Del ADN a Dios: la conversión intelectual de Antony Flew
El debate sobre la existencia de Dios constituye una de las disputas más ásperas y duraderas de la historia de la filosofía. Pero seguramente uno de los hitos más significativos en esa larga historia ha sido el brusco y reciente cambio de postura del filósofo inglés Antony Flew que fue, durante más de medio siglo, uno de los más vehementes ateos del mundo.
Durante más de cinco décadas escribió libros y debatió con conocidos pensadores creyentes, entre otros con el célebre apologista cristiano C. S. Lewis. Algunos de sus debates tuvieron audiencias multitudinarias. Pero en el último, celebrado en la Universidad de Nueva York en 2004, Flew anunció, ante la sorpresa de todos, que ahora aceptaba la existencia de Dios. Aunque se considera deísta –sin haber abrazado ninguna religión en particular– dice sentirse especialmente impresionado por el testimonio del cristianismo.
En su libro There is a God. How the world’s most notorious atheist changes his mind (Nueva York: Harper One, 2007), Flew no sólo desarrolla sus propios argumentos sobre la existencia de Dios, sino que argumenta frente a los puntos de vista de importantes científicos y filósofos acerca de la cuestión de Dios. En su investigación, examina el auge y la caída de la escuela filosófica del positivismo lógico, la crítica de David Hume al principio de causalidad y los argumentos de importantes científicos como Richard Dawkins, Paul Davies y Stephen Hawking. También se fija en el pensamiento de Einstein sobre Dios, pues Albert Einstein, frente a lo que afirman ateos como Dawkins, fue claramente creyente.
De la mano de la ciencia
Para valorar el significado de la conversión intelectual de Flew, resulta útil considerar la amplitud de sus escritos como uno de los grandes sacerdotes del ateísmo filosófico. Comenzó con la publicación de God and Philosophy en 1966, considerada un clásico de la filosofía de la religión. En 1976 publicó The Presumption of Atheism, que fue reeditada como God, Freedom and Immortality en 1984 en EE. UU. Entre otras publicaciones posteriores, destacan obras como Hume’s Philosophy of Belief, Darwinian Evolution o The Logic of Mortality.
¿Por qué ha cambiado Flew su parecer? La principal razón, dice, nace de las recientes investigaciones científicas sobre el origen de la vida que, según explica Flew, muestran la existencia de una “inteligencia creadora”. Como dijo en el simposio de 2004, su cambio de postura fue debido “casi enteramente a las investigaciones sobre el ADN”: “Lo que creo que el ADN ha demostrado, debido a la increíble complejidad de los mecanismos que son necesarios para generar vida, es que tiene que haber participado una inteligencia superior en el funcionamiento unitario de elementos extraordinariamente diferentes entre sí. Es la enorme complejidad del gran número de elementos que participan en este proceso y la enorme sutileza de los modos que hacen posible que trabajen juntos. Esa gran complejidad de los mecanismos que se dan en el origen de la vida es lo que me llevó a pensar en la participación de una inteligencia”.
Atención a la naturaleza
Flew rechaza la teoría de Richard Dawkins de que el llamado “gen egoísta” es el responsable de la vida humana, algo que califica de “ejercicio supremo de mixtificación popular”. “Los genes, por supuesto, ni pueden ser egoístas ni no egoístas, de igual modo que cualquier otra entidad no consciente no puede ni entrar en competencia con otra ni hacer elecciones”.
Volviendo sobre su itinerario intelectual, señala: “Ahora creo que el universo fue fundado por una Inteligencia infinita y que las intrincadas leyes del universo ponen de manifiesto lo que los científicos han llamado la Mente de Dios. Creo que la vida y la reproducción se originaron en una fuente divina.
¿Por qué sostengo esto, después de haber defendido el ateísmo durante más de medio siglo? La sencilla respuesta es que esa es la imagen del mundo, tal como yo la veo, que emerge de la ciencia moderna. La ciencia destaca tres dimensiones de la naturaleza que apuntan a Dios. La primera es el hecho de que la naturaleza obedece leyes. La segunda, la existencia de la vida, organizada de manera inteligente y dotada de propósito, que se originó a partir de la materia. La tercera es la mera existencia de la naturaleza. Pero en este recorrido no me ha guiado solamente la ciencia. También me ayudó el estudio renovado de los argumentos filosóficos clásicos. “Mi salida del ateísmo no fue provocada por ningún fenómeno nuevo ni por un argumento particular. En realidad, en las dos últimas décadas todo el marco de mi pensamiento se ha trastocado. Esto fue consecuencia de mi permanente valoración de las pruebas de la naturaleza. Cuando finalmente reconocí la existencia de Dios no fue por un cambio de paradigma, porque mi paradigma permanece”.
Flew señala que es, sobre todo, un filósofo que aplica el razonamiento filosófico a los hallazgos científicos. Como Einstein, lamenta que muchos científicos (como Dawkins) resulten malos filósofos. Al tiempo, subraya que sus puntos de vista se sustentan en la razón, no en la fe. Sin embargo ahora se muestra más abierto a los argumentos en favor de Dios de las religiones reveladas.
Comentario. El embuste que se ha hecho dogma común en nuestra cultura neopagana y anticristiana es ese que dice que ninguna persona inteligente y de riguroso pensamiento científico puede creer en la existencia de un Dios. Anthony Flew es una persona que prueba la seriedad de ese error.
Tengo que contraponer el hecho que, hasta lo que tengo entendido, el profesor Flew no es un creyente teísta - judío, cristiano, o musulmán. La posición de este letrado se le puede catalogar de "deísta." Sin embargo, considero al deísmo como el patio exterior del templo del teísmo, de la aceptación intelectual del monoteísmo judeo-cristiano. Un deísta tiene más en común con un teísta que con un ateo.
Todavía tengo que leer la explicación que el profesor Flew dió para cambiar su parecer tan radicalmente pero les aseguro que tengo su libro en fila para leer. Entre tanto, la "conversión" de Flew dará qué pensar a los ateos dogmáticos cuyas prédicas hemos estado escuchando demasiado en los últimos años.
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