domingo, 5 de junio de 2016

Jesús confirmó el destino final del fiel de Dios

Jesús confirmó el destino final del fiel de Dios.
Edwin Mauricio Alza



La enseñanza sólida de nuestro Señor Jesús sobre muchos aspectos de nuestra relación con Dios y con los hombres se hallan en el llamado Sermón del Monte (Mateo 5:1). El maestro enseña que no solo la acción pecaminosa es desagradable a Dios sino que también la intención del corazón y sus malos pensamientos son reprobados (Mat 5:21-22).

La enseñanza empieza con las bienaventuranzas con las que Jesús confirma la esperanza del creyente israelita fiel. La fe en que vendría el descendiente de la mujer para destruir la maldad (Gen 3:15), la misma fe que abrazó Abraham de que ese descendiente saldría de él para bendecir las naciones (Gen 22:18) como un Rey sublime (Salmo 2:6-8), esa misma fe fue confirmada por el Mesías con una cita del Salmo 37 que tan abundantemente habla de la tierra como la herencia y el destino final de los escogidos de Dios.

El "pobre en espíritu" (Mat 5:3) es el de espíritu afable y apacible que es de gran estima para Dios (1 Ped 3:4). Este no tiene espíritu explosivo o rebelde como Juan y Jacobo que propusieron hacer descender fuego para castigar a los reacios a escuchar el evangelio, ellos no sabían "de que espíritu eran" (Luc 9:55). De estos sencillos serán los puestos de gobierno en el Reino que los Cielos implantarán en la tierra (Luc 19:19).

Los mansos que heredarán la tierra son los que están oyendo al señor Jesús, es decir, sus discípulos, que llegaron a ser apóstoles, ellos nos representaron a los pies de Jesús. De modo pues que nuestra herencia es nuestro galardón y destino final que al presente solo es una promesa pero tenemos certeza de lo que esperamos y tenemos convicción de lo que no se ve aún (Hebreos 11:1). La entrega del galardón será corporativa no individual, Jesús viene en su Parousía con nuestro galardón para entregárnoslo (Apo 22:12), mientras tanto nuestro galardón está seguro allá en el cielo donde ningún ladrón lo robará ni la polilla o el óxido dañan (Mat 5:12; 6:19).

Como es evidente, en ningún momento el Mesías Jesús dijo que el cielo es la herencia, ni nuestro galardón.

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