jueves, 10 de noviembre de 2016

¿Dos esperanzas para los hijos de Abraham?

¿ENSEÑA LA BIBLIA DOS ESPERANZAS DISTINTAS: UNA PARA ISRAEL Y OTRA PARA LA IGLESIA COMO SOSTIENEN LOS EVANGÉLICOS?



Por Mario A Olcese S.

“Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Efesios 4:4,5).

El Dispensacionalismo

Sin duda el culpable de hacer esta distinción es Darby y su teoría dispensacionalista. Esta enseñanza fue desarrollada en la primera mitad del siglo 19 por J.N. Darby. Darby, que buscaba legitimar su nueva ideada teoría del “rapto secreto” y su venida en "dos fases", dividió la Biblia en textos para Israel y para la Iglesia como si éstas fueran en realidad dos entidades distintas con dos destinos y promesas diferentes. Darby hace una completa diferenciación entre Israel y la Iglesia como dos pueblos de Dios: terrenal y celestial dualistamente contrastados.

La iglesia gobernará la creación desde los cielos con Jesús Cristo, con la mediación de las bendiciones de Dios sobre la tierra. Israel y las naciones tendrán un futuro glorioso en un reino imperial terreno. La iglesia y su futuro, sin embargo, son completamente diferentes al de Israel y los gentiles. Cristo reunirá todas las cosas en sí mismo. El pueblo celestial (la Iglesia) participará de su gloria en los cielos; el pueblo terrenal (Israel) recibirá gloria que viene de los cielos; que brillará sobre él, y participará de esa gloria desde y sobre la tierra.

Al final, según Ryrie no habrá una distinción eterna entre una humanidad en el cielo nuevo y otra en la tierra nueva. Ambos irán al cielo al final de las edades. Específicamente, Israel irá al cielo al final del milenio. De modo que, las promesas que este pueblo espera no son eternas en el sentido terrenal, pues se convertirán en celestiales después del reino milenario.

La Iglesia No Reemplazó a Israel

Por otro lado, existe la llamada Teología del Reemplazo que dice que Dios ha sustituido a su antigua nación o pueblo de Israel por la llamada Iglesia gentil. La teología del Reemplazo propugna que las promesas que Dios les hizo a los antiguos judíos han pasado a manos de los creyentes gentiles de todo el mundo, constituyéndose así ellos en el nuevo y verdadero Israel de Dios. Pero ésta no es una creencia que se pueda sostener en las Escrituras, ni menos, si nos atenemos a lo dicho por Pablo en Romanos 11:1,2, donde Pablo dice que Dios no ha rechazado a su pueblo prístino al cual desde antes conoció”. Y si Pablo dice categóricamente que Dios no ha rechazado al Israel carnal, ¿por qué los Católicos Romanos y buen un número de las iglesias protestantes sostienen lo contrario? ¿A quién vamos a creer, a los teólogos de hoy que dicen que sí fueron rechazados, o a Pablo, quien dice que no? Así que el pueblo Judío el prístino aún está considerado por Dios dentro de su plan salvador, y no lo podemos descartar como lo hacen muchos llamados cristianos.

El Remanente Judío y la Iglesia Tienen un Destino Común

El Israel antiguo (compuesto por los padres y todos los héroes de la fe) y la Iglesia de Cristo (compuesta por el remanente judío y los gentiles convertidos de todo el mundo) tienen un mismo destino y conforman el Israel de Dios. El remanente fiel de Israel en la época de Pablo consistía de hombres como los apóstoles y los 3,000 judíos de todo el mundo que creyeron en Yeshua en el día de Shavuot (Pentecostés). Aumentaron rápidamente a 5,000 y luego a decenas de miles (Hechos 21:20).

No sólo fueron los primeros discípulos judíos de Yeshua los líderes del movimiento mesiánico, sino que fueron considerados parte del remanente fiel en Israel. Los pactos que Dios ha hecho con Israel como nación escogida, ciertamente no aseguran la salvación y la vida eterna a todo individuo de la nación. Sólo aquellos escogidos por gracia (el remanente), que a través de la historia de Israel dieron la bienvenida al camino de salvación de Dios, la han obtenido.

Desde la venida de Yeshua (Jesús) son los judíos cristianos o mesiánicos los que han obtenido la salvación de entre el pueblo escogido. Recordemos que tanto gentiles como Judíos se convierten en verdaderos hijos de Abraham por la fe y la obediencia al Señor Jesús. Es la fe seguida de la obediencia que hace posible la salvación de los hombres, ya sean éstos Judíos o no Judíos (Romanos 1:17). En Gálatas 3:16, 29 Pablo dice algo muy interesante que pocos se han detenido a meditar con oración. Estos pasajes dicen: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa”.

Tenemos que entender cabalmente estas palabras paulinas, pues nos dicen lo contrario de las afirmaciones del dispensacionalismo, el cual enseña dos promesas y dos esperanzas distintas para el pueblo de Dios. Aquí Pablo está diciendo que a Abraham y a su simiente (Cristo) les fueron hechas las promesas. Es decir, aquí tenemos representados a los dos periodos de la Biblia: El AT a través de Abraham, y el N.T a través de Cristo, la simiente. También podemos ver en ellos representados al pueblo Hebreo fiel, y a la iglesia. Tanto Cristo (y su iglesia) y Abraham (y su descendencia según la carne) recibieron las mismas promesas. Acá no vemos que Dios declara dos promesas diferentes: una para el padre Abraham, y otra para su simiente, Jesús Cristo.

Los que dicen que Dios dio dos promesas distintas a estas dos personas, están contradiciendo a Dios mismo, quien, a través de Pablo, también dijo: “Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Efesios 4:4,5). Lo real es que Pablo dice que los que son de Cristo son también linaje o descendencia de Abraham, y por tanto, herederos según la promesa. Es decir, los creyentes son linaje de Abraham y herederos de las mismas promesas hechas a Abraham (Gál. 3:16,29).

¿Cuáles promesas? Ahora es necesario investigar cuál fue la promesa que Dios le hizo a Abraham, pues es también para todos los que son de la fe. Aquí debe empezar cualquier investigación sobre la herencia de los salvos. Pues empecemos en Génesis 12:1-3: “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. 2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.

Aquí vemos que Dios llama a Abraham para mostrarle una tierra y luego le dice que se originará de él una gran nación y que él será de bendición para todas las naciones de la tierra. Más adelante veremos que esa bendición viene a través de su descendiente, el Señor Jesús Cristo. Pero lo importante es que Dios tiene la intención de mostrarle a Abraham una tierra, o una porción del planeta tierra. Ahora vemos Génesis 13: 14,15: “Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. 15 Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre”. En estos versículos bíblicos, Dios no sólo le muestra un territorio de la misma tierra (norte, sur, este y oeste---los 4 puntos cardinales), sino que le promete dársela a él y a su descendencia, para siempre.

Sabemos por Pablo que la descendencia es Cristo mismo y su iglesia fiel) En Génesis 15:18 leemos que también Dios le especifica a Abraham los linderos o fronteras de la tierra prometida para él y su simiente: “En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates”. Todos sabemos que estas fronteras no están en la Patagonia Argentina, ni en Júpiter, sino en el Medio Oriente, en este mismo planeta tierra. Así que las promesas de Dios a Abraham incluían la herencia de la tierra, la formación de una nación grande, y la bendición de todas las familias de la tierra. Jamás encontraremos una promesa dada por Dios a Abraham o a los padres para partir al cielo para estar con Él y Su Hijo por siempre o por algún tiempo. Esa es una invención humana que tiene un origen Griego.

Y recuerde nuevamente que esta promesa es para Abraham y su simiente—la cual es Cristo— y por supuesto, para todos los que creen en él o son de él (Gál.3:16,29). Así que “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham” (Gál. 3:7). Si usted es de la fe, entonces usted es un hijo o hija de Abraham, e igualmente un heredero con Cristo de la tierra prometida. ¿No está esto más claro que lo que enseñan los dispensacionalistas como Mr. Darby? Jesús vino a confirmar las promesas hechas a los padres. Sin duda Jesús fue enviado por el Padre para predicar el evangelio del Reino (Lucas 4:43), lo cual involucraba la confirmación de las promesas hechas a los padres (Abraham, Isaac, Jacob).

Esta verdad la reveló Pablo cuando escribió a los creyentes de Roma, lo siguiente: “Pues os digo, que Cristo vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, PARA CONFIRMAR LAS PROMESAS HECHAS A LOS PADRES, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia…” (Romanos 15:8,9). ¿Y por qué tendrían que glorificar los gentiles o la iglesia gentil a Dios por la confirmación que hizo Jesús de las promesas hechas a los padres? Porque la confirmación que hizo Cristo de las promesas originales hechas a los padres los beneficiaría a ellos también por la misericordia de Dios. Ellos, sin duda, serían parte y beneficiarios de las promesas prístinas de Dios hechas a los padres. ¡La iglesia gentil y los Judíos fieles de todas las épocas serían los favorecidos por las mismas promesas hechas a los padres para heredar la tierra y el reino futuros! Esa promesa, repito, siempre involucra la herencia del mundo, tanto para el Hebreo Abraham, los otros padres, los profetas, y demás fieles del AT, como también para el Judío Cristo y su iglesia.

El apóstol Pablo lo recalca muy claramente cuando les escribe a los creyentes de Roma, lo siguiente: Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la PROMESA de que sería HEREDERO DEL MUNDO, sino por la justicia de la fe” (Romanos 4:13). Así que el asunto es la herencia del mundo, y no se puede heredar algo sin poseerlo. Los fieles poseerán la tierra y habitarán para siempre en ella. Los fieles aún no han recibido lo Prometido

Algunos creyentes creen que Dios ya cumplió todas sus promesas, incluyendo esta de la tierra. Sin embargo, en Hebreos 11:39 y 40 leemos: “Y todos éstos (los héroes de la fe del AT), aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; 40 proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, (¿por qué?) para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros”. Es decir, los héroes no recibieron lo prometido para que ellos no fuesen perfeccionados aparte de los cristianos o mesiánicos de la Era presente de la gracia. Si ellos ya recibieron lo prometido, tanto la tierra y el reino, entonces ellos están reinando aparte de nosotros, y eso no es posible. ¡Jesús (la cabeza) reinará con todo su cuerpo, y no tan sólo con sus brazos, alegóricamente hablando!

Otro grupo de cristianos sostiene que Cristo ya estableció su reino en el siglo I, y que todas las promesas se cumplieron en aquel entonces. Pero nuevamente, si Cristo ya está reinando desde el Siglo I, entonces Él lo está haciendo con parte de sus fieles, no con todos, pues aún siguen entrando al “cuerpo” más fieles día a día hasta el día en que se acabe el tiempo de la gracia.

Los Mansos heredarán la Tierra

Jesús fue muy claro al decir que los mansos “heredarán la tierra” (Mateo 5:5) citando un pasaje del Salmo 37. Si los mansos heredarán la tierra, es obvio que los que hereden otra cosa no lo sean. Así por ejemplo, los que “heredan” el Gehenna (debajo de la tierra) no son mansos, sino soberbios e impíos. Si alguien dice que su herencia es algún otro lugar fuera de la tierra, éstos no pueden ser mansos, porque sólo los mansos heredarán la tierra.

Darby parece decirnos que la iglesia, que según su teoría, tiene una “vocación celestial”, no es de espíritu manso, sino todo lo contrario. ¡Cuán grave es su interpretación de la escatología! En Proverbios 10:30 leemos: “El justo no será removido jamás; Pero los impíos no habitarán la tierra”. Si esta declaración es cierta, lo cual no dudamos, lo que enseña Darby y su dispensacionalismo se viene abajo. Aquí se nos dice que los que no habitarán la tierra son los impíos. Me pregunto, ¿Es la iglesia, que tiene una supuesta “vocación celestial”, impía? Si ella está destinada a reinar con Cristo desde los cielos, entonces he de concluir que ella es impía, pues los impíos ¡NO HABITARÁN LA TIERRA! “Para que dónde yo estoy ustedes también estéis”

Muchos creen que Jesús nos ofreció el cielo en diferentes oportunidades mientras cumplía su ministerio en la tierra. Por ejemplo, nos citan Juan 14:2,3 para decirnos que iremos al cielo para tomar nuestras moradas eternas con él en la “casa de su Padre”. Sin embargo, un análisis concienzudo de estos dos versículos nos convencerá de que Cristo jamás mencionó el cielo ni una sola vez en estos dos versículos. Es más, el dijo más bien: “Para que donde YO ESTOY ustedes también estén”. ¿Y dónde estaba Jesús cuando pronunció esa promesa de prepararnos una morada en la casa de su Padre?¿Acaso en el cielo? ¡Pues claro que no! El aún estaba en la tierra, ¡en la tierra prometida a los padres! Por tanto Jesús nos prometió estar con él en la misma tierra prometida a los padres, y no en el cielo.

La casa del Padre bajará a la nueva tierra…y Dios estará con los hombres como su Dios (Apo. 21:1-4).

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