domingo, 11 de diciembre de 2016

El gran poder y gloria que Dios ha dado a Jesús

El gran poder y gloria que Dios ha dado a Jesús
Por Robert Roberts



Cuando Jesús fue levantado de entre los muertos y glorificado, fue exaltado a recibir "toda potestad en el cielo y en la tierra"; su naturaleza humana fue transformada en divina [tal como lo seremos los fieles]; la carne se convirtió en espíritual. De ahí que tal como ahora existe, "en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (Colosenses 2:9). El representa ahora la corporeidad del espíritu de vida tal como existe en la Deidad. Pero este cambio de lo que era "en los días de su carne" no ha borrado ni una sola línea de sus recuerdos humanos. Esto es evidente en las palabras de Pablo referentes a su función sacerdotal:

"No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades." (Hebreos 4:15)

Esto sólo puede ser así porque Jesús conserva un recuerdo de la debilidad en que él mismo estuvo envuelto en los días de su carne sobre la tierra. Cuando Jesús dijo: "el que me ha visto a mí, ha visto al Padre," no contradijo la declaración de que "a Dios nadie le vio jamás," sino que simplemente expresó la verdad contenida en las siguientes palabras de Pablo:

"Él [Cristo] es la imagen del Dios invisible" (Colosenses 1:15);�"...el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia." (Hebreos 1:3)

Aquellos que miraron al Jesús ungido, vieron una representación de la Deidad accesible a la visión humana.�Jesús declaró acerca de sí mismo algunas cosas que se han usado para apoyar la idea de que él existió como persona antes de nacer de María; expresiones como:

"Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo" (Juan 6:33); "Porque yo de Dios he salido, y he venido" (Juan 8:42);�"Salí del Padre, y he venido al mundo" (Juan 16:28);
"Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese" (Juan 17:5); y
"Porque me has amado desde antes de la fundación del mundo." (Juan 17:24)

Si embargo, es evidente que debemos entender estas expresiones a la luz de los hechos indudables de la vida y misión de Cristo. Estos hechos literales son que él fue engendrado del Espíritu santo y nació en Belén (Lucas 1:35; 2:4-7); creció hasta ser hombre, aumentando con los años en sabiduría, estatura y experiencia (Lucas 2:52); se mantuvo como el inadvertido hijo de José el carpintero hasta que el poder del Espíritu fue derramado sobre él en su bautismo (Lucas 3:22); después de lo cual efectuó las obras y habló las palabras registradas en la Biblia; fue puesto a muerte en debilidad (2 Corintios 13:4); fue privado del poder del Padre cuando colgaba en la cruz y luego fue levantado de entre los muertos por el Padre (Hechos 2:24, 32; 3:15; 4:10; 5:30; 10:40; 13:30, 37).

Teniendo presentes estos hechos, estamos en condiciones de dar el sentido adecuado a las declaraciones que en forma aislada y a simple vista, parecerían enseñar una preexistencia personal. Por ejemplo, cuando Jesús dijo a los fariseos que había descendido del cielo, él no quería decir que la persona que estaba delante de ellos había descendido corporalmente de las nubes, como sus palabras parecerían enseñar si se tomaran literalmente. Lo que quiso decir fue que su origen era del cielo.

El "Espíritu santo" que vino sobre María, el "poder del Altísimo" que la cubrió con su sombra, descendió del cielo; en consecuencia, el hombre resultante podía decir, sin extravagancia, que él descendió del cielo. El sentido era literal al aplicarlo al Poder del Altísimo que produjo a "Jesús Cristo hombre"; tanto en la etapa de su engendramiento como en la etapa de su ungimiento en las riberas del Jordán, cuando el Espíritu Santo descendió en forma corporal y moró sobre él; pero no era literal al aplicarlo al varón Cristo Jesús.

Cuando dijo que procedía y venía de Dios, lo dijo en el sentido de estos hechos. El no quiso decir que como persona había emanado de la presencia misma del Todopoderoso, sino que el Padre lo había enviado en la forma revelada en el relato de su nacimiento y bautismo. A Juan se le describe como "un hombre enviado de Dios," sin querer sugerir que Juan existía antes de que naciera y fuera enviado.

Cuando Jesús dijo que tenía poder para tomar su vida después de que fuera puesta, él expresaba la confianza de que Dios lo levantaría. No era poder en el sentido dinámico, sino en el sentido de autoridad, y él añade inmediatamente: "Este mandamiento recibí de mi Padre," es decir, el tomar su vida resultaría del poder y la autoridad del Padre, ejercidos en conformidad con la promesa dada por el Padre.
Literalmente, Jesús no tomó su vida; el Padre lo levantó (ver las referencias en Hechos, tres párrafos atrás); pero dado que era el propósito del Padre, y que el Padre hablaba por medio de Jesús (Juan 14:10), Jesús podía decir apropiadamente que él tenía poder para resucitar.

En Jeremías 1:10 hay un ejemplo de este estilo de lenguaje, según el cual se considera que las cosas con que una persona está relacionada en el propósito divino, están bajo su control y conectado a su poder:

"Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar."

Literalmente, el profeta no hizo ninguna de estas cosas, sino que fue subyugado e inmolado, tal como ocurrió a casi todos los siervos de Dios; sin embargo, las cosas que él predijo acontecieron, y esto se toma como suficiente base para el lenguaje altamente elaborado citado más arriba, el cual considera el resultado de las predicciones de Jeremías como acciones personales de éste.

De la misma manera, la declaración de Cristo de que él tuvo gloria con el Padre antes de que el mundo fuese, debe entenderse en armonía con los hechos fundamentales del testimonio bíblico. La glorificación de Jesús fue un propósito del Padre desde el principio; y en este sentido, él tuvo gloria con el Padre antes de que el mundo fuese. Esta puede parecer una explicación forzada, pero una consideración del hábito bíblico de expresión la justificará, en vista de los hechos atestiguados del caso.

El Señor Dios dijo a Jeremías:
"Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te dí por profeta a las naciones." (Jeremías 1:5)

Pero Jeremías no existió antes de su concepción. Sin embargo, estas palabras parecerían apoyar esta creencia, si se entendieran como aquellos que creen en la preexistencia de Cristo entienden las declaraciones acerca de él. Jeremías existió como propósito divino; su persona estaba tan claramente presente en la mente de Dios como si hubiese estado físicamente delante de él. Esta es la explicación de palabras que, al interpretarlas rígidamente, implicarían la preexistencia de Jeremías.

Consideremos también las palabras que se dijeron de Ciro, el gobernante persa, más de cien años antes que naciera:
"Por amor de mi siervo Jacob, y de Israel mi escogido, te llamé por tu nombre; te puse sobrenombre, aunque no me conociste." (Isaías 45:4)

La misma observación se aplica aquí: Ciro estaba presente en el propósito divino, en forma tan real como si ya existiera. De ahí un estilo de lenguaje que parecería afirmar que existía antes que naciera.�De acuerdo al mismo principio, el propósito de resucitar a un muerto se expresa pasando por alto su muerte, y suponiendo su existencia ininterrumpida. De ese modo, Jesús deduce que habrá resurrección por el hecho de que

Dios se llama a sí mismo Dios de Abraham, Isaac y Jacob, en un tiempo en que éstos estaban muertos. Los saduceos vieron la fuerza del argumento, y fueron silenciados (Mateo 22:31-34).

El principio del argumento se basa en las palabras de Pablo (Romanos 4:17):

"Dios...da vida a los muertos, y llama a las cosas que no son [pero que han de ser], como si fuesen."

Las palabras dichas acerca de Jesús son de esta naturaleza. Cuando dijo en oración al Padre: "Me has amado desde antes de la fundación del mundo" (Juan 17:24), no estaba enseñando que existía desde "la fundación del mundo," sino que el Padre lo consideró con amor desde el principio y que por lo tanto, en la mente del Padre, él estaba presente. En las palabras de Pedro:

"Ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos" (1 Pedro 1:20)

El mismo estilo de lenguaje se adopta con referencia al pueblo de Cristo: "Nos escogió en él antes de la fundación del mundo" (Efesios 1:4). Literalmente, esto demostraría la existencia de los creyentes antes de que el mundo empezara, pues, normalmente, una cosa debe existir para ser objeto de elección; pero en realidad sólo demuestra la provisión divina. La gloria que Jesús tuvo antes que el mundo fuese era la gloria que Dios tenía como propósito para él desde el principio. Literalmente, él no tuvo la gloria referida antes de que el mundo fuese.

¿Cuál fue la naturaleza de esa gloria-la gloria que Jesús recibió en respuesta a su oración? El, el Jesús corporal-el cuerpo preparado-aquel que se desarrolló de la sustancia de María, y fue recipiente de la unción, fue hecho incorruptible en sustancia, y el Espíritu se derramó sobre esa sustancia tan abundantemente que lo hizo más luminoso que el sol (Hechos 26:13), y le dio poder para conferir el Espíritu, y dirigir la providencia divina en el cielo y la tierra. ¿Acaso poseía Jesús esta gloria antes de que naciera? ¿Fue él un cuerpo ungido con el Espíritu antes de ser el cuerpo preparado? ¿Fue él realmente un Jesús resucitado antes de que Jesús de Nazaret naciera en Belén?

La gloria que tuvo con el Padre antes de que el mundo fuese fue una gloria que tuvo en el propósito del Padre, pero en ningún otro sentido.

Del mismo modo debemos entender las palabras: "Antes que Abraham fuese, yo soy" (Juan 8:58). Esta fue la respuesta de Cristo a la incredulidad provocada por su declaración: "Abraham nuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó." Los judíos creyeron que él quería insinuar que era contemporáneo con Abraham, en tanto que él sólo quiso expresar lo declarado por Pablo en las siguientes palabras: "Conforme a la fe murieron todos éstos [incluyendo a Abraham según versículo 8] sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos" (Hebreos 11:13). Fue este mirar a la promesa de Cristo "de lejos" lo que hizo alegrar a Abraham. Fue el día presentado en las promesas que él vio; pero como casi siempre ocurría, los judíos entendieron mal a Jesús, y como era su costumbre, él ahondó su aturdimiento usando otra forma de expresión, que oscureció aún más su significado, según el principio expresado en Mateo 13:11-15; una forma de expresión que en una frase expresó dos aspectos de la verdad con respecto a él mismo: que él fue propuesto antes de que Abraham existiera, y que el Padre, del cual era entonces la manifestación, existía antes de todo.

Jesús dijo: "Yo y el Padre uno somos" (Juan 10:30). El no estaba diciendo, en vista de todo el testimonio bíblico, lo que los trinitarios interpretan, que él y el Padre eran idénticamente la misma persona ("de una misma sustancia, igual en poder y gloria"), sino que eran uno en su relación espiritual y en el propósito de sus obras. Esto se evidencia en su oración por sus discípulos: "Para que sean uno, así como nosotros somos uno." La unidad no es en cuanto a persona, sino en lo que se refiere a naturaleza y actitud mental. Esta es la unidad que existe entre el Padre y el Hijo, y la unidad que finalmente se establecerá entre el Padre y toda su familia, de la cual Cristo es el hermano mayor. Cuando esta unidad se establezca, Cristo asumirá una posición más subordinada que la que ahora ocupa, en relación con la raza de Adán. Pablo dice:

"Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo." (1 Corintios 15:28)

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