lunes, 7 de noviembre de 2016

Usted puede ser un hijo de Abraham

Usted Puede ser Un Hijo de Abraham:
por Mario A. Olcese



Si usted se hace un judío espiritual por medio de convertirse en un hijo adoptivo de Abraham por la fe en Jesús Cristo, usted será un protagonista en el gobierno mundial y milenario de Cristo. Este es su potencial como un hijo de Dios y el propósito de su vida en Cristo. Dice Pablo en Gálatas 3:16,29: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa”.

Y también Pablo dice: “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham” (Gálatas 3:7,9). Sí, usted puede ser un hijo de Abraham, y ser bendecido con él de las promesas de Dios. Recuerde que Dios le prometió a Abraham lo siguiente: “Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (Génesis 13:15).Y como ya vimos en Gálatas 3:16,29, la descendencia principal y singular es Cristo.

Por tanto Abraham y Cristo heredarán el mundo. También dice Pablo de Jesús: “Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe” (Romanos 4:13). No obstante, si usted es un cristiano (de Cristo), y cree en el mensaje del evangelio del reino, usted es constituido inmediatamente en otro hijo de Abraham, y también en hijo de Dios y con iguales derechos que Cristo para heredar las promesas de la herencia del mundo. Dice Pablo al respecto: “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (V.R.V. 1960) (Romanos 8:17).

Si mi amigo, ni Jesús, ni nosotros, viviremos en el cielo con Jesús. Lo que la Biblia en verdad enseña es que viviremos en esta tierra hecha nueva, con Cristo y los salvos, es decir: Los que han creído en Cristo y en su evangelio del reino, y han hecho de éstos, el objeto o la razón de su existencia. Cristo y su iglesia están llamados a regir el venidero mundo de justicia, cuando se reinaugure el gobierno o reino de Dios en la tierra, al regreso de Cristo a la tierra con gloria y poder desde los cielos. Este es el destino final de los elegidos de Dios---¡No una estada eterna en el cielo!.

El Cielo no fue la Promesa de Cristo:

En Juan capítulo 13, y verso 33, Jesús fue claro al decirles a sus discípulos: “Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo a vosotros ahora: A donde yo voy, vosotros no podéis ir”. ¡Sorprendente! Jesús fue claro al decirnos que nosotros no podemos ir al cielo donde él regresaba. Entonces, si no podemos ir al cielo: ¿dónde iremos o estaremos con Jesús? La Biblia no se contradice, y menos Cristo. De modo que tenemos que armonizar las Escrituras escudriñando cada palabra del texto.

En primer término, Jesús dice que él estaba por regresar al cielo en donde se halla algo. Ese algo es: ‘La casa de su Padre’. Sí, Jesús regresó a la casa de Su Padre que está localizada en el cielo. Como toda casa o mansión, ésta tiene necesariamente aposentos o habitaciones para los hijos del Padre, y los invitados. Obviamente, Dios, como Padre de familia, tiene su propia habitación, y también un gran salón donde tiene su trono.

Ahora bien, esto parece increíble, pero recordemos que Jesús mismo dijo que el templo de Jerusalén, al cual se le había convertido en un mercado de ladrones, era la casa de su Padre. Lea por favor lea Juan 2:16. Aquí Jesús dice, al momento que expulsaba a los mercaderes del templo: “...y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado”. Ahora note que al templo de Jerusalén, Jesús lo llama: “la casa de mi Padre”.

Sí, el templo de Jerusalén era la casa de Dios el Padre. ¡Sorprendente! Un Dios con su propia casa en la tierra. Los Judíos adoraban al Padre en ese templo, aunque no tenían acceso al santísimo, donde moraba él por medio de su Espíritu. Sólo el Sumo Sacerdote tenía acceso a él, no el pueblo. Con ese templo, los judíos sentían la presencia de Dios en sus vidas, y lo “veían” cerca de ellos. Pero en Juan 14:2, Jesús habla de que en el cielo hay otra casa de Dios Padre. Esa casa tiene moradas, así como el templo judío las tenía. Además, esa casa celestial tiene las características del templo en Jerusalén de los tiempos de Jesús, con lugares sagrados, y aposentos para los diferentes servidores.

Aún ese templo o casa celestial tiene un lugar llamado el Santísimo, donde mora Dios. Esta verdad de un templo, casa o edificio celestial se deja ver en Hebreos 9:24. Pablo dice: “Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano FIGURA DEL VERDADERO, sino al cielo mismo para presentarse ahora por nosotros a Dios”. Nótese que en el cielo hay un santuario VERDADERO, el cual tuvo uno pequeño (como figura) en la tierra de Israel. Así como el Sumo Sacerdote entraba en el santuario terrenal para ofrecer sacrificios por los pecados de los judíos; así Cristo, como Sumo Sacerdote, se ofreció a si mismo por los pecados del mundo, y tiene todo el derecho de estar ante la presencia de Su Padre Dios, y de abrirnos el paso a nosotros hacia el trono de la gracia igualmente.

Ahora somos parte de la familia de Dios como hijos suyos, y con el derecho de estar frente a él y de morar en su casa o santuario verdadero, el cual es más amplio. Dice Pablo en Hebreos 9:11: “Estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación”.

El Santuario Bajará a la Tierra:

He aquí el punto crucial: Nosotros no iremos al cielo para entrar al santuario o tabernáculo verdadero, ¿Por qué? ¡Porque éste bajará a la tierra, y Dios estará con los hombres! Esta es una verdad ignorada por las iglesias tradicionales que han vivido a espaldas de las Escrituras Sagradas.

Veamos algunos textos: “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”. Nótese que se habla de que este tabernáculo está estrechamente relacionado con una ciudad celestial (¿la casa del Padre?), y que desciende a la tierra para que Dios more con los hombres.

Por eso, no es de extrañar que Abraham, el padre de la fe, esperara por esta ciudad o tabernáculo de Dios para que Dios reine entre los hombres finalmente. Dice Pablo de Abraham, nuestro padre de la fe, lo siguiente: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:8-10).

Por eso Pablo pudo decir con confianza: “Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la porvenir” (Hebreos 13:14). Es claro, entonces, que hay un futuro promisorio para nuestro planeta, cuando Dios y sus ángeles (los verdaderos extraterrenos) radiquen en nuestro mundo para transformar el orden de cosas presente que es diabólico. Contrario a lo predicado por las religiones de hoy, Jesús sí volverá a pisar este mismo planeta para transformarlo. Recordemos la promesa de los dos ángeles, cuando Jesús ascendía al cielo: “...varones galileos, ¿porqué estáis mirando al cielo? este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto r al cielo” (Hechos 1:11).

Por eso San Pablo pudo decirle a Tito con verdad sobre este extraordinario suceso: “Aguardando la esperanza bienaventurada y la de nuestro gran Dios y salvador Jesucristo” (Tito 2:13). También le dijo a Timoteo: “Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza” (1 Timoteo 1.1).

También Pablo expresó confiadamente lo siguiente al joven Timoteo: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino...Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he guardado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, el cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:1,6-8).

El Significado de La Gloria:

El apóstol Pedro dijo: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después de que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca, y establezca” (1 Pedro 5:10). Y Pablo también dice lo mismo cuando escribió: “Y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria” (1 Tesalonicenses 2:12).

En otros pasajes, la palabra “reino” es intercambiable con la palabra “gloria”, como se puede descubrir comparando Mateo 20:21 y Marcos 10:37. Mateo 20:21 dice: “Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”. Marcos 10:37 dice: “Ellos le dijeron; Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”. Entonces la gloria prometida a los cristianos no es otra cosa que participar como protagonistas en el reino de Cristo.

Esta glorificación no puede suceder antes de que aparezca Cristo en el mundo por segunda vez, pues dice Pedro: “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”.Y también Pablo dice: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18). De modo que Pablo y Pedro, dos grandes apóstoles del Señor, esperaban su gloria futura cuando Cristo apareciese en el mundo a resucitarlos en el día final del mundo.

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