martes, 30 de junio de 2009

Pragmáticos siguen lo "que funciona" en sus iglesias

El Desafío del Pragmatismo

Escrito por Gary Gilley

Si hay una religión común que se encuentre dentro del mundo occidental seguramente es el pragmatismo – la religión de “¿qué es lo que funciona?” El pragmatismo no tiene catedrales; no sigue liturgia, no contrata a pastores y no puede ser encontrado en ninguna lista de denominaciones, pero está entretejido en la misma tela de la iglesia occidental. Si hablamos acerca los principales Pentecostales, Fundamentalistas, Emergentes u Ortodoxos, no se requiere mucha observación para darse cuenta de que el pragmatismo está entrelazado a todo lo largo de cada tradición. Tratar de remover el pragmatismo es jalar un hilo que muy bien podría desenredar la estructura entera de vida del Cristianismo y de la iglesia como la conocemos hoy, sin embargo tenemos que hacer ese tirón. El problema hasta allí es que muchos de nosotros estamos dispuestos a usar cualquier enfoque disponible para cumplir con nuestras metas, incluso si esos enfoques y/o objetivos no sean compatibles con la voluntad revelada de Dios. Nuestro credo es: “Si funciona debe ser de Dios” por que, después de todo, la bendición externa de Dios es el criterio por el cual a menudo medimos la aprobación de Dios. Utilizando el estándar del pragmatismo en vez de la Escritura, podemos con toda buena conciencia vivir vidas y podemos desarrollar ministerios que tienen la apariencia de sabiduría pero no obstante nos quedamos seriamente cortos del estándar de Dios. Haríamos bien en considerar cuidadosamente la advertencia encontrada en Proverbios 14:12: “Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte.”

Tome por ejemplo el ampliamente popular y completamente pragmático libro Blue Like Jazz(Azul Como el Jazz) de Donald Miller. La portada de Blue Like Jazz nos dice que fue escrito para “cualquiera que pregunte si la fe cristiana es aun relevante en una cultura postmoderna” y “para alguien sediento de un encuentro fresco con un Dios que es real.” Sin embargo, Miller no utiliza ninguna referencia o cita bíblica y solamente se la pasa menciona situaciones bíblicas proponiéndose conducirnos hacia un encuentro auténtico con Dios. Es por esta razón que él puede hacer elogios de uno de las universidades más depravadas en el mundo (por la propia admisión de Miller) al decirnos: “tuve más experiencias espirituales significativas en la Universidad Reed que la que alguna vez tuve en la iglesia.” [1]

Miller nos haría caso omiso de la guía del Salmo 1:1, “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado,” y lo reemplazaría con su consejo porque esta es “la experiencia” de él. Por ejemplo, Miller nos dice que él apenas puede estar de acuerdo con lo que dicen los cristianos acerca de la depravación (una enseñanza derivada de la Biblia, por cierto), no porque sea bíblico sino por su “experiencia” con su depravación.[2] Además, Milles habla de un tiempo en el estuvo viviendo con “hippies” que “fumaron una buena cantidad de marihuana [y] bebió una buena cantidad de cerveza,” siendo aparentemente inmoral y robando comida, pero “los alejé [los hippies] de mi cuando necesitaba ser recordado acerca de la bondad, acerca de la pureza y la benignidad.”[3]

No es la Escritura la que guía los pensamientos de Milles sino las situaciones que parecen funcionarle y parecen estar conformes con su experiencia. El pragmatismo domina el libro de Milles y resuena con millones de sus lectores. La comunidad cristiana ha crecido acostumbrada a este tipo de pensamiento que pocos se inmutan cuando los líderes cristianos, como Milles, construyen un plan entero de vida alrededor de lo que parece funcionarles a ellos.

El Fundamento Filosófico

Mientras que el pragmatismo es simplemente una forma de vida para la mayoría de la gente, es también un sistema filosófico. Un pensador cristiano nos recuerda que el filósofo Emmanuel Kant (1724-1804)

…puso intelectualmente de moda tanto dudar que podemos conocer la realidad como es y enfocarla en cosas prácticas, como la ética. Más tarde, esto se hizo se volvería a encontrar en el pragmatismo de John Dewey (1859-1952) y el neopragmatismo de Richard Rorty (1931) [uno de los autores de la filosofía posmoderna], y cuando ambos sugieren que no podemos conocer la realidad ni plena u concluyentemente; debemos identificarla como lo que hace.[4]

Pocas personas tienen una comprensión amplia de la filosofía pero no se requiere a un filósofo para reconocer que la actitud predominante de hoy, una actitud que ha invadido a la iglesia, es “acomodarse a lo que funciona” y no estar excesivamente preocupado por la verdad. Después de todo, los postmodernos creen que nunca podemos estar seguros de la verdad de ninguna manera; por eso el pragmatismo lo tendrá que hacer. Pero cuando cambiamos la verdad por lo que funciona, ó mejor dicho, lo que pensamos que funciona, elevamos nuestros pensamientos por encima de los de Dios. O como Gordon Clark advierte: “Puesto que Dios es verdad, un desprecio por la verdad es igualmente un desprecio por Dios”.[5]

Cualquier cosa que ronde en los círculos filosóficos normalmente logra encontrar camino en el pensamiento cristiano igualmente. J Gresham Machen dijo hace esto bien hace casi un siglo: “Lo que hoy es una cuestión de especulación académica, mañana comenzará a mover ejércitos y derribar imperios.”[6] Una de las especulaciones académicas que es popular por el momento es retratar al evangelicalismo moderno como un producto de la Iluminación, con su énfasis en el pensamiento de la ciencia, de la razón y de lo sistemático. Esto es especialmente cierto entre aquellos que abrazan una forma postmoderna de Cristianismo como los líderes de la iglesia Emergente. Por ejemplo, Robert Webber escribe:

Los conservadores siguieron el énfasis de la Iluminación en el individualismo, la razón, y la verdad objetiva para construir edificios de certeza tomando prestado de la consistencia interna de la Biblia, la doctrina de la infalibilidad, el uso apologético de la arqueología, la defensa a la crítica del texto bíblico, y otro tantos intentos de prueba racional … Este paradigma de Iluminación produjo tres convicciones distribuidas proporcionalmente por cristianos y personas no cristianas: El Fundamentalismo, el estructuralismo, y la noción de la meta-narrativa.[7]

Asociando cosas así como la infalibilidad, la apologética, el fundamentalismo y así sucesivamente con la Iluminación, los pensadores cristianos emergentes tratan de subvertir estos conceptos en los ojos de la iglesia moderna. Si estas ideas provienen de la filosofía de la Iluminación entonces pueden ser descartadas como sin valor alguno y podemos dar marcha atrás a otras filosofías, tales como las están siendo propuestas por el posmodernismo, o como el razonamiento continúe. Pero el asunto no es si algo que hemos aceptado parece estar de acuerdo, o en desacuerdo, con una línea particular de pensamiento, sino si lo que creemos está de acuerdo con la Escritura. Ciertamente hay elementos de verdad en las acusaciones hechas por cristianos postmodernos, si bien la mayoría de líderes evangélicos (tanto del pasado como del presente) y a su vez de filtrando hacia fuera las creencias mortíferas de la Iluminación al retener esas partes que fueron de ayuda, tales como el Cristianismo siendo una fe razonable, y la verdad siendo comprensible y capaz para ser analizada y sistematizada.

Aun la crítica es válida para que la teología pueda ser tan estandarizada como para remover la admiración de Dios, dejando atrás un contorno de doctrinas sin vida palpitando en sus venas. Innumerables creyentes pueden regurgitar sus creencias teológicas y sus versículos favoritos memorizados de la Escritura y sin embargo no conocer prácticamente nada de la vida dinámica del cristiano. La memoria maquinal y la sana doctrina no equivalen a un amor apasionado y sincero amor a Cristo – pero tampoco son un equipaje extra. Los pensadores emergentes y los comunicadores proveen una corrección cuando es necesario demostrar que el conocimiento automáticamente no conduce a la vitalidad espiritual, pero van demasiado lejos cuando dicen que la vitalidad espiritual puede ser encontrada aparte de la sólida comprensión de la verdad de la revelación de Dios. Esta ruta ha viajado antes, y eso no hace mucho tiempo, con resultados desastrosos.

De la Filosofía a la Teología

En realidad, creo que lo que vemos hoy adentro mucho del evangelicalismo popular no es el residuo de la Iluminación sino del Romanticismo. El historiador David Bebbington nos cuenta que en el siglo diecinueve surgió un nuevo método para ver el mundo (el Romanticismo) surgió para desafiar y de alguna manera suplantar el pensamiento de Iluminación. Bebbington observa, “En Lugar de exaltar la razón como la Iluminación lo hizo, aquellos conmovidos por el espíritu nuevo de las épocas en que colocaron su énfasis en la voluntad, el espíritu y la emoción. Quisieron librarse de la estructura ajustada del pensamiento impuesto por el enfoque racional con el fin de respirar aire más libre.”[8]

Bebbington nos informa que fue Horace Bushnell, alrededor de la mitad del siglo diecinueve, quien popularizó las ideas Románticas a fin de que comenzasen a colarse en la teología del evangelicalismo. Bushnell escribiría: “Todas las fórmulas de doctrina deberían celebrarse en un cierto espíritu de adaptación. No pueden ser presionadas a la letra por la muy suficiente razón de que la letra nunca es verdadera.”[9] Bushnell argumentó que la verdad cristiana debería apelar al “sentir y a la razón imaginativa,” y no a “la comprensión natural.”[10]

Si esta clase de lenguaje no suena familiar lo debería. Los Postmodernos, incluyendo aquellos que se encuentran dentro de la iglesia, se sentirían muy en casa con el Romanticismo, puesto que el pensamiento postmoderno es similar. Por consiguiente debería ser cuidadosamente notado hacia donde el Romanticismo condujo a los evangélicos durante los 1800s – directamente al liberalismo teológico. Durante la parte más reciente del siglo diecinueve virtualmente todas las doctrinas cardinales de la fe fueron desafiadas o negadas por el liberalismo creciente (derivadas en su mayor parte del Racionalismo Alemán y la Alta Crítica) la cual amenazó a la iglesia evangélica. Desde la Divinidad a la necesidad de la salvación, a la existencia del infierno, a la expiación, a la inspiración de la Escritura, al significado del evangelio, cada doctrina sostenida valiosamente por la comunidad evangélica fue pulverizada del significado bíblico e infundidas con ideas que convenían a los tiempos.

El historiador de la iglesia y teólogo, Iain Murray, documenta que Friedrich Schleiermacher (1768-1834), considerado como el padre del liberalismo teológico, “adoptó el Romanticismo de Rousseau y el panteísmo de otros filósofos contemporáneos…[y] continuaron en afirmar primordialmente que la religión no es cuestión de doctrina sino más bien de sentir, de intuición y de experiencia.”[11] “Vida y no teología” se convirtió en el lema de guerra de la iglesia Romántica y liberal de los 1800s. Como resultado los temas de creencias fueron considerados de poca consecuencia; lo que era importante es la vida y la experiencia. Orto-práctica (la práctica o vida correcta) fraguó la ortodoxia (la doctrina correcta). Ésta fue una reacción excesiva de una comunidad cristiana que había sido suavizada por la infiltración del Romanticismo. El Cristianismo verdadero y bíblico siempre ha confirmado la necesidad de la vida y la experiencia. Ninguno de los líderes de la iglesia que conozco están contentos con desarrollar personas cuyas cabezas están llenas de conocimiento pero cuyas vidas están llenas de pecado. Pero la argumentación de creyentes conservadores siempre ha sido que la vida emerge de la sana doctrina; la vida correcta no se forma nunca en un vacío de verdad. Joel Beeke lo hizo vindicar cuando escribió: “la Doctrina debe producir vida, y la vida debe adornar la doctrina.”[12]

El estado de ánimo de nuestro actual momento postmoderno, sin embargo, al igual que los Románticos y los liberales de los 1800s, es minimizar la doctrina al punto de ser no esencial y de maximizar la vida y la experiencia divorciándola del corazón teológico. Brian McLaren, un líder prominente en el movimiento Emergente (la versión del liberalismo antiguo del siglo 21), escribe: “colocamos menos énfasis en qué linaje, ritos, doctrinas, estructuras, y terminología son correctas y más énfasis en aquellas acciones, servicio, alcance, bondad, y efectividad son buenas.”[13] McLaren no afirmaría que todas las doctrinas estén mal, pero puesto que nunca podemos estar seguros de cuáles doctrinas están en lo correcto debemos practicar lo que él llama “ortodoxia abundante,” la cuál es algo diferente para decir que todo el mundo está en lo correcto y todo el mundo está equivocados, así es que déjenos solamente ir y amar a todo el mundo. McLaren parece que no se preocupa de es prácticamente imposible determinar lo bueno a menos que primero conozca lo que es correcto.

El pastor emergente Rob Bell está de acuerdo con el énfasis de McLaren: “Quizá una mejor pregunta que ¿quién está en lo correcto?, es ¿quién vive correctamente?”[14] Bell entonces ilustra sus convicciones a través del uso de un trampolín. En la ilustración de Bell el resorte que sujeta la lona son las doctrinas cristianas e incluso las doctrinas sagradas (resortes) son dispensables. Él ofrece como ejemplo la doctrina de la encarnación, sugerir que si pudiera ser probado que Jesús no fuera hijo de una virgen, no afectaría en ningún sentido la fe cristiana.[15] La pregunta grande para Bell no es lo que sea verdad. En lugar de eso él quiere saber: “¿Es el camino de Jesús todavía el mejor camino posible para vivir?”[16] Esta pregunta pragmática es una condición de Bell para la vida cristiana. Bell está “mucho más interesado en saltar que en…. discutir acerca de cual trampolín es mejor.”[17] En Otras Palabras, lo que tiene importancia es cómo vivimos y no lo que creemos. Estos hombres no ven conexión vital entre lo que creemos y el cómo vivimos, entre la ortodoxia y ortopraxia. Habiendo aceptado esto se desconectan y continúan elevando la ortopraxia exluyendo la ortodoxia. Las creencias correctas están simplemente de más. El cómo vivimos es todo lo que tiene importancia. El pragmatismo reina.

Probablemente, si Bell o McLaren encontrasen una mejor “forma para vivir,” se desharían del Cristianismo y adoptarían esa mejor forma. Esto podría explicar por qué Bell fue un participante oficial en la Semilla de la convención de Compasión en abril de 2008 con líderes hindús, musulmanes, judíos, budistas, y sijs, y presentando a “Su Santidad el Dalai Lama.”[18] Según su sitio Web “la sesión final de Semillas de Compasión fue Juventud y Diálogo de Conexión Espiritual. Los luminares globales, nacionales y locales representando las creencias de todas partes del mundo se reunirán para discutir y nutrir la juventud con espiritualidad.”[19] Quizá Bell, quién fue uno de los “luminares” y no quiere discutir sobre creencias, ha encontrado un mejor trampolín sobre que rebotar. Si la juventud puede ser nutrida mejor por el Dalai Lama o un Imám Muslim o un Maestro Budista Zen entonces el trampolín parecería apropiado, puesto que la gran pregunta por Bell, como lo ha indicado, no es qué es la verdad, sino, “Es el camino de Jesús aun el mejor camino posible para vivir?” Si una mejor forma puede ser encontrada entonces el trampolín de Jesús necesitaría ser reemplazado por un modelo mejor y de más rebote. Puesto que finalmente todo lo que importa es que es lo que nos da un rebote más alto entonces lo que creamos es insignificantey lo que el Dalai Lama tiene que ofrecer podría ser superior.

“¿Es el camino de Jesús aun el mejor camino posible para la vida?” Depende de cómo define usted “la vida.” Bíblicamente no hay duda – “Jesús es el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6). Cuando la Escritura habla de vida espiritual está hablando de unidad con Dios y, por consiguiente, cuándo Jesús dice: “nadie viene al Padre sino por Mí” (Juan 14:6) El nos esta diciendo que la vida espiritual verdadera es lo contrario de la muerte espiritual, lo cual es separación de Dios. La vida significa ser llevado a una relación salvadora con Dios. En ocasiones es esto experimentalmente significa que estamos sobrecogidos por la grandeza de Dios y las alegrías de la vida cristiana. En otras veces, la vida en este planeta, aun para el creyente más fuerte, puede ser una gran lucha con las fuerzas de mal, un mundo pecaminoso y nuestra propia carne.

La Escritura nunca minimiza estas experiencias, si bien las redime (e.g. Romanos 5:1-10). Lo que la Palabra no hace es invitarnos al Padre a través del Hijo de Dios para experimentar una existencia más feliz (un rebote superior) y luego intercambiarla si podemos encontrar algo mejor. En lugar de eso la invitación para conocer a Dios se basa en la verdad de que Dios es verdadero y Jesús es el único camino para la unión con el Padre (Hechos 4:12). El asunto no es si Jesús es el mejor camino de vivir la “buena vida,” sino que Jesús es la vida y el único camino para la vida verdadera definida como una relación con Dios. Si seguimos la fórmula de Bell de que una mejor forma podría parecer surgir muy a menudo. Si entendemos la fórmula bíblica tal alternativa no es posible. Cuando Jesús le preguntó a los apóstoles si ellos se dejaría llevar por la corriente y abandonarle también, Pedro contestó: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68). Pedro vio que Jesús fue la única opción si alguien buscara la verdad que guía a la vida eterna.

Un Ataque del Pasado

Brian McLaren, Rob Bell, y otros del campo emergente escriben y hablan atractivamente acerca de lo que están ofreciendo, pero la historia, por no mencionar la Escritura, sugiere que debe tenerse mucho cuidado sobre este punto. El Historiador de la Iglesia Iain Murray nos recuerda que en el siglo 19 “la teología liberal en muy raras ocasiones se presenta como estando en oposición a la Escritura. Por el contrario, sus exponentes afirman la autoridad del Nuevo Testamento a un punto de vista de que el cristianismo es vida y no doctrina.”[1] Algunos utilizan esta línea de razonamiento, al igual que el Arzobispo eventual de Canterbury William Temple podría decir: “un ateo que vive por el amor se salva por su fe en el Dios cuya existencia (bajo ese nombre) el niega.”[2] Es vivir por amor lo que importa, no lo que uno cree acerca de Dios. El teólogo liberal del siglo XIX Schleiermacher llegó más lejos al prohinir la predicación doctrinal desde el púlpito porque “la experiencia y no la enseñanza, ha de ser el objetivo del predicador.”[3]

Como parece ser teológicamente el siglo 21 un eco del siglo 19, así también lo es la reacción de los evangélicos. Si bien hubo un esfuerzo concertado para luchar contra el liberalismo por parte de algunos de los creyentes más conservadores para finales del 1800,[4] muchos optaron por quedarse atrás y manifestar tolerancia. Murray dice: “Había algunos que estaban inseguros de qué pensar, y, en su incertidumbre erraron al irse del lado de la neutralidad y la falsa caridad. Probablemente fue la actitud de este grupo que finalmente permitió que la nueva enseñanza se convertiera en general.”[5] Este es el error que se repite a menudo el día de hoy por evangélicos bien intencionados que no quieren provocar movimientos y miedo, sobre todas las cosas, estos podrían ser llamados “fundamentalistas.” Históricamente, los fundamentalistas en América marcharon en la línea frontal de batalla con el liberalismo de oposición a principios del siglo 20. Por otra parte, los evangélicos en Gran Bretaña tuvieron un enfoque más relajado y sin intención, como Murray confirmaría, permitieron al liberalismo finalmente ganar el día. Mucha de la crítica se ha puesto en marcha en el movimiento fundamentalista, algunos de ellos la merecen, pero sin duda es el fundamentalista a quien se le debe dar mucho crédito por la preservación de la fe evangélica en América.

Relevantes y Auténticos

Pero así como a muchos evangélicos se les denominan fundamentalistas y están siendo calificados de “no relevantes” o carentes de autenticidad. Ser relevante y auténtico son dos palabras que suenan populares en muchos círculos cristianos de hoy. Todo el mundo quiere ser auténtico y relevante, aunque la definición de lo que estas palabras significan a menudo resulta difícil. Almorcé hace cerca de un año con un pastor de una de las más conocidas iglesias “auténticas” en los Estados Unidos. Dado que esta iglesia es conocida mundialmente por su autenticidad y relevancia, y dado que se ha convertido en el cartel de la iglesia para estás codiciadas características, le pedí que me describiera de qué manera los miembros de su iglesia eran auténticos y relevantes. Yo estaba especialmente con curiosidad de su respuesta en el contexto de mi iglesia local, la cual podría ser descrita como conservadora, centrada en la Biblia y de básica.

El pastor dudó un poco, comportándose como si él nunca había oído antes esa pregunta. Posiblemente yo era la primer persona con la que se había reunido quedándose lo suficientemente sin habla como para no saber que significa relevante y auténtico (por cierto usted encontrará la misma respuesta si usted le pregunta lo que significa ser misionero o lo que es realmente el reino – otras dos palabras que suenan en círculos de la iglesia posmoderna). Por último me dijo que la mayoría de su gente lleva jeans a su iglesia, a lo cual respondí que algunos de los nuestros también. El entonces dijo que su gente vive auténticamente en la comunidad, a lo cual respondí que muchos de nosotros también lo hacemos, (aunque en teoría no se supone que defina una palabra mediante una palabra). Argumentándome una vez más el me dice entonces que su gente bebe cerveza (supongo que no significa que la iglesia lo haga durante los servicios). Estoy bastante seguro de que algunos de nuestra gente lo hacen también, pero ello no lo dicen (al menos delante de mí) y que seguramente no sería un credencial de autenticidad. Le pregunté, “¿Es todo lo que tienes?” Pero había terminado y él no tenía nada más que decir.

Sin duda, vestir casual en los servicios religiosos y beber alcohol no es la definición ya sea de auténtico o relevante. Y estoy seguro de que este pastor podría haber previsto mejor algunas descripciones de la misma si hubiera tenido más tiempo para reflexionar. Sin embargo, al leer la literatura de su iglesia y su sitio web se que añadido a esta lista está el uso de cualquier forma de música en reuniones de la iglesia, no importa cuan impía sea o si es llevada a cabo por incrédulos, lenguaje sucio ó bajo, uso de comentarios sexualmente inapropiados e ilustraciones y su participación en casi cualquier forma de entretenimiento y diversión que sea atractivo para los incrédulos. De hecho, tengo la idea de que la relevancia y autenticidad son términos que se utilizan en la actualidad, al menos por algunos, para describir lo que otra generación de evangélicos llamó “mundanalidad”.

“Mundanalidad”- es una palabra que no se suele encontrar en iglesias y literatura cristiana “relevante”, excepto para burlarse de cristianos “mojigatos” que todavía se preocupan por estas cosas. Generaciones pasadas de creyentes veían a la pureza y a la separación de cuestionables actividades no sólo como obediencia a Dios (Rom 12:2), sino también como un testimonio a los incrédulos. No necesariamente que los incrédulos entendieran o apreciaran el deseo de los cristianos de vivir una vida separada (otro término anticuado que no escuchará en la mayoría de los círculos cristianos de hoy), sino que reconocían que en muchos aspectos reales, los cristianos viven de manera diferente a la manera en que lo hacían (1 Ped. 4:3-4). Si bien esto ahuyentaba e incluso enfurecía a algunos, no obstante, hacía notar que Cristo transformaba la vida y el estilo de vida de los regenerados.

Es a esto mismo contra lo que muchos de los que pregonan relevancia hoy han reaccionado. ¿Cómo, preguntan, podemos esperar llevar a la gente a Cristo modelándoles un estilo de vida que encuentran repugnante? Si queremos ganar al incrédulo para el Señor tenemos que identificarnos con ellos. Tenemos que demostrarles que disfrutamos las mismas cosas que ellos hacen. Ellos deben darse cuenta de que los cristianos pueden beber, hablar y vestir, apostar y ser groseros y disfrutar de todas las mismas formas de ocio que los no cristianos hacen. Vivir de esta manera, se nos dice, será atractiva para el incrédulo de que vean en nosotros una auténtica vida, que es transparente y libre de hipocresía y engreimiento, la cual el incrédulo afirma ver de manera universal en los cristianos. Somos, después de todo, no tan diferentes a ellos, salvo que creemos en Cristo. El líder emergente Jim Henderson, en un libro donde es co-autor con un ateo y patrocinado por George Barna, escribe: “[los incrédulos son] iguales a mi, excepto que no están interesados realmente en Jesús en la misma medida que yo lo estoy.”[6]

Ciertamente, esta caricatura de los cristianos a veces es realista. Muy a menudo los creyentes tienen miedo de admitir sus debilidades y deficiencias. Se pueden dar aires de importancia mientras que están luchando con las mismas cosas que todas las personas: el pecado, la soledad, la decepción, el dolor, etc En este tipo de pretensión tenemos que declarar una moratoria. Pero sin duda es una reacción a adoptar un estilo de vida característico de aquellos que no conocen el poder redentor de Cristo en una equivocada noción de que vamos a atraerlos al Señor como resultado.

La Verdad y la Autoridad

De lo que estamos hablando en última instancia, es de las cuestiones de la verdad y la autoridad – dos conceptos que los pensadores emergentes le dirán que provienen de la Iluminación y no de la Escritura. Como hemos visto, los líderes de la iglesia posmoderna, como los del liberalismo en el pasado, han tratado de clavar una cuña entre la vida y la doctrina. Si son correctos entonces lo que creemos no importa, lo que importa son nuestras experiencias, nuestras emociones y nuestra conducta. Debe quedar claro que ninguno de los que conozco está descartando la importancia de “la vida”, pero hay numerosas cosas equivocadas con el equiparar al cristianismo con la vida solamente. Por un lado este enfoque reduccionista es simplemente imposible. No hay vida, buena o mala, que no provenga de nuestras creencias. Aun cuando los líderes emergentes como McLaren y Bell censuren la doctrina, están, sin embargo, enseñando su propia marca de teología. El rechazo de la doctrina como base para la autoridad es un pronunciamiento teológico. Los conservadores pueden afirmar las ideas que los Emergentes rechazan, pero ambos son testimonio de un sistema de creencias. Los Emergentes creen muchas cosas que la Biblia enseña y los evangélicos reconocen que no son verdaderas, o al menos no son necesarias para la vida y la experiencia espiritual. Uno proclama ciertas verdades, y el otro las rechaza, pero ambos están expresando su enfoque de teología. Es simplemente un juego de palabras hablar de “la vida y no la doctrina.”

Nuestra fuente de autoridad es otra cuestión problemática con la doctrina de la vida frente a la escuela de pensamiento. En última instancia todo el mundo tiene sus creencias vinculadas a la vida y a un concepto de autoridad. Para el cristiano bíblico esa fuente es la Palabra de Dios. Cuando la Escritura habla, y sobre cualquier tema que hable, tiene la última palabra. Todas las demás voces son silenciadas en la presencia de la revelación de Dios. Nuestra tarea como creyentes es tratar de entender lo que enseña la Palabra y aplicarla a nuestra vida.

Algunos en la comunidad cristiana desafiarán esta idea de frente. Ellos nos dirán que la Biblia es un libro lleno de historias anticuadas, mitos y relatos históricos que dan testimonio de la revelación de Dios, pero no es la misma revelación de Dios. Es un libro escrito por hombres y, como tal, sus pronunciamientos y enseñanzas pueden ser vistas como poco más que un sabio consejo el cual es libre de tomarse, adoptándolas o rechazándolas según se ajuste a nuestra propia opinión. En este mismo sentido otros harían a la Escritura subordinada a la ciencia, a la psicoterapia y al pensamiento moderno. Después de todo, la Biblia es un libro antiguo y difícilmente se puede esperar que tenga mucho que decir a los ciudadanos del planeta Tierra en el siglo 21. En ambos escenarios, la autoridad descansa sobre el individuo o sobre la sabiduría colectiva de los hombres en lugar de la Palabra de Dios.

Sin embargo, el cristiano promedio no sigue ninguno de estos escenarios. La mayoría darían servicio de labios a la autoridad de las Escrituras, pero en la práctica su verdadero maestro (autoridad) es el pragmatismo. Ellos nunca niegan la infalibilidad y el valor de la Palabra de Dios, pero en realidad “lo que funciona”, o al menos lo que creen que funciona, es lo que manda. No es que hayan rechazado conscientemente lo que Dios ha revelado, sino que lo que parece estar funcionando en el momento es su modo por defecto.

Y ¿que es lo que parece estar funcionando ahora mismo? En un nivel eclesiástico las iglesias y organizaciones paraeclesiásticas que tienen más probabilidades de tener éxito, si usted define éxito como “nickels and noses”, son los mismos que están dando a la gente lo que quieren escuchar en lugar de lo que Dios quiere que escuchen. La gente quiere escuchar acerca de cómo tener éxito, cómo tener un matrimonio feliz, y la forma de sentirse bien sobre sí mismos en oposición a los conceptos bíblicos sobre como glorificar a Dios, cómo tener un matrimonio santo, cómo negarse a sí mismo, cómo llevar la cruz y seguirle. Dado que la mayoría de los cristianos han equivocado los objetivos de su vida, habiéndolos derivados de conformidad a su forma de pensar mundana en lugar de ser transformados por medio de la renovación de su mente (Rom. 12:2), no es sorprendente que vivan por todo el mundo mediante las metodologías también. Los cristianos ahora quieren las mismas cosas que el incrédulo desea, quiere utilizar los métodos que ha creado el incrédulo. Cuando hayamos aceptado que el propósito de la vida es ser exitoso, popular, poderoso, rico, tener una saludable imagen propia y así sucesivamente, las Escrituras tendrán poco que ofrecer debido a que estas categorías no son bíblicas. Es decir, Dios no define la vida verdadera de la misma manera en que el mundo lo hace. El Señor tiene mucho que decir acerca de negarse uno mismo, pero nada acerca de amarse a sí mismo. Él tiene mucho que decir acerca del gozo, pero nada positivo acerca de divertirnos hasta la muerte (como lo llama un autor). El ofrece un montón de principios relativos a las finanzas, pero muy poco sobre cómo ser ricos, e incluso advierte sobre el deseo de la riqueza (1 Tim 6:9-10). La Biblia está llena de maneras de traer honor a Dios y de exaltar su grandeza, pero nos llama a centrarnos en la humildad personal (Lucas 9:46-48).

Naturalmente no pensamos como Dios piensa. Si bien la regeneración cambia nuestra naturaleza es una tarea a lo largo de la vida ser “transformados por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Rom 12:2) – un proceso que nunca se terminará en nuestra vida. No es de extrañar encontrar esto puesto que fácilmente nos volvemos a las fuentes equivocadas (tales como el yo) para entender la vida, también utilizamos los medios equivocados en nuestro esfuerzo por encontrar la vida (tales como el pragmatismo). Si la vida se define como éxito en lo que uno hace entonces cualquier cosa que permita un éxito se convertirá en la influencia controladora de uno (¿nos atrevemos a decir dios?). El pragmatismo, por lo tanto, simplemente porque parece que “funciona”, es el paisaje que domina al cristiano de hoy. La verdad, como es revelada en la Palabra de Dios, está tomando un asiento trasero a la doctrina de “lo que funciona”.

El pragmatismo es el Rey sentado en el trono de demasiadas vidas e iglesias, pero afortunadamente hay una manera de derrocar al rey. Pablo abrió el camino cuando dijo que el estaba “derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo” (2 Corintios 10:5). Tenemos que desafiar nuestro pensamiento con la Revelación de Dios. Debemos permitir a la Palabra tener la primera palabra y la última palabra en nuestras vidas. Como Isaías dijo al antiguo pueblo de Israel: “A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:20).

Conclusión

John Piper, en su excelente libro La Supremacía de Dios en la Predicación, escribe sobre la necesidad de los predicadores de recordar diligentemente a sus oyentes de la grandeza de Dios, aunque la mayoría no tienen ni idea de que ese mensaje es importante para ellos. La mayoría prefiere escuchar sermones “relevantes” y criticar al pastor que se centra en Dios y no en sus necesidades personales. “Pastor Piper”, él tiene una crítica, “¿No se da cuenta de que su gente esta sufriendo? ¿No podría bajarse del cielo y ponerse práctico? ¿No se da cuenta de la clase de gente que se sienta frente a usted los domingos?” A lo que Piper responde: “La grandeza y la gloria de Dios son relevantes. No importa si las encuestas salen con una lista de necesidades perceptibles que no incluyen la suprema grandeza de la soberanía del Dios de la gracia. Esta es la necesidad más profunda y nuestro pueblo está hambriento de Dios.”[7]

George Gallup, en un libro que explora la espiritualidad en el siglo 21, sugiere: “el problema no es tanto que las personas no crean nada; es que ellos creen todo”.[8] El considera que este es un problema para un futuro previsible, porque “el énfasis [en este momento] está en un sentimiento deseado o en un momento pasajero de maravilla, no en la comprensión de verdades con un mayor visión o un poder que transforme verdaderamente.”[9]

No hace mucho tiempo, si su hijo quería un peluche, usted acudía alguna tienda local y compraba uno del estante. Si bien puede haber habido un gran número de posibilidades, aún las opciones se limitaban a los animales de peluche en inventario. Entre a las franquicias de “Build a Bear” [tienda de osos de peluche] que han aparecido en muchos lugares. En Build a Bear los niños pueden crear sus propios animales de peluche. Ellos pueden ser tan creativos como lo deseen, construir un oso les permite a los niños ser soberanos sobre sus propias creaciones, salir de la tienda de juguetes con un animal único diferente. La única pregunta es, ¿qué quiere el niño en un oso de peluche? Pero, lo qué puede ser deseable en un belludo amigo no es deseable cuando se trata de Dios y la fe cristiana. Ni Dios ni la fe, se deja a nuestros deseos o diseños. Aunque hay mucha diversidad en el cuerpo de Cristo, sólo hay un Señor, una sola fe (Ef. 4:5). No somos libres de “construir un Dios” o “construir una fe”. El único Dios verdadero y la única fe verdadera se han entregado a nosotros en la Palabra. Debemos rechazar la tentación de ser nuestro propio creador y aceptar con humildad lo que el Señor nos ha revelado. El pragmatismo, el dios de “lo que funciona”, es una creación de nuestra propia imaginación e ingenio. Tenemos que descansar en el Dios verdadero de la Palabra.

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