LOS UNGIDOS SON LOS ELEGIDOS DE DIOS
Por Mario A Olcese
En Lucas 23:35 leemos: “...a otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, EL ESCOGIDO de Dios”. De modo que el Cristo era reconocido como alguien que era escogido de Dios. No obstante, las Escrituras nos dicen que Dios también escogió o otros hombres para que fueran sus ungidos o cristos menores al servicio del Cristo Mayor, Jesucristo.
Dice Pablo en Efesios 1:4,5,11-13, así: “Según NOS ESCOGIÓ en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser ADOPTADOS hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad...en él asimismo tuvimos HERENCIA, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, FUISTEIS SELLADOS CON EL ESPÍRITU SANTO DE LA PROMESA.”
Por su parte el apóstol Pedro dice sobre los escogidos lo siguiente: “Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesús Cristo...mas vosotros sois linaje ESCOGIDO, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios...” (1 Pedro 2:4,5,9). ¿nos damos cuenta que Jesús Cristo y nosotros somos “piedras vivas”, y linaje escogido, para ser parte de la casa o templo espiritual de Dios, para ofrecer sacrificios de alabanza?
Entonces es evidente que tanto Jesús Cristo, el escogido de Dios, y nosotros, los otros escogidos deL Padre, somos cristos de Dios para participar dentro de la familia divina. Por eso Pablo tiene razón cuando escribió en 2 Tes. 2:13,14, lo siguiente: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que os haya ESCOGIDO desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar LA GLORIA de nuestro Señor Jesucristo”.
LOS UNGIDOS SON REYES Y SACERDOTES
En Lucas 23:2 la muchedumbre acusa a Jesús de estar propagando la idea de que él era el Cristo, un rey. Dice el pasaje, así: “Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey”. Esto es interesante, pues aquí vemos que hay una asociación del título ‘Cristo’ con el cargo de ‘un Rey’. De igual modo, los Cristianos, o los otros cristos, están llamados a ser reyes asociados con el Rey mayor, Jesucristo. Dice Apo 5:10: “y nos has hecho para nuestro Dios REYES y SACERDOTES, y reinaremos sobre la tierra”.
Como vemos, Jesús Cristo nos ha hecho reyes para Dios a través de su sacrificio expiatorio, al redimirnos de la condenación y la muerte eternas. Estamos llamados a ser como Su Hijo Unigénito, y coparticipar con él de sus riquezas como parte de Su familia. Esta era dorada fue vislumbrada por los profetas del Antiguo Testamento. Por ejemplo, Isaías dice: “He aquí que para justicia reinará un rey, y príncipes presidirán en juicio” (Isa. 32:1). “Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isa. 2:4).
El profeta Daniel escribe sobre esa era del reino de Cristo y de sus santos, diciendo: “Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un Hijo de Hombre, que vino hasta el Anciano de Días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido...y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán” (Daniel 7:13,14,27). De modo que todos los cristos tendrán dominio y gloria en el reino milenario de Dios.
LOS UNGIDOS TIENEN SUS TRONOS
San Juan dice: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad para juzgar...y vivieron y reinaron con Cristo mil años.” (Apo. 20:4). Y en el Salmo 122:3-5 dice: “Jerusalén, que se ha edificado como una ciudad que está bien unida entre sí. Y allá subieron las tribus, las tribus de Yah, conforme al testimonio dado a Israel, para alabar el nombre de Jehová. Porque allá están las sillas del juicio, los tronos de la casa de David.”
No es sorpresa, entonces, que Jesús Cristo les haya ofrecido a sus apóstoles tronos para que se sienten sobre ellos para que sean co-gobernantes con él en su reino venidero. Pero esos tronos serán ocupados cuando Jesucristo regrese en toda su gloria divina, pues así lo dijo el Señor en Mateo 25:31,34. Por tanto, ningún cristiano está reinando en estos momentos sobre las naciones (Apo. 2:26). Los que dicen que ya están reinando en el reino de Cristo están errados porque ignoran las dispensaciones de Dios. Recordemos que Pablo les había escrito irónicamente a los creyentes de Corinto para burlarse de sus creencias erradas sobre un supuesto “reinado” ya consumado sobre la tierra (1 Cor. 4:8).
LOS CRISTOS (UNGIDOS) TIENEN LA MISIÓN DE SALVAR A OTROS
El Señor Jesús es nuestro Salvador, ya que con su sangre nos redimió de la condenación eterna, y nos introdujo en su familia a fin de participar de los bienes de Su Padre. Es por eso que él es nuestro querido Salvador, porque nos dio vida estando muertos; nos abrió el camino para ser hijos y herederos de Su Padre, y coherederos con él del mundo de la era venidera (Romanos 8:17). Estamos llamados, pues, a recibir todo lo que Jesucristo recibió en su resurrección, sin excepción alguna. La gloria que Cristo recibió la recibimos nosotros también por la fe.
Por eso Jesús pidió al Padre para que los suyos estuviesen con él en el mismo lugar en dónde él iba a estar. Sus palabras son como siguen: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde la fundación del mundo” (Juan 17:24). Y en Apocalipsis 3:21 Jesús dice: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”. De igual modo, todos los Cristianos deben hacer su parte como administradores de esa salvación, llevando el evangelio salvador a todo el mundo habitado.
En buena cuenta, el Cristiano está llamado a salvar a otros con el evangelio de Cristo. Dice Judas 23 dice: “A otros salvad, arrebatándolos del fuego...” Y Pablo dice: “Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos” (1 Cor. 9:22). A Timoteo le dice: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” ( 1 Tim. 4:16).
De modo que los Cristianos salvan a otros a través de la administración del evangelio de Cristo, poniendo sus vidas al servicio y en sacrificio de los que son predestinados para la salvación. Por tanto, no es de extrañarse que Pablo dijera: “...fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio...” (1 Tes. 2:4)--¿y cuál es la razón para esto? Pues Jesús “sacó a la luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Tim. 1:10).
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