martes, 5 de julio de 2016

Analogía de la obra de la ley vs la obra de la gracia

Del Libro En busca de la libertad cristiana
Por Raymond Franz (ex- dirigente WT)



En estas pocas palabras, "la fe que actúa por la caridad", el autor inspirado resume la esencia de toda la vida del cristiano. Nada tiene que ver con el mantenimiento de reglas ni la consiguiente aprobación de otros mediante tal cosa, y ciertamente no el temor a ser llamado ante un cuerpo judicial por infringir ciertas normas y reglas (una razón totalmente negativa), sino más bien la fe y el amor son las que motivan al hombre y a la mujer cristianos. La fe y el amor constituyen las fuerzas positivas que proporcionan no sólo el genuino poder de disuasión contra el obrar mal, sino también el mayor estímulo para las buenas obras que son los frutos de quienes son auténticos discípulos del Hijo de Dios.

Tal vez un ejemplo de la vida doméstica ilustre con mayor claridad la diferencia entre estar bajo la ley o bajo la gracia o bondad inmerecida, cuál es realmente el resultado en el análisis final.

Consideremos un hogar en el que el marido es tanto un padre como el principal proveedor de los medios económicos. Si decide ejercer de cabeza por medio de una lista de leyes, poniendo reglas específicas para que las observe la esposa, especificando hasta cómo debe mantenerse la casa, la forma, los días y las veces en que ella debería atender todo en la casa y las responsabilidades de familia (la limpieza, la compra, hacer la comida, la ropa, la educación de los niños), tal esposo podría tener una casa muy ordenada, en la que todo funciona de acuerdo a un programa. Pero también podría tener una esposa infeliz. Podría tener la plena satisfacción de ver que todo funciona de acuerdo a las normas establecidas por el poder de su autoridad. Pero no sabría nunca si todo eso era motivado por el amor.

Por el contrario, un marido que cree en el poder del amor y la bondad, cuya forma de pensar no está regida por un falso sentido de superioridad, sino que respeta y confía en su mujer, reconoce su inteligencia, su habilidad para hacerse cargo de las cosas utilizando su iniciativa personal, que cree que el interés de ella por el hogar y la familia es tan profundo como el suyo propio y que actúa hacia ella de acuerdo con conocimiento, puede igualmente disfrutar de una casa ordenada dentro de una atmósfera mucho más relajada y feliz que obrando de la manera antes descrita. Puede lograrlo mediante una buena comunicación y diálogo, buscando llegar a conclusiones y decisiones compartidas antes que a mera manifestación de una autoridad arbitraria. Cuando ve una casa limpia y bien arreglada, comida bien preparada, ropa a punto, u observa que los hijos han sido entrenados en el respeto hacia él, puede darse cuenta de que todo eso se debe a algo bien distinto a una sumisión a reglas. Puede tener la satisfacción genuina y el gozo de saber que se debe al amor de su esposa hacia él, su matrimonio y su familia.

Externamente los resultados parecen ser los mismos en algunos aspectos. Pero el resultado interno es radicalmente diferente. La clave reside en la motivación y el espíritu. Y esa es la diferencia, al mirar el efecto de cuando uno vive una vida cristiana, entre hacerlo bajo la ley o bajo la bondad inmerecida de Dios a través de Jesucristo. Seguramente la sabiduría de Dios se manifiesta en eso. El amor y la fe, las auténticas "reglas" del cristiano, pueden alcanzar a los pensamientos más íntimos y profundos del corazón. Pueden abordar y llevar a cabo cada faceta de la vida de una manera que la ley y las normas nunca pueden realizar. Al no estar bajo la ley, el cristiano está en posición de mostrar lo que él o ella realmente es en su corazón. Eso es lo único que cuenta para Dios.

Durante el tiempo en que fui miembro del Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová, este fue el asunto de mayor preocupación para mí. Vi que una desmesurada cantidad del tiempo invertido en las sesiones del Cuerpo Gobernante estaba dedicado a tomar decisiones relacionadas con normas reguladoras de la vida personal de la gente. Vi que cada normativa engendraba cuestiones que exigían nuevas reglas por las que se juzgaba la rectitud de otras personas.

Únicamente observando esas reglas las personas podrían ser consideradas con una buena posición ante Dios y Cristo. ¿Por qué habría de ser eso así? ¿Podíamos unos pocos tener realmente autoridad de Dios para obrar de esa forma? ¿Era eso realmente beneficioso para quienes se supone que debíamos servir?

Fue entonces, al darme cuenta de que la libertad que la Escritura enseña se refiere no sólo con respecto a la Ley Mosaica, sino al concepto de mantenimiento de normas (cualquiera que sea el método empleado), que pude ver en dónde radicaba el problema. En lugar del apego a las leyes y a las normas como medio de obtener y mantener la rectitud en la congregación cristiana, había una manera mejor. Y fue la libertad cristiana la que la hizo posible, práctica y genuinamente deseable.

No es que la ley sea mala (es, después de todo, lo único que mantiene a le gente de este mundo bajo control). Se trata más bien de que el amor y la fe son superiores, aventajan a la ley, producen un espíritu de rectitud procedente del corazón. ¿Sobre quién depositaríamos mayor confianza, a quién manifestaríamos mayor respeto y estima? ¿A alguien que dice que se abstiene de ciertas cosas malas porque "están fuera de la ley" o a aquél que afirma que lo hace "porque se trata de algo desamorado y carente de fe en Dios?".

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