sábado, 17 de diciembre de 2016

La Naturaleza de Jesús el Cristo

La Naturaleza de Jesús Cristo
por Robert Roberts



Si la cristiandad está extraviada en cuanto al Padre y el Espíritu Santo, no es de extrañarse que la encontremos extraviada en su concepto del Señor Jesús, el cual es la manifestación del Padre por medio del Espíritu. La cristiandad cree que Cristo es la encarnación de una de las tres esencias o personalidades distintas que se supone constituyen la Trinidad; y que aunque revestido en forma humana, él es Dios en el sentido absoluto de ser el Creador.

Esta es la doctrina de la sección trinitaria de la cristiandad, en oposición a la cual, otra sección cree que Cristo no fue más que un hombre, engendrado en el proceso ordinario de la generación, y distinguido de sus semejantes por el preeminente otorgamiento de las "virtudes" de la naturaleza humana, que lo adecuaban para ser un ejemplo al género humano. Este concepto (el de los unitarios universalistas) lo considera como un maestro enviado de Dios, y en algún sentido como el Hijo de Dios; pero niega la divinidad esencial de su naturaleza. Se verá que ambos conceptos están igualmente alejados de la verdad. La verdad yace en medio de los dos.

Los testimonios que enseñan la unidad indivisible de la Deidad, como el único Padre, del cual han procedido todas las cosas, y el cual es supremo sobre todos, incluso sobre Cristo (1 Corintios 11:3), no encajan con la representación trinitaria de Dios. No se podría afirmar la supremacía y unidad del Padre si hubiera tres personalidades en una; doctrina que se presenta a nosotros como una contradicción en términos así como también en sentido. Jesús enfatiza la distinción entre él y el Padre en las siguientes declaraciones:

"No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre." (Juan 5:30)
"Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió." (Juan 7:16)
"Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí." (Juan 8:17-18)
"Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado." (Juan 17:3)

La marcada distinción reconocida y afirmada en estas declaraciones es incompatible con la doctrina que considera al Hijo como un constituyente esencial de un Dios trino. Existen "el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo." La pregunta es, ¿cuál es la relación entre los tres, según se enseña en las Escrituras? La objeción que ahora se presenta es contra la relación que supuestamente existe entre estos tres según enseña la doctrina de la Trinidad. Lo que se propone demostrar es que no son tres poderes coiguales en uno, sino poderes de los cuales uno es cabeza y fuente de los otros.

El Padre es eterno e inderivado; el Hijo es la manifestación del Padre en un hombre engendrado por medio del Espíritu; el Espíritu Santo es la concentración del poder del Padre, por medio de su "libre espíritu" que llena el cielo y la tierra. Por lo tanto, hay tres existencias que considerar, y una cierta unidad que subsiste entre los tres, puesto que tanto el Hijo como el Espíritu son manifestaciones del Padre; pero el concepto trinitario del asunto está excluido.

Sin embargo, el punto de vista unitario [universalista] queda descartado con mayor razón todavía. José no fue el padre de Jesús; él mismo repudió su paternidad, y estaba a punto de rechazar a María, su desposada, cuando un ángel vino a él con este mensaje:

"José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es." (Mateo 1:20)

Esta maravilla había sido previamente comunicada a María por el ángel Gabriel, según se registra en Lucas 1:35:
"El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios."

El unitario [universalista] evade estos testimonios negando la autenticidad de los dos primeros capítulos de Mateo y Lucas. Las razones para esta negativa son del todo superficiales e insuficientes; es más, son francamente deficientes. La evidencia que prueba la autenticidad de los capítulos rechazados es más que decisiva; es irresistible. No deja lugar a dudas o contradicciones. Existe la evidencia unida de todos los antiguos manuscritos y versiones disponibles, apoyada por el reconocimiento de los primeros escritores cristianos, confirmada por el carácter interno de los capítulos y la necesidad del acontecimiento que ellos narran para explicar el carácter y misión de Jesús de Nazaret.

La divina paternidad de Jesús seguiría siendo una verdad inmutable, aunque no existieran los registros de Mateo y Lucas. Sin embargo, estos registros son de incalculable valor. Son las ilustraciones circunstanciales de una verdad, la cual, aunque la naturaleza del caso y el testimonio la necesitan, no podríamos haber comprendido tan clara y satisfactoriamente sin ellos. Nos explican el aparecimiento y el carácter de Cristo, y nos informan del método divino de procedimiento, desde su comienzo en adelante, en la más maravillosa obra de Dios entre los hombres.

No cabe duda de que Cristo fue un ejemplo en el sentido de ser "santo, inocente, sin mancha," pero también es cierto que fue muchísimo más. El objetivo principal de su misión está tan claramente declarado que no deja lugar para la doctrina unitaria [universalista] del ejemplo moral. "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo," dijo Juan el Bautista al ver a Jesús (Juan 1:29). ¿Cómo lo quitó? La respuesta está en las palabras de Pablo: "Por el sacrificio de sí mismo" quitó el pecado (Hebreos 9:26). Jesús mismo había dicho: "Pongo mi vida por las ovejas." Pablo también dice a Timoteo:

"Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio." (2 Timoteo 1:10)
Cristo mismo declara el mismo hecho en esta forma:
"Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él." (Juan 3:17)
Además, Pedro dijo:

"Porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos." (Hechos 4:12)
De esta forma, la salvación está directamente relacionada con la primera venida de Cristo y lo que él realizó entonces; no por el estímulo moral que proporcionó, sino en virtud del resultado esencial que logró por la misión que cumplió.

Dejando tanto a trinitarios como a unitarios [ universalistas], podemos descubrir la verdad de la Escrituras por nosotros mismos. El simple título de "Hijo" que se aplica a Cristo, es suficiente para demostrar que su existencia es derivada, no eterna. La frase "Hijo de Dios" implica que el único Dios, el Padre Eterno, fue anterior al Hijo, y que el Hijo tuvo su origen "en" o "de" el Padre, al cual debe estar, por lo tanto, subordinado en un sentido que no armoniza con el concepto trinitario.

"Yo te he engendrado hoy" es el lenguaje de la Escritura, indicando claramente un comienzo de días. Este concepto está confirmado por la declaración de Cristo:
"Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo tener vida en sí mismo." (Juan 5:26)

Por lo tanto, aunque Cristo poseía vida inherente, esa vida le había sido conferida; en este caso no era inderivada. Sólo el Gran Increado, el Padre, puede decir:
"Yo soy Jehová, y no hay otro." (Isaías 45:18)

Sin embargo, aunque la existencia de Cristo no es inderivada, es más directamente divina que la puramente humana. Un hombre es una incorporación de la energía mortal de vida de su padre. Jesús no nació de la voluntad de la carne, sino de Dios. Fue engendrado de María mediante el poder del Espíritu. Este fue el origen de su título "Hijo de Dios."

Notemos las palabras del ángel a María:
"Por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios." (Lucas 1:35) Pero, aunque era Hijo de Dios, era carne y sangre:
"Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo....no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos." (Hebreos 2:14, 16, 17)�"Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado." (2 Corintios 5:21)

Como Jesús era de carácter impecable, esto sólo puede aplicarse a su constitución corporal, la que, por medio de María, era la naturaleza pecaminosa de Adán [que Dios santificó en la procreación]. Como Pablo dice en otra parte:
"Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado." (Romanos 8:3)
El fue enviado ya "nacido de mujer" (Gálatas 4:4), "del linaje de David según la carne" (Romanos 1:3).�
Jesús fue "varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él" (Hechos 2:22). Esta es la descripción que Pedro hace de él. Pablo se refiere a él como "Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2:5). El fue probado y disciplinado como también lo fue Adán, pero tuvo éxito allí donde Adán fracasó.

"Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia." (Hebreos 5:8)
Esto descarta la idea de que Jesús es "verdadero Dios." El fue Hijo de Dios, la manifestación de Dios por el poder del Espíritu, pero no Dios mismo:
"Porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó." (1 Juan 1:2)

Y de nuevo, en su narrativa del evangelio, Juan dice: "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros...lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:14), por lo cual queda de manifiesto que en Cristo fue una manifestación divina, una incorporación de la Deidad en la carne, por tanto, Emanuel, Dios con nosotros.
"Dios no da el Espíritu por medida" dice el mismo apóstol (Juan 3:34). El Espíritu descendió sobre Jesús en forma corporal en su bautismo en el Jordán, y tomó posesión de él.

Este fue el ungimiento que lo constituyó Cristo (es decir, el ungido), y le dio los poderes sobrehumanos que él afirmaba tener. Esto queda en claro por la palabras de Pedro, en su discurso a los gentiles en la casa de Cornelio: ".
..cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos...." (Hechos 10:38)

Esta sola declaración es suficiente para refutar la creencia popular de la Deidad esencial de Cristo. Si él fuera "verdadero Dios" en su carácter como Hijo, ¿por qué fue necesario que fuera "ungido" con espíritu y con poder? No efectuó milagros antes de su ungimiento. No tenía poder en sí mismo. Esta es su propia declaración:

"No puedo yo hacer nada por mí mismo." (Juan 5:30)�"El Padre que mora en mí, él hace las obras." (Juan 14:10)
En el Calvario, dejado en la total debilidad de su propia humanidad, él sintió la angustia de la hora, y clamó:
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mateo 27:46)

Antes de su unción, Jesús era simplemente el [hombre] "cuerpo preparado" para la divina manifestación que se iba a realizar a través de él. La preparación de este cuerpo comenzó con la acción del Espíritu sobre María, y concluyó cuando Jesús, teniendo treinta años de edad, fue aprobado en la perfección de un carácter impecable y maduro.

Después de que el Espíritu descendió sobre él, Jesús era la plena manifestación de Dios en la carne. El Padre, por medio del Espíritu, habitó en Cristo entre los hombres. "Dios estaba en Cristo," dice Pablo, "reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados" (2 Corintios 5:19).

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