viernes, 1 de julio de 2016

Antecedentes históricos de la lengua griega

Capítulo primero

ANTECEDENTES HISTORICOS DE LA LENGUA GRIEGA



Los testimonios más antiguos de la lengua griega los encontramos en las tablillas micénicas (siglos XV a XII a. C.). Se trata de tablillas de arcilla cocidas fortuitamente en los incendios de los palacios de Cnoso, Pilo, etc., que nos han conservado las primeras palabras y frases escritas de la lengua griega. Son sólo unos escuetos documentos de los inventarios o archivos palaciegos de la civilización minoico-micénica, pero de gran interés para el lingüista y el historiador del mundo antiguo.

La literatura empieza con los poemas atribuidos a Homero, compuestos en el siglo VIII a. C., en la misma época en que en Grecia se introduce y se adopta definitivamente el alfabeto, de origen fenicio.

Con Homero comienza no sólo la literatura griega, sino la tradición literaria occidental. Sus dos grandes poemas, la Ilíada y la Odisea, se constituyeron pronto en los textos fundacionales de toda la literatura antigua. Se recitaban en las fiestas y los niños griegos los aprendían de memoria en las escuelas. Los griegos inventaron luego, una tras otra, las formas literarias clásica: tras la épica, vino la lírica coral y monódica, la prosa de la historiografía, la oratoria, la filosofía y los tratados científicos, y luego el teatro poético, con sus dos formas arquetípicas de la tragedia y la comedia.

Pero esa literatura no está escrita en un griego común, como suponemos que fue el de la etapa primitiva, después de que los griegos entraran en la península helénica y que se confirmara allí la separación lingüística del griego respecto de otras lenguas indoeuropeas, sino que se nos presenta ya con una clara variedad dialectal. Homero compone sus poemas en una forma literaria un tanto artificial, la lengua de la épica, que es la del dialecto jonio mezclado con formas eolias y algunos arcaísmos, mientras que la lírica monódica de Safo y de Alceo (ambos de Mitilene, en la isla de Lesbos) está escrita en eolio, y la lírica coral, la de Píndaro de Tebas, por ejemplo, está escrita en dialecto dorio. En la literatura se refleja, pues, desde época temprana una fragmentación del griego en varios dialectos, que tienen su base en la geografía y la historia de los diversos pueblos de la Grecia antigua.

Fundamentalmente se distinguen cuatro grandes grupos dialectales: el jónico-ático, el eolio, el arcadio-chipriota, y el dorio en un sentido amplio (que comprende también al llamado griego del Noroeste junto al dorio propiamente dicho). Los tres primeros pueden agruparse en lo que se llama el griego "aqueo", frente al dorio en sentido amplio.

Lo que llamamos griego clásico es, ante todo, el ático del siglo V y IV a. C., la lengua de la prosa y del teatro ateniense, la forma del griego que se utilizaba en la Atenas del siglo de Pericles, la de Platón y los grandes oradores y dramaturgos. El dialecto ático tiene desde el punto de vista de la cultura clásica un claro predominio sobre los demás, que se corresponde bien con el papel central de Atenas en el pensamiento y la ilustración del período clásico. La ciudad de la democracia, el teatro y la filosofía, mantuvo un esplendor intelectual y artístico paralelo a su poder político durante el llamado siglo de Pericles, y todavía después de la pérdida de su hegemonía política siguió siendo largo tiempo el centro de la cultura griega por excelencia.

La repartición dialectal del período clásico era del modo siguiente: el jonio se hablaba en Asia Menor, las islas Cícladas, y la larga isla de Eubea; el ático, como su nombre indica, en el Ática; el eolio estaba extendido por Tesalia, Beocia, la isla de Lesbos y la zona costera minorasiática de enfrente; el arcadio era hablado en la zona de Arcadia, en el Peloponeso, y el chipriota en la isla de Chipre; el dorio se hablaba en la mayor parte del Peloponeso, en las islas colonizadas por dorios, como Creta, Rodas, Cos, Tera y otras, y en diversas partes del Sur de Italia (la Magna Grecia) y Sicilia. El llamado griego del Noroeste, muy semejante al dorio, en la región cercana al Adriático, el Epiro y zonas vecinas.

Pero, por otro lado, conviene notar que el dialecto jónico está muy próximo al ático, ya que los jonios, que poblaron la zona costera de Asia Menor en los siglos X y IX a. C., procedían en gran parte del Ática y conservaron muchos rasgos del dialecto común a sus antepasados, los pobladores de la comarca de Atenas.
El jonio evolucionó desde ese fondo común arcaico a rasgos más singulares en la zona costera, una zona próspera que muy pronto realizó importantes avances culturales de la civilización helénica: allí se desarrolló la gran épica homérica, allí surgió la filosofía y la historiografía, y con ellas la primera prosa griega. También se escribe en jonio el género poético de la elegía y el yambo. En la isla de Lesbos, de población eolia, surgieron, ya en el siglo VI a. C., dos grandes poetas cuya personalidad y obra marcó para siempre la poesía antigua: Safo y Alceo, que escribieron en el dialecto local eolio. La tradición de las fiestas impuso el dialecto dorio para la poesía coral, que tiene en la época clásica su manifestación más lograda en los epinicios de Píndaro y Baquílides.

La Koiné o lengua común.
A partir de la unificación de Grecia bajo Filipo de Macedonia, el dialecto ático, ligeramente alterado en contacto con los demás dialectos, se impuso como lengua literaria en toda Grecia y se extendió con las conquistas de Alejandro Magno a todo el Oriente.

En este periodo, llamado helenístico, el dialecto ático, hablado por las clases cultas, los mercaderes y los emigrantes, se convirtió en lengua común por todo el Oriente Próximo. Al mezclarse los griegos con otros pueblos, la lengua cambió; el ático se convirtió en la base de una nueva forma del griego, la koiné (la norma), que se extendió por todas las áreas de influencia griega. Durante el imperio helenístico la koiné fue la lengua de la corte, de la literatura y el comercio.

Esta gradual divergencia de la lengua de Platón y Demóstenes fue contemplada por los puristas como una decadencia, marginando su uso escrito lo que creó una sima entre la lengua cotidiana y la arcaizante, poniéndose de moda publicar manuales de buen uso de la lengua en los que equivalentes áticos de las innovaciones koinés eran recomendados para la imitación del estudiante.

El dialecto así formado se llamó lengua común -he koine dialektos- y en ella escribieron sus obras, entre otros, el Filósofo Aristóteles, el historiador Polibio y el moralista Plutarco.
Asimismo este dialecto constituye el fondo del griego bíblico, así del Antiguo como del Nuevo Testamento, siendo la base de la traducción de la Septuaginta hecha en el siglo III a. C. Numerosas inscripciones permitieron a los estudiosos trazar su progresión a expensas de los antiguos dialectos, al menos en la lengua del comercio y de la administración, aunque algunos dialectos rurales lograron sobrevivir hasta el siglo II d. C. La koiné fue la lengua coloquial en el Egipto urbano, pudiendo estudiarse su existencia por los papiros que se remontan hasta el siglo IV a. C. A grandes rasgos se puede decir que su periodo se extiende desde las conquistas de Alejandro en el siglo IV a. C. hasta el reinado de Justiniano en el VI d. C.

Con todo, los dialectos griegos fueron desapareciendo al extenderse el uso de la lengua griega como la lengua de cultura y de uso comercial y civilizador en todo el Mediterráneo oriental y en los territorios conquistados por Alejandro Magno, a fines del siglo IV a. C., y administrados luego por sus sucesores. Aunque el imperio universal de Alejandro se fragmentó en varios reinos, se mantuvo la unidad cultural superpuesta a las lenguas locales.

La lengua común griega o “? ????? ?????????” se impuso como una especie de lingua franca en todo un inmenso dominio cultural, desde las fronteras de la India hasta Egipto y de allí hasta el sur de Italia, como el vehículo de la civilización y la cultura, con un impulso arrollador. El griego fue la lengua de la cultura en todo el ámbito de la civilización helenística, en su etapa alejandrina y después. En esa civilización de ansia universal y de tan dilatados horizontes ya no importaban las sutiles diferencias o tonos dialectales, sino que se usaba para la comunicación una forma del griego que había borrado todas esas variantes menores.

La Koiné se había formado esencialmente sobre el ático, la lengua de los grandes prosistas, oradores y filósofos, pero sin conservar ciertos arcaísmos de ese dialecto e incorporando algunos vocablos del jonio y del dorio. En ese mundo helenístico ya no era Atenas la capital cultural, sino que durante siglos el helenismo de ideales cosmopolitas irradiaba desde otras grandes ciudades, más populosas que la vieja ciudad de Pericles, como Alejandría, Pérgamo, Éfeso o Antioquía, y el griego era usado por gentes de orígenes y razas muy diversas.

La Koiné era la lengua a la que se tradujeron los textos del Antiguo Testamento y en la que se escribieron los del Nuevo, la que utilizaban los filósofos y los mercaderes, los gobernadores de Oriente, ya fueran griegos o romanos, la que escribieron los autores de más renombre y los más populares del helenismo, sea cual fuera su procedencia, incluso en los siglos áureos del Imperio Romano, como hicieron, por ejemplo, Plutarco, Luciano, Plotino, o novelistas como Heliodoro. Los romanos hablaban y escribían griego en la zona oriental del Imperio, y en Roma se estudiaba el griego en las familias patricias o con intereses culturales. Era la lengua de la filosofía y de la ciencia. Es muy sintomático que el emperador Marco Aurelio (120-180), que no tenía, ni tampoco su familia, relación alguna con Grecia, escribiera sus apuntes más íntimos o Soliloquios en griego.

La koiné se dividió en dos niveles: la literaria o culta y la lengua vernácula o popular. Usaron y hablaron la lengua culta las clases superiores educadas que hasta la conquista romana mantuvieron una vida artística e intelectual plena de vigor e independencia, y aunque no olvidaron a los grandes escritores de tiempos anteriores, desarrollaron una lengua que expresara sus nuevas necesidades, concretamente las relacionadas con las ideas abstractas del ámbito de la filosofía, la gramática, las ciencias físicas y las sociales.

El filosofo Aristoteles fue un maestro de la lengua Koinè, logrando altos niveles de musicalidad que se puede apreciar en el siguiente párrafo de ???? ????? (Tratado del Alma) ??????? ?????? (Libro Primero) ????????? ?' (Capítulo
??? ???? ????? ????????. (Partiendo del supuesto de que el saber es una de las cosas más valiosas y dignas de estima y que ciertos saberes son superiores a otros, bien por su rigor, bien por ocuparse de objetos mejores y más admirables, por uno y otro motivo deberíamos con justicia colocar entre las primeras, la investigación en torno al alma. Más aún, parece que el conocimiento de ésta contribuye notablemente al conjunto del saber y muy especialmente al que se refiere a la Naturaleza: el alma es, en efecto, como el principio de los animales. Por nuestra parte, intentamos contemplar y conocer su naturaleza y su entidad, así como cuantas propiedades la acompañan: de éstas las hay que parecer ser afecciones exclusivas del alma, mientras que otras parecen afectar además, y en virtud de ella, a los animales como tales).
Para concluir estas líneas, es meritorio ilustrar que la versión más antigua del Nuevo Testamento se encuentra en el El Códice Sinaítico o Codex Sinaiticus, un manuscrito de la Biblia Griega del siglo IV (330-350).

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