miércoles, 10 de junio de 2009

Conoce a Dios intimamente

Conociendo a Cristo

(Por John MacArthur)

El apóstol Pablo expresa perfectamente el deseo más fervoroso de cada seguidor verdadero de Cristo: “A fin de conocerle” (Fil. 3:10).

“Conocer a Cristo,” en el sentido Paulino no es el tipo de relación mística que muchas personas imaginan. Pablo no estaba deseoso de algún conocimiento secreto de Cristo más allá de lo que se trasluce en la Escritura. De hecho, el conocimiento de Cristo que Pablo buscó fue cualquier cosa menos místico. Lo que él deseaba conocer era el poder de la resurrección de Cristo, la comunión de Sus sufrimientos, y la conformidad a Su muerte.

Erramos grandemente si pensamos de la intimidad con Cristo como algún nivel noble de comunión misteriosa y basada en sentimientos con la Divinidad –como si implicase algún conocimiento de Dios que va más allá de lo que la Escritura ha revelado. Esa idea es el mismo corazón de la herejía gnóstica. No tiene nada en común con el cristianismo verdadero.

¿Qué queremos decir, entonces, cuándo hablamos de intimidad con Cristo? ¿Cómo podemos buscar el conocer a Cristo en la forma en que Pablo tenía en mente en Filipenses 3:10? La Escritura sugiere al menos cinco aspectos de una intimidad verdadera con Cristo:

La Intimidad de la Fe

Note que el comentario de Pablo indica acerca del conocer a Cristo en Filipenses 3:10. Él ya había pasado varios versículos describiendo su vida antes de Jesucristo (4-6). Él se refirió a todas las ventajas espirituales que a él disfrutó Judío farisaico. Pero luego da fe de que él había descartado todas esas ventajas espirituales por la causa de Cristo:

“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. 8Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (vv. 7-8).

Como fariseo, Pablo había tratado de ganar el favor de Dios por la obediencia a la ley. Pero él se dio cuenta que la ley establece un estándar que él nunca podría lograr cumplir. Y así es como él desechó todas sus obras de rectitud como si fuesen trapos de inmundicia (cf. Isa. 64:6). Esto no quiere decir que él dejó de hacer buenas obras, por supuesto, sino que él dejó de confiar en esas obras para su salvación. En lugar de eso, él puso toda su fe en Cristo –y estaba vestido en la rectitud perfecta de Cristo en lugar de sus obras imperfectas.

Ésta es la doctrina conocida como la justificación por la fe. La Escritura enseña que nuestros pecados fueron imputados a Cristo, y él pagó la pena total por ellos en Su muerte. Ahora la propia justicia de Cristo es imputada a nosotros, y recibimos el mérito completo de ella. Sin esta realidad no podríamos disfrutar ninguna relación con un Dios santo

Además, la justificación por la fe –puesto a que significa que estamos vestidos en la propia justicia de Cristo -determina la relación más íntima imaginable entre el creyente y su Señor. Es una unión espiritual inviolable. Por eso es que Pablo a menudo describió a los creyentes como aquellos que están “en Cristo”.

En otras palabras, toda intimidad verdadera con Cristo tiene su base en la fe. De hecho, ninguna relación con El en absoluto es posible fuera de la fe (Heb. 1:1). Como el apóstol Pedro señala, le amamos por fe, sin haberle visto (1 Ped. 1:8).

La Intimidad de la Verdadera Adoración

En Oseas 6:6 el Señor dice: “Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos”.

Este versículo quiere decir que no deberíamos imaginarnos que la adoración consista en la memorización de actos rituales religiosos –como sacrificios, holocaustos, y otras ceremonias. En lugar de eso, necesitamos darnos cuenta de que la verdadera adoración está basada en el conocimiento verdadero de Dios

Si queremos que Dios se deleite en nuestra adoración, debemos pensar correctamente acerca de El. La misma esencia de la idolatría consiste en pensamientos equivocados acerca de Dios. Y por el contrario, el conocimiento verdadero de Dios significa conocerle como El es revelado en la Escritura.

Para ponerlo de otra manera, la sana doctrina, no la liturgia y el ritual, es la prueba de fuego de si nuestra adoración es aceptable.

Un pensamiento correcto acerca de Dios es por consiguiente esencial para una intimidad verdadera con El. Cualquiera que quiera conocerle íntimamente debe saber lo que El ha revelado acerca de Sí mismo. Y otra vez, esto no quiere decir que debiésemos buscar algún conocimiento místico acerca de Dios. Todo Lo Que podemos saber con certeza acerca de Dios es lo que está revelado en la Escritura. Aquellos que conoce al verdadero Dios en una forma verdadera por consiguiente deben tratar de estar completamente familiarizados con Su Palabra.

La Intimidad de la Oración

Jesús mismo nos enseñó a buscar intimidad con Dios a través de la oración privada. La oración es donde el creyente derrama su corazón a Dios. Y Jesús mismo enfatizó la importancia de la oración privada: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mat. 6:6).

Él confrontaba la práctica de los fariseos, quienes gustaban de orar públicamente, por puro alarde. Jesús no enseñaba que las oraciones nunca deberían ser ofrecidas públicamente, porque obviamente hay ocasiones cuando la Escritura nos llama a una oración corporativa.

Pero el verdadero cristiano buscando la intimidad con Dios orará más a menudo, y más fervientemente, en privado. La verdadera audiencia de todas nuestras oraciones es Dios mismo. Y si comprendiésemos qué privilegio tan incomprensible es ser invitados a venir confiadamente ante Su trono de gracia, seguramente pasaríamos más tiempo allí, derramando nuestros pensamientos más íntimos, nuestros miedos, nuestros deseos, y nuestras expresiones de amor hacia El.

La Intimidad de la Obediencia

Jesús dijo a los discípulos: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Jn. 15:14). De este modo Cristo mismo hizo la obediencia a El un requisito absoluto para la intimidad espiritual verdadera.

Nadie puede afirmar una intimidad con Cristo cuya vida es marcada por la desobediencia en vez de la sumisión a El. Aquellos que se rehúsan obedecer a Cristo como Señor no pueden afirmar conocerle como un amigo. La Escritura explícitamente declara que El es Señor de todo (Hechos 10:36), y El por tanto tiene derecho a exigir nuestra lealtad a Su Señorío.

De hecho, aquellos que refrenan esa lealtad son Sus enemigos, no Sus íntimos amigos (cf. Sant. 4:4). Por eso es que la verdadera intimidad con El es completamente imposible sin una rendición incondicional a Su autoridad divina.

Otra vez, esto toma el asunto de la intimidad con Cristo fuera del área de lo místico y la define en términos que son intensamente prácticos.

La Intimidad del Sufrimiento

Regresando a Filipenses 3:10, notamos otra vez la clase de intimidad con Cristo que Pablo buscaba: “a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”.

Por supuesto, fácilmente comprendemos por qué quiso Pablo una participación en el poder de la resurrección de Cristo. Pero ¿por qué quiso el apóstol conocer la comunión de los sufrimientos de Cristo y sea conformado en Su muerte?

Podemos tener la seguridad de que Pablo no tenía un amor pervertido por el dolor y el sufrimiento. En otro lugar él testificó cómo le suplicó repetidamente al Señor que lo salvara de un “mensajero de Satanás” que fue como una aguijón bajo su piel (2 Cor. 12:7).

En medio de esa experiencia Pablo descubrió que la gracia de Dios es suficiente para vernos a través de todos nuestros sufrimientos. Además, el poder de Dios es perfeccionado en nuestra debilidad (v. 9).

Dios le da una medida especial de gracia a aquellos que él llama a padecer sufrimiento. En un pasaje familiar sobre las Bienaventuranzas, Jesús dijo esto acerca del sufrimiento:

“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mat. 5:10-12).

Hay una bienaventuranza especial conocida sólo por los que sufren para causa de Cristo. Aquellos que desean una intimidad verdadera con El deben estar dispuestos a padecer lo que El padeció.

El Cuadro Completo

Añada todas esas cosas para obtener todo el cuadro completo: La intimidad verdadera con Cristo implica sufrimiento, obediencia, mucha oración, un buen conocimiento de la Palabra de Dios, y una vida de fe.

Note que todas no son habilidades avanzadas para cristianos de segundo nivel. Son los asuntos más elementales de la vida cristiana. Esto subraya la verdad de que la intimidad con Cristo no es alguna clase de secreto místico. Es todo el punto de nuestra vida en Cristo. Ciertamente, es el fin principal para el cual fuimos creados: Para glorificar a Dios y disfrutarle por siemp

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