martes, 5 de mayo de 2009

Fuego Extraño en los pulpitos

FUEGO EXTRAÑO

Escrito Por: Miguel Rosell

 

Muchos de nosotros, los pentecostales o renovados, y por tanto, creyentes en la fanerosis o manifestaciones del Espíritu Santo (1 Co. 12: 7-11), somos lacónicos espectadores de doctrinas, señales y supuestos prodigios que muchos atribuyen al Bendito Espíritu de Dios, pero que en ninguna manera lo son. Extraño

Estas, son manifestaciones que no recoge en modo alguno la Biblia; que no hizo Cristo; que no hicieron Sus discípulos de la era apostólica, y que sin embargo de un tiempo hasta ahora, son parte ineludible e inexcusable de la liturgia de un amplio sector eclesial, de corte neo-pentecostal. ¡Si no se dan esas señales, no tienen la unción esperada!

Nos estamos refiriendo a extrañas manifestaciones diversas como el de “la risa santa”; estar “borrachos o ebrios en el espíritu”; “caídas en masa y desorden para atrás”, donde la persona pierde el control de sí misma por mediación de un muy “ungido” ministro de turno; “la unción de ruidos de animales”; “el santo revuelco”, etc.

También podemos añadir otras acciones y herejías, como la “doctrina de los pequeños cristos”, “doctrina de pactos (materialismo)”, “dualismo”, “activación de ángeles G12”, “imposición directa de manos en las partes genitales para echar fuera demonios lujuriosos”, “gritar todos a una creyendo que así salen los demonios (G12)”; “espíritu de la Visión (G12)”, “Encuentros del G12”, “regresiones”, “visualizaciones”; “psicodramas”, “hipnosis en masa”, “guía exclusiva por sueños y visiones”, “salidas del cuerpo (proyección astral)”; “levitaciones (levantarse del suelo)”, y otras muchas indecencias espirituales (cada vez surgen más). En el contexto del G12 y sus Encuentros, llaman a todo esto “experiencias espirituales personales”, y así lo justifican.


Aullando como lobo

Muchos incluso aseguran que todos, o algunos de esos fenómenos espectaculares, o más bien grotescos y del mundo de lo oculto, constituyen parte esencial del avivamiento, ya que creen que es algo nuevo que Dios está haciendo en estos días, y es señal de un despertar espiritual sin precedentes en la historia eclesial, cosa que en realidad la Biblia no registra, sino más bien todo lo contrario (ver 2 Ts. 2: 3)

También la presunción (falsa fe), la sugestión y la autosugestión tienen una implicación muy importante en todo esto, confundiendo y mezclando lo concerniente a la fe con el factor emocional, y es tal el fervor desatado, que si alguien lo denuncia como espurio, o sólo se atreve a dudar de ello públicamente, la reacción de sus defensores va, desde tachar a los detractores de faltos de fe e ignorantes de las “cosas nuevas” que Dios está haciendo, hasta de que blasfeman contra el Espíritu Santo.

El asunto es más serio de lo que a priori nos pudiera parecer, y requiere de un suficiente análisis por nuestra parte, ya que muchos, muchos legítimos hijos de Dios hoy en día, están siendo engañados y seducidos por hombres y mujeres que haciendo estas cosas, aun se atreven a tacharnos a los que nos oponemos, de fariseos, religiosos, legalistas, faltos de fe, de ser seguidores de la “teología de la resignación” (en cuanto a que nos resignamos a no ver nada “nuevo” de parte de Dios).


Borrachera espiritual?

Pero, veamos en qué pretenden basarse bíblicamente a la hora de defender su credo al respecto.

1.    Las mismas obras y aun mayores.
Uno de los pocos, pero muy típicos versículos que más sacan a relucir es el siguiente, cuando Jesús dirigiéndose a sus discípulos, les asegura:

“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14: 12)

Muchos se basan en ese sólo versículo bíblico para justificar y defender la realización de todas estas prácticas aludidas y otras, que dicen ser parte importante de la “nueva unción” que Dios está derramando hoy en día sobre los que están dispuestos a creerla y recibirla.

¿Es eso así? La realidad conforme a la Palabra de Dios, es que no.

En primer lugar cabe decir que Jesús no dijo a sus discípulos que harían milagros más asombrosos que los que hizo Él, ni tampoco que se salieran de la línea de la edificación, la sensatez y la cordura.

Por otra parte, los discípulos de Cristo, una vez llenos del Espíritu Santo a partir de Pentecostés, iban a recorrer el mundo entero siendo testigos de Cristo y de Su obra (Hchs. 1: 8), haciendo su labor para traer la salvación a todos aquellos que iban a creer. Por lo tanto, esas obras a las que alude el Maestro, que incluso iban a ser mayores que las que hizo Él, no eran tanto en cuanto a poder, sino en cuanto a alcance mundial (1) en aras de esparcir el Evangelio por doquier.

Como también encontramos en el Comentario Bíblico Moody: “las obras no podían superar a las realizadas por Jesús en calidad, aunque sí en extensión”.

Evidentemente, Jesús sólo obró por tres años y medio, mientras que sus discípulos, y por extensión, todos sus discípulos de todos los tiempos, han seguido y seguimos cumpliendo con la Gran Comisión, hasta lo último de la tierra (Hchs. 1: 8b)

Si nos damos cuenta, en cuanto a milagros se refiere, los apóstoles y discípulos en general actuantes en el libro de los Hechos, repetían el mismo patrón de Jesús. Todos esos milagros iban dirigidos a la edificación de los que justo momentos antes habían oído y creído de sus bocas el Evangelio de la Gracia, para perdón de sus pecados y salvación de sus almas (Hchs. 8: 4-7; 14-17, etc.). Por cierto, ese era el sentido de los milagros, que eran señales que seguían, y no predecían al mensaje de la Palabra de salvación (Mr. 16: 17ss)

Hoy en día, contrariamente, vemos todo un vergonzoso, escabroso y escandaloso circo puesto en acción al contemplar el escenario donde “ministros” actúan, y los “ministrados” también, cada uno en su correspondiente y espurio papel. Nada de todo esto tiene que ver con las palabras de Jesús de Juan 14: 12; en cambio, sí tiene que ver la obra apostólica de los primeros discípulos llenos del Espíritu Santo del libro de Hechos.

¡Qué gran diferencia entre una cosa y la otra! ¡No tiene nada que ver!

¡Son las mismas obras!
En cuanto a las obras aludidas por Jesús, nótese bien que son, aunque mayores, “las mismas obras” que hizo Jesucristo las que prometió que haríamos (Jn. 14: 12). Ahora bien, las preguntas se nos amontonan en nuestra cabeza:

¿Nuestro Señor Jesucristo, o alguno de sus apóstoles, alguna vez empujaban directa o indirectamente a las gentes y las hacían caer de espaldas perdiendo estas el control? No.


  
1“Tofik Benedictus “Benny” Hinn tumbando a los creyentes por el piso”
2“El famoso hipnotizador Robert Mesmer tumbando a la gente por el piso en su comedy hypnosis show... ¿qué diferencia hay?”

  1.        ¿Ministraban la “unción de la risa”, y todos a su alrededor incluido Él o ellos, se retorcían de risa incontrolada sin motivo alguno de forma absolutamente grotesca? No.


¿Hacían que las gentes se revolcaran por el suelo como hacen los animales, o les impartían la “unción de la borrachera”? (*) No.

¿Hacían que las personas emitieran ruidos grotescos, aun como de animales diversos, perros, leones, lobos, pajaritos, serpientes, etc.? No.

¿Hacían o enseñaban a los creyentes a que visualizaran todo lo que desearan para “traerlo del reino espiritual al físico”? No, eso es magia blanca.

¿Les hacían regresar a la niñez para sanarles interiormente, como se hace en los Encuentros del G12? No, eso es hipnosis.

¿Les enseñaban a soñar, haciéndoles creer que Dios les concedería la realización de esos sueños, iniciándoles así en el camino de la codicia? No, eso es magia blanca.

En otras palabras, ¿hacían Jesús, o Pablo, o alguno de los verdaderos apóstoles de Cristo algo indebido, indecoroso o grotesco? Evidentemente ¡No! ¡No! ¡No!

(*) Otra cosa diferente es cuando una persona endemoniada caía revolcándose por el piso justo antes de salir el demonio (Mr. 9: 20). Esto mismo seguimos haciendo en Su nombre: echar fuera demonios.

Jesucristo jamás hizo nada de todo esto, y por consecuencia, ninguno de sus santos discípulos; menos todavía el Bendito Espíritu Santo, porque todo ello representaría una clara afrenta a la Palabra de Dios y a los creyentes mismos.

Abundando en ello, ¿Se imaginan ustedes al apóstol Pablo vestido de forma extravagante, y diferente a todos los asistentes en una plataforma pública, tumbando a los creyentes al suelo, a modo de un “Benny Hinn”, y de ese modo contradiciendo su propia palabra, que es la del Señor (leer 1 Co. 14: 40)? ¿Se lo pueden imaginar? ¡Yo pienso que no! ¿Entonces, por qué se acepta como de Dios el vergonzoso escándalo que se produce por doquier, y que más triste todavía, el mundo está contemplando llegando a la conclusión, como así existe testimonio al respecto, de que “estamos locos o somos estúpidos” los cristianos (ver 1 Co. 14: 23)?

¡Se nos coló el circo del diablo en nuestro patio, y encima lo celebramos! ¿Tan ineptos hemos llegado a ser?

¡No hermanos, no nos sirve ese versículo aislado de Juan 14 para defender esas doctrinas, manifestaciones, señales y procedimientos, absolutamente ajenos al orden de Dios y a la sana doctrina de nuestro Señor Jesucristo!

Y siguiendo con Benedictus “Benny” Hinn y su manía de tumbar a las personas, el Pastor David Cox en su apreciado artículo “Benny Hinn Falso Profeta del Movimiento de Palabra de Fe”, dice así:

“En una reunión de sanidades, Benny Hinn echó el “espíritu santo” sobre un grupo de personas en la plataforma y como siempre, se cayeron en el piso. Un hombre se cayó sobre una anciana, y resultó fracturada su cadera; luego murió en el hospital de esta fractura. Hinn no sanó a la señora, y luego la familia puso un demanda en contra de Hinn, y el pagó la multa. Este no es el único ejemplo de personas heridas en sus sesiones, por caer según el, en el “Espíritu Santo” (2)

Si fuera esto fuera de Dios, ¿cree usted que esas lesiones, daños y hasta muertes ocurrirían? Evidentemente no.

A. Cuando las experiencias personalistas en lo sobrenatural se colocan por encima de la Biblia
El problema es cuando se le da más peso a las experiencias personales que a lo que dicta la Biblia, como indica el hermano Mario Fumero:

“Es el llamado comúnmente neopentecostalismo, y que se fundamenta en el pragmatismo, ocultismo y liberalismo, donde la experiencia anula la Palabra, creándose nuevas revelaciones y conceptos que rompen con el aspecto histórico y exégesis literal de la Biblia, para desarrollar una hermenéutica simbólica y descontextualizada del sentido literal, así como del marco referencial del escritor. Esta corriente atenta contra el pentecostalismo clásico...” (3)

El asunto de las sanidades: breve apunte
Tal es la imprudencia y exceso en cuanto a todo esto, que uno de los principales auspiciadores de esta corriente herética de manifestaciones y doctrinas sincréticas-emocionalistas, el ya difunto John Wimber, llegó a decir y enseñar que la Biblia, “sólo puede ser comprendida después de tener cierto tiempo de experiencias, específicamente de milagros de sanidad” (4), por lo tanto, su mayor fuente de autoridad, no era la Biblia en sí, sino las experiencias sobrenaturales, mayormente en cuanto a la cuestión de las sanidades. Paradójicamente, Wimber murió de un cáncer.



John Wimber

Es evidente que no podemos hacer más de lo que hizo Jesús. Dice la Palabra:
“Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias” (Mt. 8: 16, 17) (Ver también: Mt. 4: 24; Mr. 6: 56; Lc. 4: 40)

Sin embargo, hoy en día, no todos los enfermos son sanados cuando se ora por ellos, a diferencia de Jesús que sanaba a todos. Dios es Soberano, y a fin de cuentas, es Él quien sana milagrosamente cuando Él quiere. Pero hay más, insistimos en que el ministerio del Señor Jesucristo, El cual hizo acercar el reino de Dios a este mundo – Mr. 1: 15; Mt. 3: 2 - (cosa que no es ahora), se caracterizó por milagros que efectuó el Señor y que “formaron parte de su identidad única” (5)

Escribe Andrew J. Birch al respecto: “El ministerio de sanidad del Señor Jesucristo fue un ministerio único e irrepetible. Hay quienes hablan como si todo lo que hizo el Hijo de Dios encarnado deberíamos ser capaces de hacerlo todos los creyentes... ¡Creo que esto está peligrosamente cerca de la blasfemia! ¡¿Según que enseñanza bíblica tenemos derecho a creernos capaces de hacer cualquier cosa que hiciera Jesús?! El es el único, y su misión y sus credenciales también lo eran”          

Continuara

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