viernes, 4 de noviembre de 2016

La Esperanza Mesiánica

La Esperanza Mesiánica:
por Mario A. Olcese



Del Mesías era esperado que gobernaría sobre Israel y que depondría a la tiranía romana sobre los judíos. Sí, el Cristo era esperado por los judíos como el libertador de la tiranía romana. Este líder era aguardado como aquel que reanudaría la dinastía del rey David en Jerusalén, la capital del reino de Dios. Y es que el reino davídico era el reino de Dios, el cual fue suspendido con el derrocamiento de su último rey judío Sedequías en 586 AC. Lo que los paisanos de Jesús no acababan de comprender es que la presencia de Cristo hace dos milenios tenía el propósito de llamar y de preparar a los herederos del reino, es decir, a sus elegidos o su iglesia.

Jesús vino a traer consuelo, y a salvar a los pecadores, para hacerlos dignos y aptos para su reino venidero de justicia. Recuerde Santiago 2:5, en donde Santiago enseña que Dios escogió a los pobres de este mundo para convertirlos en reyes y co-gobernantes en el reino de Cristo. En Apocalipsis 2:26 se lee: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones”. La iglesia ha sido llamada para cumplir con el plan maestro de Dios para la transformación de la sociedad humana que se encuentra en decadencia absoluta.

Dice Juan en Apocalipsis 5:10: “Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”. Pues bien, nótese que la iglesia está llamada a reinar con Cristo sobre la tierra, y no desde el cielo, como algunos cristianos aún creen erradamente. El Reino de Cristo será en la tierra, no en el cielo, y durará mil años o diez siglos corridos. Dice Juan en Apocalipsis 20:6: “...y reinarán con él mil años”. Además, en Apocalipsis 3:21 hay más información de la herencia de la iglesia. Juan escribe lo siguiente: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.

El Trono de Cristo y su Ubicación:

Siendo que Cristo tiene su trono propio el cual compartirá con su amada iglesia, es lógico preguntarse: ¿Qué es ese trono, y dónde estará?. El trono de Cristo es el trono de David su padre. En Lucas 1:31-33 el ángel Gabriel le dice a María, la madre de Jesús, lo siguiente: “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. Este anuncio del ángel Gabriel no es creído en su forma literal, y más bien ha sido “espiritualizado” o “alegorizado” por el catolicismo, y aun, por algunas denominaciones protestantes.

Pero lo cierto es que Cristo tomará el trono de su ancestro David, y lo hará suyo, como el legítimo heredero al trono judío en Israel (=la casa de Jacob). Es por eso que el evangelista Mateo comienza su evangelio diciendo: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (Mateo 1:1). Sí, el reino de David, y el de sus descendientes, era el reino de Dios, cuya capital estaba localizada en la amada Jerusalén (1 Crónicas 28:5). Esa dinastía suspendida desde 586 AC será reanudada con Jesucristo, el hijo de David.

Efectivamente, Jesús restaurará el reino de su ancestro David cuando regrese en gloria desde el cielo (Lucas 19:11,12; Daniel 7:13,14: Mateo 25:31,34; Hechos 1:3,6,7). También Jesús admite que Jerusalén es la ciudad escogida y amada del gran rey del reino de Dios (Mateo 5:33-35). Sí, Jesús llama a Jerusalén: La ciudad del gran rey. Y esto va en concordancia con los dicho por Jeremías en el capítulo 3 y verso 17 de su libro: “...llamarán a Jerusalén, trono de Jehová...”. Este hecho profético, de una Jerusalén como el centro del mundo de mañana, es significativo.

Los Pueblos serán Regidos con Vara de Hierro:

Cuando Cristo y su iglesia comiencen a gobernar este mundo, lo harán con mano firme y con autoridad de Dios. Sí, la Biblia habla que Cristo regirá con vara de hierro, y esto supone que no será un gobierno débil o defectuoso. Dice Apocalipsis 12:5: “Y ella dio a luz a un hijo varón que regirá con vara de hierro a todas las naciones...” Muchos pueblos de la tierra han sido tratados duramente por sus gobernantes impíos y ateos, los cuales no han logrado durar o ganarse el afecto permanente de sus simpatizantes. Y es que ellos mismos no han tenido la sabiduría que viene de lo alto para corregir los males de la sociedad humana.

Muchos han gobernado a espaldas de Dios, y sólo han buscado su beneficio económico y de los que los rodean y adulan. No obstante, el gobierno de Cristo y de su iglesia, transformada en divina, y llena del Espíritu Santo, sabrá solucionar los males más comunes de la sociedad humana, como son los crímenes, las injusticias, las explotaciones, las miserias, los vicios, las enfermedades, la polución, el hambre, las plagas, etc. Estas son buenas noticias en verdad.

Entonces se cumplirá la profecía de 2 Pedro 3:13,14 que dice:“Nosotros esperamos según sus promesas, nuevos cielos y nueva tierra donde mora la justicia”. Sí, “una nueva tierra de justicia” (no “el cielo”) es nuestra esperanza, pues Jesús mismo lo dijo: “Los mansos heredarán la tierra” (Mateo 5:5).

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