jueves, 20 de octubre de 2016

Jesús vino a anunciar su reinado futuro

Jesús Vino a Anunciar su Reinado Milenario
Mario A. Olcese



El propósito de la primera venida de Jesús Cristo fue precisamente el de anunciar la cercanía de su reinado milenario en Jerusalén. En Lucas 4:43 él reveló la razón por la cual Dios lo envió al mundo hace dos milenios: “Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado”.

Esta verdad es trágicamente ignorada por millones de “cristianos”--- Imagínese amigo lector: ¡Millones de cristianos no saben para qué vino Cristo al mundo hace dos milenios! Pruébeselo usted mismo, preguntándoles sobre el motivo de su venida al mundo, a los que se enorgullecen de ser cristianos, ¡y usted se sorprenderá de escuchar diferentes respuestas! Ahora para usted, lector, queda claro que Jesucristo vino con un propósito definido---el de anunciar su reinado milenario en Israel. A este anuncio de su reino milenario judío, Jesús lo llamó: “El Evangelio del Reino”. Es por eso que Jesús comienza su ministerio predicando ese reino (Marcos 1:1,14,15) y también lo finaliza dando más detalles del mismo a sus discípulos más íntimos (Hechos 1:3).

El Reino de Dios es el mensaje que trajo Cristo al mundo, el cual se encuentra delineado en toda la Biblia, tanto en el Antiguo, como en el Nuevo Testamentos. Es por eso que los eruditos en Biblia reconocen que el Reino de Dios es el tema central de la Biblia, y es el mensaje central de Cristo y sus apóstoles. En Lucas 8:1 leemos de la predicación apostólica, así: “Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él”. En el capítulo 9 de Lucas, y verso 2, leemos además: “Y los envió (Jesús) a predicar (a sus apóstoles) el reino de Dios, y a sanar a los enfermos”.

El Reino de Dios significará la solución de todos los males de nuestra sociedad, pues Jesús Cristo regirá con equidad el mundo con su iglesia leal, desde la ciudad de Jerusalén. En la Parábola de la Diez Minas de Lucas 19:11-27, leemos que los discípulos creyeron, por un momento, que el reino de David era inminente cuando vieron a Cristo entrar en Jerusalén, la ciudad del Rey. Pero Jesús, en el verso 12, les explicó que él primero tenía que regresar al cielo para recibir un reino y luego volver para restaurarlo. En otra oportunidad, cuando Cristo aparece ya resucitado, los discípulos siguen conversando con él sobre su reino por espacio de cuarenta días (Hechos 1:3).

De ese “seminario intensivo” acerca de su reino milenario, surgió una pregunta de los discípulos: “¿Señor, restaurarás el reino a Israel en este tiempo”? (Hechos 1:6), y Jesús sólo se limita a responderles que el tiempo sólo lo sabe Dios (v.7). Entonces el tiempo de la restauración del reino de David sólo lo sabe Dios, y esto significa que es imposible dar una fecha exacta o aproximada de este magno suceso que conmocionará el mundo. Lo cierto es que ese reino o gobierno de Cristo se inaugurará cuando, y sólo cuando, él regrese por segunda vez a la tierra desde los cielos. En Mateo 25:31,34 Jesús explica este asunto del reino, y revela lo siguiente: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria...entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”.

Buscando el Reino de Dios y Su Justicia

¿Qué debe estar buscando un verdadero cristiano?¿el cielo? o ¿qué? El Señor Jesús Cristo responde esta pregunta de la siguiente manera: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Y también dijo que pidiéramos, en la “oración modelo del Padre Nuestro”: “Venga tu reino”, hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). En esta parte de la oración del “Padre Nuestro” Jesús enseña que pidamos por la venida del reino de Dios---¿para qué? ¡Para que se haga la voluntad de Dios en la tierra, así como se hace en el cielo! Pero definitivamente la voluntad de Dios no se está haciendo cabalmente en la tierra como se hace en el cielo.

En el cielo no hay rebeliones, guerras, hambres, injusticias, pecados, contaminaciones, y cosas como éstas; de modo que vendrá el día en que la voluntad de Dios sí se hará completamente en la tierra como se hace en el cielo. La tierra será un pedacito de cielo. No obstante, millones que rezan el “Padre Nuestro”, no saben lo que están pidiendo cuando repiten aquella parte de la oración que habla de la venida del reino, y desafortunadamente se han convertido en repetidores autómatas. Insistimos nuevamente que tales orantes no saben qué es eso que Jesús nos mandó a pedir: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”.

En la Biblia siempre encontraremos un interés profundo por la venida del reino de Dios. Por ejemplo, José de Arimatea, un discípulo de Jesús, quien cedió un pedazo de su tierra para sepultar a Jesús, también esperaba el reino de Dios (Marcos 15:43). Y aquel joven que fue invitado por Jesús a seguirle, y que le pidiera permiso para sepultar primero a su difunto padre, Jesús le dijo: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tu vé, y anuncia el reino de Dios” (Lucas 9:59,60). Y otro le dijo: “Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia tras, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:61,62).

Y a un joven rico, Jesús le exigió que repartiera sus riquezas a los pobres, y que una vez hecho eso, le siguiera para ganar la vida eterna (Mateo 19:16-25). Cuán evidente es el hecho de que la anunciación del reino de Dios era---y es--- algo de suma importancia que supera a todos los intereses temporales de esta vida. Los judíos, contemporáneos de Jesús, estaban a la espera del reino de Dios, o de la restauración del reino de David, a través del Mesías esperado.

En esos tiempos los romanos habían subyugado al pueblo judío, y los tenían oprimidos y explotados. Antes de la venida de Jesús, hubo cierto grupo de judíos llamados: “los zelotes”, que habían provocado revueltas con el propósito de liberarse del opresor extranjero, pero fueron aplastados. En Masada, cientos de revolucionarios judíos prefirieron suicidarse antes de caer en manos de sus enemigos. Pero el fracaso de los zelotes no desanimó a los judíos patriotas, pues siguieron esperando por la aparición del Mesías con su fuerza armada poderosa que le pudiera hacer frente al invasor europeo.

Sin embargo, cuando apareció Jesús como el Mesías, sus paisanos judíos no podían aceptarlo, puesto que su manifestación como un hombre humilde, no podía ser la de un rey libertador. Les era imposible creer en ese pretendido Mesías que venía a su tierra sin un ejército poderoso y victorioso. Su rechazo fue automático, implacable, y sin meditación de las profecías de las Escrituras. Jesús les había explicado a sus paisanos judíos que todo lo escrito en las Escrituras tendría que cumplirse en él(Lucas 24:44).

En la sinagoga de Nazaret, Jesús hizo mención de la profecía de Isaías ---en el capítulo 61--- que hablaba de su misión para su primera venida. Pero Jesús sólo leyó el primer verso, y parte del segundo, y luego cerró el libro, a pesar de que éste contenía once versículos. ¿Por qué no leyó Jesús todo el capítulo 61 de Isaías? Es claro que Jesús sólo vino a cumplir una pequeña parte de esa profecía Mesiánica en su primera venida, la cual no decía nada de una revolución militar para derrocar al invasor de ese entonces.

Su misión sería más bien la de ser ungido para proclamar el evangelio a los pobres; a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos (por el diablo, Col.1:13), y vista a los ciegos (físicos y espirituales), a poner en libertad a los oprimidos (por el diablo), y a predicar el año agradable del Señor. No obstante, los judíos entendieron que esto tenía que ver con su liberación del yugo romano, la cual, de hecho, no ocurrió en su primera venida. Entonces esa liberación fue una de carácter espiritual y moral, y no de una potencia extranjera dominante. Ya en su segunda venida, o segunda presentación personal, él cumplirá con el resto de las profecías concernientes a su misión en la tierra.

Estas profecías por cumplirse incluirán la verdadera liberación del yugo opresor que tendrá Israel nuevamente en el fin de los tiempos de los gentiles, y el consiguiente reestablecimiento del antiguo reino monárquico-teocrático de David en ese país de Dios.

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