Del Libro La cristiandad extraviada
por Robert Roberts
Apliquemos por un momento este principio a los pasajes que son citados para justificar la teoría popular.
El Ladrón en la Cruz
El primero es la respuesta de Cristo al ladrón sobre la cruz: "De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23:43). Se considera que esto establece inmediatamente la idea común; pero veamos. El meollo del argumento gira sobre la fecha de su cumplimiento.
Ahora bien, aquel día Jesús no estuvo en el paraíso, según el sentido popular, porque le dice a María después de su resurrección: "No me toques, porque aún no he subido a mi Padre" (Juan 20:17). Jesús no estuvo en el cielo por lo menos durante tres días después de su promesa al ladrón. ¿Dónde estuvo? La respuesta es, en el sepulcro. Si, pero su alma, pregunta uno, ¿dónde estuvo?
Dejemos que Pedro conteste: "Su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción" (Hechos 2:31). El, o "su alma," que es equivalente a "él mismo," estuvo en el sepulcro, o "Hades" (porque las palabras son sinónimos en su uso bíblico, como pronto veremos), esperando la intervención del Padre desde lo alto, para que lo libertara de las ligaduras de la muerte.
La conclusión es que la promesa de Cristo al ladrón no tiene valor alguno como prueba de que los muertos van al cielo, por cuanto no se cumplió en el sentido que hubiéramos esperado porque Cristo mismo no fue allí en el momento de su muerte.
¿Pero se cumplió la promesa del Señor? Consideremos la petición del ladrón. Es evidente que en su mente no abrigaba la esperanza de ir al cielo. No dijo: "Señor, acuérdate de mí ahora que estás a punto de ir a tu reino," sino "Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino."
Estaba pensando en la venida del Señor, no en su partida; la consideraba como un acontecimiento futuro, y su deseo era que el Señor se acordara de él cuando se cumpliera ese acontecimiento futuro: "cuando vengas en tu reino."
Más adelante diremos algo acerca de esta "venida." Por lo pronto es suficiente dirigir la atención a la petición del ladrón, porque provee una pista para encontrar el significado de la respuesta de Cristo.
Hay buena razón para los argumentos de aquellos que dicen que la respuesta de Cristo se lee más adecuadamente colocando la palabra "que" después de la palabra "hoy": "De cierto te digo hoy que estarás conmigo en el paraíso." [Nota del traductor: la palabra "que" está ausente del texto griego original de la respuesta del Señor; el traductor de la Biblia la agrega donde le parece más lógico para completar el sentido de la oración según las reglas de la gramática castellana]. Pero de todos modos, las palabras no tienen el significado que les atribuyen aquellos que las citan para respaldar la idea popular.
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