lunes, 11 de julio de 2016

Todos los bautizados somos ungidos

Todos los bautizados somos ungidos
Por Mario A Olcese



Algunos de nuestros amigos se escandalizan cuando les decimos que Dios nos ha escogido para que nos convirtamos en cristos (ungidos). Y es que eso es precisamente lo que significa el vocablo cristo: ¡Ungido! (Gr. Kjristós, Heb. Mashiaj) Los patriarcas fueron llamados “ungidos de Dios” (Salmo 105:15), y los profetas (1 Reyes 19:16); así como los sacerdotes (Ex. 28:41) y reyes (1 Sam. 10:1). Además, en cierto sentido todo el pueblo de Dios fue su “ungido” porque se entendía que todos ellos habían de ser profetas Núm. 11:29 y sacerdotes (Isa. 61:6). Así tenemos que algunos hombres insignes como Aarón, Natán, etc, eran ungidos.

El sumo sacerdote de Israel era “el ungido” de Dios también (Lev. 4:3,5,16; 8:12; Heb. 5:1). Samuel habló de Saúl como ‘kjristós’ en 1 Samuel 12:3, según la versión de los LXX: “Guárdame Jehová de extender mi mano---exclamó David--- contra el ungido (kjristós) de Jehová”. Y Eliseo, el profeta, fue igualmente ungido de Dios (1 Reyes 19:16).

LOS REYES UNGIDOS

Hemos visto que TODOS los reyes de Israel eran ungidos para tomar sus cargos de liderazgo de la nación de Dios. Saúl, el primer rey de Israel, fue ungido por Samuel, quien fue un prominente profeta y juez de Israel. En 1 Samuel 10:1 leemos: “Tomando entonces Samuel una redoma de aceite, la derramó sobre su cabeza, y lo besó, y le dijo (a Saúl): ¿No te ha ungido Jehová por príncipe sobre su pueblo Israel?”. Más adelante, Saúl se convertiría en un hombre rebelde a Jehová y terminaría siendo finalmente rechazado por Dios como rey de Israel. En su lugar, sin embargo, sería ungido por elección de Dios, un joven pastor de ovejas llamado David, el cual reinó 40 años como rey de Israel hasta su muerte natural. “Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David.” (1 Samuel 17:13).

JESÚS ES EL UNGIDO POR DIOS

El Señor Jesús Cristo igualmente fue ungido por el Espíritu Santo para convertirse en el rey de Israel. Las Escrituras nos dicen que lo siguiente: “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino. Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual TE UNGIÓ Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros...” (Hebreos 1:8,9). Cuando Jesús retornó del desierto, se dirigió directamente a la sinagoga para iniciar su ministerio. Sus primeras palabras fueron una cita de Isaías 61: “El Espíritu del Señor es sobre mí, Por cuanto me ha ungido…para pregonar á los cautivos libertad...” (Lucas 4:18). Por tanto, El sabía que esto era verdad, más allá de toda sombra de duda. La luz del verdadero Espíritu de Dios había sido vertido sobre su vida y había consagrado su mensaje desde el momento en que fue bautizado por Juan el Bautista.

LOS DISCÍPULOS DE JESÚS CRISTO SON UNGIDOS

Como dice claramente Pablo a los corintios, en 2 Cor. 1:21: " el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras de Su Espíritu en nuestros corazones". Tomemos nota que Pablo dice ---en tiempo pasado--- que Dios nos ungió a nosotros con Su Espíritu. Los primeros creyentes no estaban esperando una experiencia futura de ungimiento del Espíritu Santo, porque Dios ya los había ungido el mismo día de su conversión y bautismo, de lo contrario no podrían haber sido considerados cristianos, ni menos, ser parte de la iglesia de Corinto.

Lo mismo descubrimos en 1 Juan 2:20,27: "vosotros TENÉIS la UNCIÓN del Santo"... "la UNCIÓN que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros". En el capítulo 3:2 se nos revela que se los está diciendo a todos los que somos “hijos de Dios”, los que seremos semejantes al Señor. Aquí aclara en el capítulo 3:2 que se lo está diciendo a todos los que "ahora somos hijos de Dios", a los que seremos semejantes a él. Ahora bien, "Ungidos con el Espíritu Santo” resalta otras bendiciones colaterales que Dios nos añade cuando nos entrega el Espíritu Santo.

Todos los cristianos fuimos ciertamente “ungidos por Dios”, pues sin este ungimiento no podríamos ser cristianos (Rom. 8:9). Y al tener el Espíritu Santo nos constituimos en hijos y herederos de Dios, así como coherederos con Jesús (Rom 8:17). En 1 Cor. 12:13 dice: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a TODOS se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. En este pasaje el bautismo con el Espíritu Santo tiene relación directa con nuestro ingreso al cuerpo de Cristo, el cual es su iglesia. Cada uno de nosotros pasamos a ser miembros con diferentes funciones, pero el cuerpo y la cabeza no se desunen, de lo contrario moriríamos todos. La cabeza es la que dirige, y el cuerpo obedece las órdenes.

Por lo tanto, el Cristo completo es cabeza y cuerpo, y cuando Cristo se siente en su trono, se sentará él con su cuerpo completo. La cabeza y el cuerpo estarán juntos, y donde quiera que vaya la cabeza, allí estará su cuerpo. De modo que ambos: cabeza y cuerpo disfrutarán de todas las bendiciones de Dios Padre. Es por eso que Jesús promete a su iglesia participar de su propio trono, para que se sienten con él como sus cristos menores (Apo. 3:21). El desea que su cuerpo sea tan ungido como él lo es a través del Espíritu Santo. La cabeza no puede ser ungida con un cuerpo carente de ungimiento, pues el Espíritu es lo que da vida al cuerpo entero (Gál. 5.25). Tanto cabeza y cuerpo son santos y puros, y deben trabajar armoniosamente hacia una misma meta, pues respondemos al mismo llamamiento del cielo (Heb. 3:1).

En consecuencia, debe existir una comunión total, la unidad que Cristo pidió al Padre para su iglesia (Juan 17:21). Los llamados preteristas extremos, y los amilenialistas en general, sostienen que Cristo empezó a reinar en el primer siglo al poco tiempo que se fue al cielo. Pero esto no es del todo cierto, ya que Cristo no puede reinar sin sus otros cristos menores que se van uniendo a su cuerpo progresivamente. Jesús prometió que nos sentaríamos con él en su trono, y que juntos con él reinaríamos el mundo (Apo. 2:26,27; 3:21; 20:4,5, Isa. 32:1).

Los Testigos de Jehová sostienen que la iglesia está compuesta únicamente por Cristo y 144,000 personas de su organización. El resto de sus miembros son las “otras ovejas”, o una “grande muchedumbre” sujeta a Cristo y su iglesia. Ellos enseñan que Cristo y su minúscula iglesia de 144,000 personas vivirán en el cielo, en tanto que el resto de los conversos de su culto se quedarán en la tierra. Esta es una blasfemia y una vulgar distorsión de la verdad bíblica. Jesucristo estará con sus seguidores a donde quiera que él vaya. Sus seguidores (los miembros) no pueden estar separados de la cabeza, pues eso los aniquilaría por completo. Desgraciadamente millones de Testigos de Jehová permanecen decapitados, ya que se les ha enseñado que no tienen ninguna posibilidad de pertenecer al cuerpo del Señor.

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