2. El Contentamiento con Poco
Aquí hay otro secreto para el contentamiento que obtenemos de la vida de Pablo: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.” (Fil. 4:11–12).
Él apreció la generosidad revivida de la iglesia de Filipos, pero quería que supieran que no lo había estado codiciando. Mantuvo sus necesidades o deseos bajo control, no confundiéndolos con sus necesidades.
“No lo digo porque tenga escasez” es otra forma de decir: “yo en realidad no tengo ninguna necesidad que no estén siendo satisfecha”. Nuestras necesidades como seres humanos son simples: La comida, la ropa, el refugio, y la santidad con contentamiento. La Escritura dice que estemos contentos con las necesidades básicas de la vida.
Esa actitud está en marcado contraste a la actitud de nuestra cultura. Las personas de hoy no están contentas – con poco o con mucho. Mi teoría es que entre más tienen las personas, son más propensas a ser descontentas. Típicamente, las personas más infelices que usted alguna vez conozca son muy ricas. Parecen creer que sus necesidades nunca pueden ser satisfechas. A diferencia de Pablo, asumen que sus deseos son necesidades. Han seguido nuestra cultura materialista al redefinir las necesidades humanas.
Usted nunca se encontrará un comercial o anuncio que le diga a usted que coma comida, beba agua, o que duerma. Los medios de comunicación anuncian artículos que son mucho más optativos y discrecionales, pero usted nunca lo sabrá del argumento de ventas. El llamado no es: “¿No le gustaría tener esto?” Sino, “¡usted necesita esto!” ¡Si usted se expone a tales llamados sin pensar, usted se encontrará necesitando cosas que usted ni siquiera desea! La meta de esta clase de publicidad es producir descontento y realizar una venta.
Para protegerse, ponga cuidadosa atención a cada vez que usted atribuye la palabra necesidad a algo en sus pensamientos o palabras. Revise cualquier uso de aquello que va más allá de las necesidades básicas de la vida. Pablo lo hizo, y usted lo puede hacer también. Agradecidamente considere cualquier excedente como una bendición de Dios. Usted quedará satisfecho con poco cuando usted se rehúse a depender de lujos que el mundo redefine como necesidades.
3. Desprenderse de las Circunstancias
Una de las cosas que impiden nuestro contentamiento más que cualquier otra cosa es depender de las circunstancias. Nos desmoronamos emocionalmente y perdemos nuestro sentido de contentamiento y paz cuando dejamos que nuestras circunstancias nos hagan víctimas. Sin duda Pablo fue humano y sufrió de esa manera también pero entonces él aprendió una forma diferente: Permaneciendo contento no importa lo que sus circunstancias fueron. “pues he aprendido a contentarme,” él dijo, “cualquiera que sea mi situación” (Fil. 4:11, énfasis añadido). Él en realidad quiso decir cualquiera sea, pues en el siguiente versículo él repasó la gama de extremos de gran pobreza a gran riqueza. Es posible que nosotros como cristianos aprendamos a estar contentos afrontando cualquier situación en la vida.
Y no tenemos que esperar a la siguiente vida para poder hacer esto. Nosotros necesitamos mantener un pie en la siguiente vida, sin embargo. Pablo lo dijo así: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Col. 3:2). “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” (2 Cor. 4:17–18). Pablo resistió muchas circunstancias horribles (note su resumen en 11:23–33) pero a través de ellas él aprendió a estar contento teniendo una perspectiva eterna. Tome en cuenta que cualquier circunstancia que usted afronta es sólo pasajera. La energía que usted está tentado a gastar en eso poniéndose ansioso no vale la pena al ser comparado con su recompensa eterna. Aprenda a estar contento no tomando sus circunstancias terrenales tan seriamente.
4. Siendo Sostenido por el Poder Divino
Pablo podría afrontar cualquier circunstancia terrenal con esta seguridad confiada: “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13). Él se había enterado de que no importa cuán difíciles se pongan las cosas en este mundo material, cada cristiano tiene un escudo protector espiritual.
Al decir que él podría hacer todas las cosas a través de Cristo, Pablo se refería al soportar, no a la provisión milagrosa. Él no quiso decir que él podría seguir por siempre sin comer o sin beber. Él no pudo ser maltratado 5,000 veces y aun sobrevivir. Hay un límite para las adversidades físicas que cualquier ser humano puede soportar. En lugar de eso Pablo decía: “cuando llego al fin de mis recursos, entonces experimento el poder de Cristo para sustentarme hasta que una provisión es hecha.” Él creyó en la promesa de Isaías 40:31: “pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.”
El contentamiento es el producto resultante de la angustia. Cuando usted experimenta el poder sustentador de Cristo cuando usted simplemente se ha quedado sin poder: “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.” (v. 29). Nosotros también experimentamos mucha dificultad en nuestras vidas para ver el poder de Cristo mostrarse en nosotros.
¿Sabe usted cómo funciona un marcapasos? da el impulso necesario cuando el corazón no late normalmente. Es un poder sustentador. Nosotros como creyentes tenemos una reserva de poder espiritual que se pone en acción cuando hemos llegado al fin de nuestros recursos. Por eso “Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efes. 3:20).
Usted aprenderá contentamiento cuando usted haya estado en el valle de la sombra de muerte, cuándo usted haya estado en el límite, cuándo usted no pueda resolver sus problemas, cuándo usted no pueda eliminar el conflicto, cuándo usted no pueda cambiar su ambiente en el lugar de trabajo, cuándo usted sea incapaz de oponerse a la enfermedad que destruye su cuerpo. Allí es cuando usted acudirá a Dios y encontrará la fuerza para pasar a través de la situación.
Para agregar a un clasificado importante, sin embargo, si usted ha estado llevado una vida de pecado y usted está ahora al pie del hoyo donde el pecado le ha conducido, no espere que el Señor intervenga, haga un despliegue deslumbrante de Su poder, y le haga sentirse contento. Lo más apropiado que El hará es añadir castigo al dolor que sus circunstancias naturalmente le han producido. No hay solución rápida a un patrón pecaminoso de vida. Así como la salud es el resultado de vivir correctamente en la dimensión física, así también el poder de Dios es el resultado de ser obediente en la dimensión espiritual.
5. El Contentamiento Proviene del Dar de Manera Desintersada y Sacrificial
Si usted vive para sí mismo, usted nunca estará contento. Muchos de nosotros no experimentamos contentamiento porque exigimos que nuestro mundo sea exactamente de la forma en que nos gustaría. Queremos que nuestra esposa o esposo cumpla con nuestras expectativas y con todo lo que queremos que haga y de forma puntual. Queremos que nuestros hijos se conformen a un plan preescrito que hemos ordenado para ellos y que queremos que cumplan al pie de la letra. Y queremos que todo lo demás encaje perfectamente en el pequeño espacio que reservamos para casa elemento de existencia.
Pablo oró para que los Filipensens tuviesen una perspectiva diferente. Él comenzó su carta dirigida a ellos con una oración para que su amor entre ellos pudiese abundar (Fil. 1:9), y continuó dándoles este consejo práctico: “Nada hagáis por contienda o vanagloria, antes bien con humildad estimando a cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Fil. 2:3). Él quería que se olvidaran un poco de sí mismos, preocupándose por el bienestar de los demás. Éste fue el ejemplo que les dio a ellos y a nosotros:
“14Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación. 15Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos;16pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades. 17No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta. 18Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios. 19Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” (Fil. 4:14-19)
Si bien Pablo estaba seguro de la providencia de Dios, independientemente de sus circunstancias, y fortalecido por el poder divino, supo cómo escribir una carta de agradecimiento. Él deseaba que los Filipenses supiesen habían hecho una cosa noble en cuidar de sus necesidades. Ellos eran una iglesia pobre Macedonia (un área cuya pobreza es descrita en 2 Cor. 8–9) que aparentemente habían enviado comida, ropa, y dinero para Pablo en Roma por medio de Epafrodito. Su generosidad impresionó a Pablo.
Note qué fue lo que le hizo más feliz de esta ofrenda: “No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta” (Fil. 4:17). Pablo estaba más interesado en su beneficio espiritual de ellos que en su ganancia material. Estar confortable, bien alimentado, y satisfecho no eran las preocupaciones principales en la vida de Pablo. Antes bien, estaba más interesado en acumular dividendos eternos para las vidas de las personas que amaba. Aquí están los principios bíblicos eternos que aplicaba:
þ Proverbios 11:24–25: “Hay quienes reparten, y les es añadido más; Y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza. El alma generosa será prosperada; Y el que saciare, él también será saciado.”
þ Proverbios 19:17: “A Jehová presta el que da al pobre, Y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.”
þ Lucas 6:38: “Dad, y se os dará”
þ 2 Corintios 9:6: “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.”
Pablo describió el don que él había recibido como “olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios.” (Fil. 4:18). Él estaba usando metáforas del Antiguo Testamento para decir: “no sólo me has ofrendado a mí sino también a Dios”. Al principio de nuestro pasaje, en el versículo 10, notamos cuan feliz estaba Pablo por recibir esa ofrenda. Su gozo no se originó porque finalmente recibió lo que él había estado esperando (como lo vimos en versículo 11, atentamente mencionó que él no tenía necesidad), sino porque los Filipenses le habían dado algo que honraba a Dios y acrecentaría su beneficio espiritual.
Su acción llevó a Pablo a decir al final: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” (v. 19). Ese es uno de los versículos que más a menudo es citado de la Escritura, pero necesita ser ubicado en su contexto. Pablo decía: “Me han dado una forma en que ustedes mismos han quedado necesitados. Quiero asegurarles que Dios no permanecerá en deuda. Él suplirá todas sus necesidades”. Se refiere a necesidades materiales y terrenales sacrificadas por los Filipenses, que Dios en respuesta a su sacrificio reemplazaría ampliamente.
Si usted de la misma manera “Honra a Jehová con tus bienes, Y con las primicias de todos tus frutos; Y serán llenos tus graneros con abundancia, Y tus lagares rebosarán de mosto” (Prov. 3:9–10). Dios no va a devolverle solamente bendiciones espirituales y dejarle morir de hambre. Si usted está en Cristo, las riquezas de Dios en gloria son suyas. Eso es por qué, como aprendimos en nuestro primer capítulo, no debemos estar preocupados por lo que comeremos, beberemos, o llevaremos puestos. En lugar de eso debemos “buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas, Así que, no os afanéis…” (Matt. 6:33–34).
Ataque ansiedad en su vida aplicando lo que usted ha aprendido acerca del contentamiento. Tenga confianza en la providencia soberana de Dios, y no permita que las circunstancias lo perturben. En lugar de entregarnos al pánico, apéguese a la promesa de Romanos 8:28: “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Considere ese versículo como una norma de vida espiritual para el resto de su vida.
También, opóngase a la corriente de nuestra sociedad materialista, egoísta quedando satisfecho con poco y más preocupados por el bienestar espiritual de los demás que de sus propias necesidades materiales. Sea obediente a la Palabra de Dios y el confíe en Su poder para suplir todas sus necesidades. ¡Que nuestro Señor conserve mantenga todos estos principios en nuestras mentes para que podamos estar contentos – y libres de la ansiedad!
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