viernes, 26 de agosto de 2016

"Textos de prueba" de la inmortalidad del alma

Algunos argumentos que pretenden probar la supervivencia del ama
Del libro La Cristiandad Extraviada
por Robert Roberts



Se han adelantado otros argumentos en favor de la inmortalidad del alma, basados en la Biblia, pero que no encuadran en la categoría de los pasajes citados arriba, sino más bien pretenden ser deducciones de principios bíblicos. Puede ser provechoso examinar algunos de estos argumentos antes de seguir adelante.

"No hay paz, dice mi Dios, para los impíos" (Isaías 57:21). Esta declaración se cita para probar que existe el tormento de los inicuos. Indudablemente no se necesita ningún argumento para mostrar que no sirve en absoluto para tal propósito. La declaración es verdadera, sin importar la teoría que se pueda tener referente al destino de los inicuos. Mientras los inicuos viven, ya sea en esta vida o después de la resurrección, no hay paz para ellos. Es imposible que puedan tener paz, sobre todo porque están esperando el tiempo cuando serán el objeto de la venganza judicial y devoradora de Dios. Pero esto no demuestra (como se pretende que lo hace) que son inmortales. Semejante idea queda totalmente excluida por los pasajes anteriormente citados.

La aparición de Moisés y Elías en el Monte de la Transfiguración (Mateo 17:3). Por lo que respecta a Elías, está testificado que no vio la muerte, sino que fue trasladado-llevado corporalmente (2 Reyes 2:11). Su aparición, por lo tanto, no sería prueba de la existencia de espíritus incorpóreos. En cuanto a Moisés, si estuvo presente en forma corporal, previamente debió haber sido levantado de entre los muertos. Que él se manifestó en forma corporal es evidente por el hecho de que los discípulos-hombre mortales-lo vieron y lo reconocieron. Pero queda en duda si Moisés o Elías estuvieron literalmente presentes. El testimonio es que las cosas vistas fueron una "visión" (Mateo 17:9). Y por Hechos 12:9 aprendemos que la visión es lo opuesto a la realidad, esto es, algo visto a la manera de un sueño, algo aparentemente real, pero en realidad sólo mostrado en visión al espectador.
La audibilidad de las voces no resuelve el asunto ni para un lado ni para el otro, porque en visión, como en un sueño, se pueden oír voces que no existen, salvo en los nervios auditivos del vidente. En los sueños la ilusión es el resultado de desorden funcional; en visión, es el resultado de la voluntad activa de Dios, que obra sobre la estructura auditiva del vidente que se halla en trance (ver Hechos 10:13; también el cántico de los seres vivientes del Apocalipsis y la voz de las "almas" bajo el "altar"). La presencia de Jesús (un personaje real) como uno de los tres tampoco contribuye mucho a hallar una solución, porque no habría ninguna imposibilidad en causar que Moisés y Elías aparecieran en visión a Jesús y conversaran con él. Es probable que Moisés y Elías hayan estado efectivamente presentes, pero el uso de la palabra "visión" desequilibra un poco el asunto. En ningún caso se puede interpretar la transfiguración como una prueba de la inmortalidad del alma. Fue sin duda una ilustración gráfica del reino, en cuanto representaba a Jesús en su poder y gloria consumados, exaltado sobre le ley (representada por Moisés) y los profetas (representados por Elías), y por lo tanto elevado a la posición que los profetas señalan, cuando a la cabeza de la nación de Israel y de toda la tierra, él cumplirá la predicción de Moisés y el mandato de la voz celestial: "A él oiréis en todas las cosas que os hable" (Hechos 3:22); "a él oíd" (Mateo 17:5).

"Dios no es Dios de muertos, sino de vivos" (Mateo 22:32). Si el creyente tradicionalista sacara una conclusión lógica de esta declaración, percibiría que en vez de probar la realidad de la inmortalidad del alma, establece indirectamente lo contrario. Reconoce la existencia de una clase de seres humanos que no están "vivos" sino "muertos." ¿Quiénes son? Según la teoría popular, no hay "muertos" en lo que a la raza humana se refiere; todo ser humano vivirá para siempre. No puede sugerirse que significa "muertos" en el sentido moral porque esto queda expresamente excluido debido al tema que Jesús está tratando: la resurrección de los cuerpos muertos de la tierra (versículo 31).
Los saduceos negaban la resurrección. Cristo demostró la realidad de ella citando las palabras de Jehová registradas por Moisés: "Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob." ¿Cómo dedujo Jesús la resurrección de estas palabras? Afirmando que Dios no era el Dios de aquellos que estaban muertos en el sentido de estar extinguidos (ver Salmos 49:18,19). Pero, debido a que Dios se llamó a sí mismo el Dios de tres hombres que estaban muertos, Jesús razonó que Dios pensaba resucitarlos; porque Dios "llama las cosas que no son [pero que han de ser] como si fuesen" (Romanos 4:17). Los saduceos entendieron la idea del argumento, lo cual los dejó callados.
Pero si, como se afirma por lo general, el significado de "Dios no es Dios de muertos, sino de vivos" fuese que Abraham, Isaac y Jacob estaban vivos, entonces el argumento de Cristo para probar la realidad de la resurrección de los muertos queda destruido. Porque si se afirmara que Abraham, Isaac y Jacob estaban vivos, ¿cómo podría esto demostrar el propósito de Dios de resucitarlos?
El argumento mismo requiere que estén muertos, a fin de ser partícipes de la resurrección. De este modo, el hecho de que están muertos en la ocasión en que Dios se llama Dios de ellos, implica que tiene el propósito de resucitarlos. Pero si se rechaza la realidad de que están muertos, como la rechaza la teología popular al decir que eran inmortales y que no podían morir, la idea principal del argumento de Cristo queda completamente destruido. Visto de la otra manera, el argumento es irresistible y nos explica por qué dejó a los saduceos callados.

"Sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 18:10).
¿Cuáles ángeles? Los ángeles "de estos pequeños que creen" (Mateo 18:6). Es costumbre identificar los términos "espíritus" y "ángeles" como sinónimos y creer que la expresión "sus ángeles" se refiere a los "pequeños" mismos; pero esta es una suposición en tan completo desacuerdo con el sentido del caso así como con el significado de las palabras, que no merece respuesta alguna. Los "pequeñitos" son aquellos que "reciben el reino de Dios como un niño" (Marcos 10:15), y "sus ángeles" son los ángeles de Dios que supervisan los intereses de él. "El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen" (Salmos 34:7). "¿No son todos [los ángeles] espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación" (Hebreos 1:14)? Esta es una buena razón para que procuremos "no despreciar a uno de estos pequeñitos"; pero si adoptamos la versión popular que hay sobre el asunto, entonces la razón se desvanece. "Mirad que no menospreciáis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus espíritus redimidos están en los cielos." Esto encerraría una paradoja. No obstante, sin esto, la prueba de la inmortalidad del alma que algunos ven en este pasaje, no podría hallarse en parte alguna.

"En el camino de la justicia está la vida; y en sus caminos no hay muerte" (Proverbios 12:28). Esto se cita algunas veces para probar que, en lo que respecta a los justos en todo caso, no existe ni siguiera extinción momentánea del ser. Si el pasaje demuestra esto, también establece lo inverso, es decir, que en el camino de la injusticia está la muerte; y que en sus caminos no hay vida. Las estipulaciones de una proposición afirmativa tienen el mismo valor en una negativa. De ahí que si este pasaje prueba la inmortalidad literal de los justos, también prueba la mortalidad literal de los inicuos, lo cual es más de lo que aquellos que usan este argumento están dispuestos a aceptar. El pasaje corrobora la proposición de que la Biblia está contra la doctrina de la inmortalidad del alma.

"Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar" (Mateo 10:28). Este es el gran triunfo del defensor tradicionalista. El cree que aquí pisa terreno seguro y recita el pasaje con un énfasis que no pone al citar otros pasajes. Sin embargo, por lo general canta victoria demasiado pronto. Comienza a comentar antes de terminar de leer el versículo. Con regocijo pregunta por qué no se ha citado antes este pasaje, y otras cosas por el estilo. Si le pedimos que continúe leyendo el versículo y no lo deje a medio terminar, no lo hace de muy buena gana. Sin embargo, continúa leyendo aunque sea a regañadientes y tropieza con la parte final: "Temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno."

Al percibir instantáneamente el desastre que esta parte de la exhortación de Cristo produce en su teoría del alma inmortal e imperecedera, él sugiere que en esta caso "destruir" significa "afligir" o "atormentar." Pero esto carece de fundamento. En realidad, nunca un teórico en apuros ha aventurado una sugerencia más endeble que esta. En todos los casos en que se usa apollumi-la palabra griega traducida aquí como "destruir"-es imposible descubrir la menor insinuación de la idea de aflicción o tormento.

Añadimos a continuación algunos ejemplos de la forma en que la palabra apollumi ha sido traducida en el Nuevo Testamento: "Herodes buscará al niño para matarlo" (Mateo 2:13); "tuvieron consejo contra Jesús para destruirle" (Mateo 12:14); "a los malos destruirá sin misericordia" (Mateo 21:41); "destruyó a aquellos homicidas" (Mateo 22;7); "persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que Jesús fuese muerto" (Mateo 27:20); "¿has venido para destruirnos?" (Marcos 1:24); "le echa en el fuego y en el agua para matarle" (Marcos 9:22); "y destruirá a los labradores" (Marcos 12:9); "¿Es lícito en día de reposo hacer bien, o hacer mal? ¿Salvar la vida o quitarla?" (Lucas 6:9); "el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres" (Lucas 9:56);
"y vino el diluvio y los destruyó a todos" (Lucas 17:27); "llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos" (Lucas 17:29); "y los principales del pueblo procuraban matarle" (Lucas 19:47); "El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir" (Juan 10:10); "No hagas que por la comida tuya se pierda" (Romanos 14:15); "destruiré la sabiduría de los sabios" (1 Corintios 1:19); "y perecieron por el destructor" (1 Corintios 10:10); "derribados, pero no destruidos" (2 Corintios 4:9); "Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder" (Santiago 4:12); "después destruyó a los que no creyeron" (Judas 5).

En todos estos casos la palabra griega apollumi tiene un significado muy diferente de "afligir" o "atormentar." El lector sólo tendrá que sustituir cualquiera de estas palabras en cualquiera de los pasajes citados para ver cuán ilógico sería semejante cambio. ¿Si en todos los demás casos la palabra griega apollumi tiene su significado natural de destruir o matar, ¿por qué se le debe asignar un significado especial en Mateo 10? Ninguna razón se puede dar fuera de la ya indicada, esto es, la de la necesidad de la teoría del creyente tradicionalista. Esta no es en absoluto una buena razón y, por lo tanto, la echamos a un lado y averiguamos lo que Jesús quiso decir al exhortar a sus discípulos así: "Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno."

Contestamos que la "vida," en abstracto, que es el equivalente de la palabra traducida "alma," es indestructible. Pero la vida no es el hombre mismo ni le sirve de nada si no le es dada. El propósito de Dios es devolver la vida a aquellos que le obedecen, y devolverla a perpetuidad. Esto constituye la esencia de la declaración que estamos considerando. No hemos de temer a aquellos que sólo pueden demoler el cuerpo corruptible del creyente pero no pueden hacer nada para impedir que Dios le dé vida eterna en el futuro por medio de la resurrección. Hemos de temer a aquel que tiene poder para destruir tanto el cuerpo como el alma (vida) en la Gehena; es decir, en la retribución venidera por medio de una destructiva manifestación de fuego, que consumirá totalmente a los impíos delante del Señor. Hemos de temer a Dios, que tiene el poder de aniquilar completamente y que usará su poder sobre todos aquellos que sean indignos de la vida eterna. No hemos de temer a quienes no pueden hacer más que apresurar la disolución a la cual estamos sujetos por causa de Adán.

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