jueves, 23 de abril de 2009

Jesucristo salva a mormona perdida


India Navajo encuentra al Jesús de la Biblia

Nací en el estado de Utah, y crecí tanto en Utah como en Nuevo México. En los años cincuentas y sesentas, misioneros mormones llegaron a las reservaciones Navajo para enseñar su fe mormona y adoctrinar a los padres Navajos con la idea de que “las familias son para siempre.” Se desarrolló un programa para enviar a los niños Navajos con familias adoptivas en Utah, donde les proporcionarían un año de educación en la escuela, además de enseñarles los pormenores de la religión mormona. Este programa fue llamado, “Programa de colocación Lamanita,” nombrado así por el pueblo “Lamanita” del Libro de Mormón, quienes, según los mormones, son los principales ancestros de los Indios Americanos.

En agosto de 1975, a los nueve años de edad, mi madre me envió a Brigham City, Utah, con una familia mormona adoptiva. Ahí fui introducida a la fe mormona pero, siendo yo de nueve años de edad, no tenía mucha importancia para mi. Aprendí acerca del Jesús mormón, el Padre Celestial y el Libro de Mormón. Me gustaba el Libro de Mormón porque me hacía especial, pues yo era una “Lamanita”.  Se me dijo que los Lamanitas del Libro de Mormón eran mis ancestros y los judíos que quedaban de la Casa de Israel.  Recuerdo que una vez le pregunté a mi madre adoptiva: “Si Dios tiene un padre, y su padre también tuvo un padre antes que él, ¿quién fue este padre?” Ella contestó: “No debemos hacer preguntas como esa, ni debemos cuestionar nuestra fe.”

Durante los siguientes diez años, fui lentamente adoctrinada en la Iglesia mormona. Yo era una “mormona” ¡y me sentía orgullosa de serla! Pero este pensamiento no duró mucho.  Después de graduarme, comencé a trabajar y a vivir una vida pecaminosa. No me interesaba ir a la iglesia, pues la idea de tener que “ser perfecta” y “escoger lo correcto” estuvo metida en mi mente por todos esos años. Sentía que nunca podría vivir según las Normas de la Iglesia mormona y sus Enseñanzas. ¡Nadie puede ser así de perfecto!

A los 25 años, salí embarazada y me di cuenta que mi vida necesitaba cambiar y que necesitaba a Dios y a la Iglesia. En diciembre de 1999, la empresa textil en la que laboraba me pidió que me transfiriera a Nevada. Allí fue donde conocí a Rob, quien más adelante sería mi esposo. Él había sido mormón y acababa de aceptar al Jesús real en su vida ese mes de diciembre. ¡Alabado sea Dios!

Comenzamos a salir y a los dos meses nos comprometimos a casarnos, pero únicamente para embarcar en una difícil travesía con dos credos diferentes. En el verano terminamos la relación. En septiembre del 2000 conseguí un nuevo empleo en Nueva Jersey. Una semana antes de irme, me llegó una tarjeta de Rob por correo. Expresó que únicamente tenía el deseo de compartir al verdadero Jesús conmigo y que yo podía tener una relación personal con Jesús al igual que él. Le llamé y discutimos sobre este asunto justo hasta el momento de mi partida a Nueva Jersey.

Mientras me encontraba en Nueva Jersey, realmente comencé a tener dudas con respecto a la iglesia mormona. Aparte del hecho de que Rob continuó llamándome compartir conmigo acerca del verdadero Jesús de la Biblia. Oré, leí la Biblia, el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios, buscando la verdad. Mi alma literalmente estaba en la orilla del Cielo o el Infierno. ¡Necesitaba conocer la verdad!

Comencé a asistir a la Iglesia Calvary Hope (Esperanza del Calvario) la cual acostumbraba llevar a cabo reuniones para el KKK (Ku Klux Klan, agrupación racista que pregona la supremacía blanca y el odio hacia la gente de color), y sintonizaba la estación de radio local para escuchar a pastores cristianos. Me preguntaba cómo era que estos pastores sabían la verdad de Dios y yo no. ¿Cómo podía esto ser tan fácil para todos excepto para mí? El 23 de octubre del 2000 fui a una biblioteca local, y en la planta baja encontré libros acerca de ex-mormones quienes se habían salido de la Iglesia mormona. También encontré libros que exponían muchos de los problemas de la Iglesia mormona. Los leí hasta que me enfermé del estómago porque Dios me estaba revelando la maldad de la Iglesia mormona. También sentí una presencia maligna a mi alrededor y finalmente tuve que salir de la biblioteca.

Mientras conducía mi auto rentado, estaba llorando, asustada y sacudida por esta experiencia, cuando un pastor cristiano en la radio anunció cómo se podía recibir el regalo de la salvación. Detuve el auto en el estacionamiento de un teatro y llamé a mi cuñada Audra quien había aceptado al verdadero Señor Jesús un año antes. Ella respondió el teléfono y, entre lágrimas, me ayudó con la oración del pecador para recibir al Señor en mi vida. En el preciso instante que acepté a Jesús en mi corazón, ¡el temor que había experimentado se apartó de mí inmediatamente y fue reemplazado con una completa paz que únicamente mi Salvador me podía dar! Le dejé un mensaje a Rob en su máquina de mensajes telefónicos diciéndole: “¡Soy una nueva criatura!” Cuando recibió mi mensaje dijo: “¡Ya era hora!”

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