sábado, 9 de mayo de 2009

Prosperos reviven "simonia romana" e indulgencias


 La teología de la prosperidad nueva cara de Roma.          Por cortesía del autor:  Fernando Baudilio Estefó Gonzales

La teología de la prosperidad es una nueva melodía para la antigua pero sabrosa letra para la carne llamada ventas de indulgencias. Las dos se fundan y se fundamentan en las promesas financieras que se demandan de un dios domesticado  y que actúa a voluntad del que implora. Nace así una nueva secta llamada "becerro de oro".

Fuimos comprados con precio de sangre y Dios ha establecido límites de gracia basados precisamente en el pacto de gracia-sangre manifestado históricamente en la cruz del calvario. La secta becerro de oro es un sistema religioso que lacera profundamente los fundamentos del cristianismo donde el Cristo centrismo pasa a tomar un lugar secundario y en donde unos de sus momentos culminantes y de éxtasis religioso en el culto a su dios mamón, se expone con toda crudeza. Nos estamos refiriendo al momento de la ofrenda. Es el momento de entrar en el "santuario celestial" o casino divino desde donde, con sutiles manipulaciones, con un exagerado tiempo y con no poco histrionismo, se produce lo que el sistema de mercado llama "la oferta y la demanda". La iglesia "evangélica" de la prosperidad o, si usted lo prefiere, la nueva secta llamada becerro de oro, incuba así en su seno la antigua idolatría de un dios creado a la imagen y semejanza del hombre, caprichoso, impredecible y propio del Partenón griego que se despierta en proporción directa a las múltiples laceraciones que tal como los profetas de baal, lo harían hasta caer derrotados y finalmente muertos.

Se repite la historia una vez más, ayer fueron las jerarquías de idolatras católicos que ofreciendo indulgencias te promovían al purgatorio, o te sacaban de él hacia el paraíso de Milton o podías tener algunos cientos de años a tu merced para vivir sin tomar en cuenta las consecuencias de tus acciones...hoy es el becerro de oro que prometiendo buenas finanzas, holganza material y una vida abundante tipo Mac pato, te manipulan hacia ofrendas extraordinarias.

Estos vientos de maldad y de sincretismo religioso son avivados por la holgura económica que ciertos países sufren en su desarrollo. En Chile desde el gobierno de Pinochet en adelante se ha producido cierto "despertar" económico. Esto, sumado a la miopería de tomar como ejemplos a otros países por su "bienestar" económico, ha producido en ciertos evangélicos también un "despertar" y un condicionamiento por vivir en forma más "abundante" y ya la manifestación del gran YO SOY se reduce a la mínima (máxima para los exponentes de este nuevo becerro) expresión: solvencia económica y bolsillos repletos. El espíritu de ofrenda dejó el lugar y en su lugar entró otro, el espíritu de la codicia se entronizó en el altar del becerro de oro. Ya no basta con el maná, símbolo y tipo del verdadero pan celestial quien dijo "yo soy el pan de vida...venid, comed de el...saciaos", sino ahora se va por carne (leer Números 11 integro) Y Dios los deja en su desvarío y el texto, en forma majestuosa, anuncia el juicio: "Aún estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová se encendió en el pueblo, e hirió Jehová con una plaga  muy grande...al pueblo codicioso"  (Números 11:33). Claro, fue un gran milagro, pero de juicio. Cuando Jesús ha pasado de bandera a soporte ya no queda nada sólo una horrenda expectación de juicio.

Los nuevos mercaderes del templo violan nuevamente el lugar sagrado para sus afanes de codicia e impudicia y con un malabarismo teológico digno de cualquier mago del infierno  entrelazan textos con levadura herética adulterando así la preciosa y precisa Palabra de nuestro gran Dios, tres veces santo.

La ambición desmedida  se aleja del gólgota, lee y hace decir a la Palabra lo que no dice y, así, cuando se lee "abriré las ventanas de los cielos y derramare bendiciones hasta que sobreabunde", la mira está en las cosas que se ven y no en las que no se ven que son eternas y se empieza a seguir al codicioso y a bendecirlo despreciando al gran YO SOY (Salmo 10:3)

El inspirado Apóstol Pablo escribe "...y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros...para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron..."; que nos hace pensar y remitirnos al pasaje más arriba mencionado, números 11:4 y ss y en la respuesta quijotesca de Aarón, cuando interpelado por Moisés sobre tan gran pecado, sólo atina a decir  "tú conoces al pueblo, que es inclinado a mal..." siguiendo así el ejemplo del primer Adán.
Los códigos diabólicos y antibíblicos de la eixégesis predicada de la teología de la prosperidad traen del cielo otro maná que es producto de un fuego extraño y que no guarda relación con el fuego "que no se consumía" ni con el fuego de Elías. Este maná, análogamente a los grandes mall donde las gentes de este siglo se persigna cada fin de semana, es brillante y luminoso, cómodo y servil pero con olor a muerte. Así como el mundo tiene sus altares altos donde el amor al dinero es su leit motiv,  también los lugares altos tejidos por esta falsa teología muestran con toda su desnudez el sopor nauseabundo del polvo que cae a raudales del becerro de oro; polvo de oro que será como tierra de gusanos sobre el cadáver de los que le adoran: "y tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel" (Exodo 32:20)

Este polvo caído del cielo (léase, ganancias deshonestas, lucro desmedido, amor al dinero, milagros mentirosos, etc) puede construir poderosas mansiones terrenales con sus lujos extravagantes y metas infernales pero que, al igual que Aarón, cuando quiso cambiar el rumbo del pueblo en pos de otros dioses, la iglesia sufrirá el juicio a su extravío.

Los templos Laodicenses actuales, con su tibieza y falta de discernimiento solo juzgan por la  apariencia y están estancadas en fijaciones emocionales por lo grandioso del momento. Si hay maná suficiente del cielo producto de un fuego extraño y ya sea que provenga de cualquier bolsillo o caiga del mismo infierno con "señales y prodigios mentirosos" están completamente equivocados en tratar de agradar a Dios con su Codicia. Las tinieblas con su príncipe sabio trataran por todos los medios de ocultar la verdadera motivación pero todo saldrá a la luz en el tiempo del juicio.

Los templos Laodicenses estarán llenos de mosto pero vacíos de Dios, llenos de una falsa alegría pero vacíos del gozo perdurable, llenos de fragancia  infernal  pero vacíos del Espíritu de Cristo.

CONCLUSIÓN

El alma está sedienta y vacía en pleno siglo XX1, siglo de la abundancia, si nos ponemos los lentes del mundo occidental. Sin embargo hay una terrible falta de madurez cristiana y de acción profética cual Amós la tuvo en su tiempo. (Si Amós viviera hoy y se paseara en medio de las catedrales donde se honra al becerro de oro qué no diría!!)  

El filósofo cristiano, Dr. J. P. Moreland, afirma que los cristianos no están experimentando la madurez espiritual porque son víctimas de algo que él llama "El síndrome de yo vacío" (Love Your God With All Your Mind).

Postula que esta falta de madurez deja a los creyentes sin las herramientas necesarias para impactar a su cultura para el Reino de Dios, o para experimentar lo que la Biblia denomina la "Mente de Cristo."Según Moreland el propósito para la vida de los creyentes es dar honra a Dios. Esto involucra encontrar nuestra vocación y seguirla para el bien de creyentes y no creyentes, mientras que en el proceso somos transformados en personas más parecidas a Cristo. Hacer esto involucra desarrollar virtudes intelectuales y morales a lo largo de períodos extensos y demorar el deseo constante de la gratificación inmediata. Precisamente es esta gratificación inmediata, mágica, lo que propugna esta secta del becerro de oro. Lo instantáneo, (yo te ofrezco, tú me das) que es endeble por naturaleza, es lo escandaloso y herético.

Lamentablemente, nuestra cultura enseña un conjunto completamente diferente de virtudes. Enfatiza un estilo de vida egocéntrico y orientado hacia el consumo, que trabaja directamente en contra de poseer una mente cristiana madura. También pone un énfasis enfermizo en vivir el momento, en vez de comprometerse con proyectos de largo plazo de disciplina y aprendizaje personal.

Nuestro hermano Moreland dice que el egocentrismo, individualismo, narcisismo, pasividad e infantilismo (Vivir para sí, sin tomar en cuenta al otro, creerse indispensable, ser movido o motivado por otros y un estado de credulidad sin discernimiento) es precisamente lo que alimenta estos altares modernos.

Lo cierto es, como lo dijo C.S.Lewis en las crónicas de Narnia refiriéndose a Aslam, que El no es ni será jamás un León domesticado.

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