las instituciones redentoras del evangelio entregado por ellos, cumpliendo así la profecía de Isaías referente a las condiciones que existirían en la tierra inmediatamente antes de la manifestación de la gloria de Dios al tiempo de la aparición de Cristo: que "tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones" (Isaías 60:2)?

Semejante panorama puede traer lamentables conclusiones y producir mucho desconcierto personal en un estado de sociedad donde el hombre no puede prosperar a menos que se postre en la tierra y rinda culto a la opinión del momento. Pero tales consideraciones no impedirán que una mente sincera investigue un tema tan trascendental. "¿Qué es la verdad?" es la principal preocupación de hombres de este tipo, y van adondequiera que la respuesta los lleve, incluso a "cárceles" y "peligros de muerte" (2 Corintios 11:23), si eso aún fuera posible en nuestra época.

Propongo realizar esta investigación en los capítulos siguientes. Se ha supuesto que tales temas pertenecen exclusivamente a la jurisdicción de los clérigos, pero es poco probable que un clérigo discuta si todo el sistema mismo del clericalismo es o no una desviación de la verdad bíblica. No es un tema que él está particularmente preparado para examinar. Y de hecho se está reconociendo cada vez más que las cuestiones de verdad bíblica son del interés y competencia de personas que no son profesionales en la materia. Nada menos que un genuino conocimiento individual de la Biblia satisfará la sincera curiosidad que quiere saber qué es la verdad, en medio de la confusión intelectual, interrogantes y conflictos de los tiempos modernos. Si la Biblia es la voz de Dios para todo hombre que tiene oídos para oír (lo que manifiestamente es el caso), entonces corresponde a cada hombre por sí mismo y para sí procurar entenderla y compartir los beneficios que haya recibido.

El requisito para esto no es una cuestión de haber sido ordenado como clérigo profesional, sino que viene con el entendimiento. Y con el entendimiento viene no solamente la capacidad, sino también la obligación. Tan pronto como un hombre entiende y cree en el evangelio, está obligado a ofrecerse como instrumento para su difusión. El mandamiento viene directamente de la boca del Señor Jesucristo mismo: "Y el que oye, diga: Ven" (Apocalipsis 22:17); el ejemplo de los primeros cristianos proporciona indiscutible ilustración del significado del mandamiento (Hechos 8:1-4).

La tradición se apega a la idea de que el predicador tiene que haber recibido las "santas órdenes." Pero de éstas no hay mención en las Escrituras. La enseñanza apostólica inculca el razonable punto de vista de que la verdad de Dios tiene por objeto hacer propagandistas a todos los que la reciben.

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