martes, 20 de septiembre de 2016

El Contenido del Evangelio de Jesús el Cristo

El Contenido del Evangelio de Jesús el Cristo
Mario A. Olcese



Todos los cristianos sabemos muy bien que Jesús Cristo vino al mundo para predicar un mensaje o evangelio para todos los hombres. Evangelio viene del griego “evangelon”, que quiere decir “buenas nuevas” o “buenas noticias”. Sin embargo, son pocos los que saben de qué se trata este mensaje o buenas nuevas que Jesús Cristo predicó insistentemente.

Sí, la tragedia del cristianismo contemporáneo consiste en que aún persiste una confusión y una ignorancia total del contenido del evangelio cristiano original, debido a que no es predicado, ni explicado, por los clérigos y pastores de hoy, salvo muy raras excepciones. La mayoría de las iglesias han cambiado el evangelio original por una esperanza más allá de este mundo, y que se basa en: “La morada eterna en el cielo de las almas inmortales de los creyentes, para tocar bellas melodías para el Señor, con una lira o arpa dorada”.

El Señor Jesús Cristo manifestó que fue enviado por su Padre para anunciar o proclamar el evangelio del reino de Dios. Dice así Jesús: “Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios, porque para esto he sido enviado” (Lucas 4:43). Nótese que Jesús no dijo que fue enviado a predicar el evangelio y punto, sino más bien, el evangelio del reino de Dios. Vuélvalo a leer en Lucas 4:43.

Este asunto ha sido pasado por alto por la mayoría de estudiantes bíblicos de los últimos 15 siglos o más. Y es que la palabra evangelio, por si sola, quiere decir simplemente: “Buenas Noticias” o “Buenas Nuevas”, pero: ¿de qué? De modo que cuando decimos que Cristo vino a predicar buenas noticias al mundo, en realidad no estamos diciendo prácticamente nada. Tenemos que explicar de qué se tratan esas buenas noticias para que tenga sentido y entendimiento cabal nuestra predicación acerca del evangelio.

Sí, el reino de Dios es el principio (Marcos 1:1) y el fin del evangelio de Jesús Cristo, pues incluso después de resucitar, Jesús pasó 40 días más con sus discípulos, y continuó predicándoles más sobre el contenido de su mensaje del reino de Dios (Hechos 1:3). Es, por tanto notorio, que Jesús dio mucha importancia a algo que llamó: el reino de Dios, pues lo predicó en privado y en público al lado de sus discípulos en diferentes lugares y ocasiones.

Dice en Lucas 8:1: “Aconteció después que Jesús iba por todas las ciudades predicando y enseñando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él”. También Jesús Cristo les encargó a sus mismos apóstoles, a que hicieran nuevos discípulos, a fin de extender este mismo mensaje de salvación y esperanza a más personas de otros pueblos y países.

Dice Jesús en Marcos 16:15,16: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio (del reino de Dios) a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”. En Mateo 24:14 Jesús dice también: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”.

En Lucas 9:59,60 Jesús le dijo a un hombre que le siguiera para que anunciara también el evangelio del reino de Dios.
En Hechos 8:12 vemos a Felipe predicando el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo a muchas personas. Los hombres y mujeres que creyeron en su mensaje del reino, fueron bautizados.

Y en Hechos leemos que Pablo permaneció en Efeso, Roma, Mileto, etc; predicando también el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesús Cristo: “Y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios” (Hechos 19:8).

“Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro” (Hechos 20:25). “

Y habiéndole señalado un día, vinieron a él a la posada, a los cuales les declaraba y testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a los que a él venían, predicando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento” (Hechos 28:23,30,31).

Queda demostrado, entonces, que Cristo, y sus discípulos, predicaron algo que se llamó el evangelio o buenas noticias del reino de Dios. Y recuerde que este reino de Dios no era un mensaje nuevo para los paisanos de Jesús, pues de él se habló ampliamente en casi todo el Antiguo Testamento.

Sólo basta con abrir cualquier concordancia bíblica, y usted descubrirá los numerosos pasajes en donde aparecen la palabras “reino” y “reinar”. Parte de esos pasajes se refieren a reinos mundanos y perecederos como el de Babilonia, Medo-Persia, Egipto, Grecia, Etiopía, etc. Otra parte se referirá al reino de Dios, que es contrastado por su carácter divino, celestial e imperecedero. “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Daniel 2:44).

El Reino de Dios tiene Relación con la Tierra

Mucho se ha especulado en relación al origen y a la naturaleza del reino de Dios. Ya en el siglo IV el teólogo y padre del romanismo, Agustín de Hipona, sostuvo que éste era un sinónimo de la iglesia de Cristo (Obra de Agustín: La Civitas Dei, o La Ciudad de Dios) . Es decir, para los católicos, y unos pocos grupos cristianos no católicos, el reino de Dios es la Iglesia que Cristo fundó hace dos milenios. Pero para la mayoría de protestantes, éste viene a ser “el gobierno de Cristo en el corazón de cada creyente”. Es decir, que Cristo “mora y reina espiritualmente” en cada creyente, convirtiéndose así en el Señor de ellos.

Otro grupo de creyentes sostiene que este reino no es otra cosa que el cielo mismo donde está el trono de Dios, en el cual reina y reside con su séquito angelical, así como con todos los santos que supuestamente han partido al cielo después de morir. Todas estas interpretaciones parecieran tener validez y sentido, pero: ¿Se sustentan en la misma Biblia?

Nosotros creemos que la Biblia misma da la verdadera explicación de lo que es el reino de Dios. Definitivamente esta frase indica una forma monárquica de gobierno. Es decir, implica un rey, súbditos, leyes, y territorio; ya sea en la tierra, en el cielo, o donde fuere. Difícilmente éste puede implantarse en el corazón del creyente, pues ello indicaría que “el corazón” es el territorio del reino, y eso parece ridículo.

Repetimos, la única forma de saber lo que es exactamente el reino de Dios, es acudiendo a la fuente misma de dicha enseñanza o doctrina, es decir, la Biblia. Las Santas Escrituras nos hablan de que Dios formó al hombre y le dio el planeta tierra para que lo habitara felizmente con su esposa y su descendencia. Definitivamente la tierra fue creada para que fuera poblada por los hombres que Dios crearía más adelante. Dice el rey David: “Los cielos son los cielos de Jehová; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres” (Salmos 115:16).

Nótese que el cielo no es para el hombre sino para Dios. Ahora bien, la tierra sí fue hecha para que el hombre la habitara y cuidara para su bien. Dios la preparó con oxígeno, agua, luz, vegetación, y animales para que le fueran de beneficio. Difícilmente se podría encontrar otro planeta como el nuestro que pueda albergar a tanta variedad de seres vivos.

Lo importante de todo esto es que jamás Dios pensó trasladar al hombre a otro lugar o dimensión fuera de la tierra. Por eso, no es de extrañar que en el mundo de mañana, sólo los justos la habitarán para siempre, en tanto que los impíos y malvados serán erradicados de ella para siempre.

Dice el sabio rey Salomón: “El justo no será removido jamás (de la tierra); pero los impíos no habitarán la tierra” (Proverbios 10:30). Esto es interesante y muy curioso, pues los justos permanecerán en la tierra (no en el cielo) para siempre. Sólo los malos dejarán de existir en la tierra, pues serán destruidos para siempre, pues dice también el rey David: “Porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra...” (Salmos 37:9,34).

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