sábado, 20 de mayo de 2017

Deje los lentes que condicionan el entendimiento VI




Una de las cosas que marcó mi vida de creyente fueron los cursillos sobre la Biblia que mi pastor en aquel tiempo nos dictó. Fue emocionante adquirir, mi diccionario bíblico, mi breve concordancia ( mini colección de bolsillo con historia de la iglesia), el auxiliar bíblico Halley, teología sistemática de Myer Pearlman, pero el libro que más me gustó fue Hemenéutica de Erick Lund y Alice Luce. De no haber sido por ese libro hubiera creído a mis maestros pentecostales encerrándome en el ostracismo de la tradición. No habría salido jamás de los parámetros protestantes. Estudié muy cuidadosamente el libro y hallé que el método de interpretación bíblica para mi no era como antes lo que el Vaticano decía cuando fui católico. Ahora me alegraba que el método era el histórico-gramatical.

 De Pearlman aprendí que la Biblia es la Revelación Especial de Dios al hombre. También aprendí la inspiración verbal plenaria de la Escritura, esto es, que Dios inspiró a los hagiógrafos a escoger el mejor término, la mejor palabra para darnos a entender su Voluntad. Tengo grabada en mi mente las primeras leyes de la hermenéutica: "La Biblia se interpreta por ella misma" "en cuanto sea posible se debe tomar cada palabra en su sentido usual y común". Me encantó la forma lógica e inteligente como se debía abordar el estudio de la Biblia.
Cuando llegué a mi investigación de la formación de mis antiguas creencias sobre la "divinidad de Cristo" caí en cuenta que el que proveyó soporte a esta doctrina fue Orígenes de Alejandría (después de todo sin Hijo Eterno no hay Trinidad), pero su lenguaje era contradictorio y confuso. Este "padre de la iglesia evangélica" no respetó el lenguaje ni la lógica. Destrozó la hermenéutica como bien le pareció. Por su puesto que para mí Orígenes era un demente que no entendía lo que significa empezar a existir. Siempre dejé clara mi distancia del tal personaje, pero como quiera que era el mentor de mi maestro tenía que escucharlo desde el púlpito constantemente en una adaptación de la fábula del africano. Me contaron por años la historia infantil de Dios como una pelota de algodón que un día dijo: "de mi sustancia quiero tener un hijo y de pronto metió su mano por su fibroso abdomen y cataplum! Su Hijo eterno apareció.


Por años manifesté mi oposición a la Cristología Origenista en la iglesia, entendía que era incompatible con una mente formada en el método histórico-gramatical de interpretación, decidí desde entonces librar una batalla a muerte contra la hueca tradición. Muchas veces fui mal visto por algunos compañeros por mi insistencia en aplicar hermenéutica para una exégesis sana. Quise tomar las palabras en su sentido usual, pero tomarlas así era poner en duda doctrinas fundamentales. Doy gracias a Dios que me ayudó a persistir en la hermenéutica y en el método que considera el contexto hebreo histórico de los tiempos bíblicos. Es la voluntad de Dios que se reveló en la historia y en el lenguaje humano, que recibamos tal revelación para no ser víctimas de la tirana tradición. Así cómo el matrimonio es una institución de Dios, el lenguaje también lo es y el Único y Sabio Dios si es capaz de hacernos saber quién es él con palabras claras y precisas que no dejan lugar a una Deidad velada en el misterio.

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