domingo, 25 de diciembre de 2016

El pequeño manuscrito Gr-17 Hulleat.





El pequeño manuscrito Gr-17 Hulleat.




En realidad, se trata de tres fragmentos de entre 1,5 y 3 centímetros de longitud que contienen parte del texto del Evangelio de San Mateo, tradicionalmente datado en el siglo II d.C. Lo relevante es que dicho manuscrito, lejos de ser una copia moderna, ha sido datado en tiempos de Jesús.

He aquí uno de los grandes problemas para demostrar la historicidad de Jesús: apenas existen documentos contemporáneos a él, bien sean grafmentos de evangelios canónicos, apócrifos o gnósticos. Los textos oficialmente aceptados –los canónicos. Atribuidos a Lucas, Mateo, Juan y Marcos no parece que fueran escritos por ellos, sino por seguidores de estos apóstoles y, por tanto, por hombres que nunca conocieron a Jesús.

Así, según lo que se conoce hasta ahora, el Evangelio de Juan habría sido escrito hacia el año 95 d.C, mientras que los de Lucas y Mateo fueron redactados hacia el 85. El de Marcos siempre se ha considerado como el primero en ser escrito, pero data de en torno al año 70. Por tanto, todos ellos son muy posteriores a la muerte de Jesús.

Y si a esto unimos la ausencia casi total de referncias históricas, la existencia real de Jesús de Nazaret se convierte en una proposición difícil de justificar.
Sin embargo, la entrada en escena del papiro del que hablo ha modificado nuestro conocimiento sobre el asutno. La aventura de estos fragmentos del Evangelio de San Mateo comienza en un bazar de antigüedades de Luxor (Egipto) a finales del siglo XIX. Lo compró allí un reverendo llamado Charles Bousfield Huleatt en uno de esos puestos repletos de joyas arqueológicas sustraídas de los yacimientos. Con su papiro bajo el brazo, el religiosos retornó a Inglaterra.
EL cura siempre intuyó que el documento tenía algo excepcional… Y aunque él falleció en el año 1908 a consecuencia de los efectos provocados por un terremoto que asoló Sicilia, en vida ya había tomado la precaución de donarlo al colegio Magdalena de Oxford, en donde sería catalogado entre cientos de piezas como el “manuscrito Gr-17”.
Pese a ello, el papiro nunca fue tomado en consideración. Los gestores del colegio jamás pensaron que fuera algo más que una copia tardía del Evangelio de Mateo. Defenestrado durante casi un siglo, a comienzos de los años noventa del siglo XX, la historia del “tesoro” cambió cuando un investigador alemán se interesó por el “manuscrito Gr-17” Alguien que lo había visto le anticipó que podría ser más importante de lo que se creía…
Se trataba de CArsten Peter Thiede. Nadie se opuso a su intento de análisis. Nada más verlo, pensó que sus entrecortadas cinco líneas escondían una agradable buena nueva. Pero, lógicamente, debía investigarlo a conciencia. Fue un proceso largo y tedioso… Analizó el papiro y lo dató. Parecía antiguo: más de dos mil años.
A continuación examinó la escritura y acudió a sus bases documentales en busca de una similar. Y la encontró. Al parecer, estaba redactado con un tipo de grafía muy concreta, propia de entre los siglos I a.C. y los primeros años del siglo I d.C.
Analizó su lenguaje y otras muchas características. Una vez que estuvo completamente seguro, en 1994 dio a conocer el resultado de sus investigaciones.
De acuerdo con las pesquisas efectuadas, el papiro en cuestión era el documento neotestamentario más antiguo jamás hallado. Lo fechó a comienzos del siglo I y dedujo que su autor, necesariamente, había sido coetáneo de Jesús. Que en suma, había conocido al nazareno en vida. El estudio del investigador alemán fue una auténtica revolución.
De pronto, lo que sabíamos sobre la antigüedad de los evangelios se vino abajo. Hasta entonces, se pensaba que el Evangelio de San Mateo había sido escrito, al menos, en el año 85. Sin embargo, aquel papiro, que incluía varios versículos de este evangelio, databa de al menos cuarenta años antes. Bajo este nuevo prisma, el citado evangelio sería el más antiguo de los cuatro.
Y lo importante: el “manuscrito Gr-17” sería la demostración de que alguien que conoció en vida a Jesús, ya escribió sobre los hechos que protagonizó el líder de la que acabaría siendo la religión más importante de occidente, lo que significaba de por sí una prueba casi definitiva de la historicidad de Jesús de Nazaret.

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