miércoles, 3 de febrero de 2010

La Profecía y El Canon Cerrado

John MacArthur

No hay ninguna revelación más fresca o más íntima que la Escritura. Dios no necesita darnos la revelación privada que nos ayude en nuestro caminar con El. “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16 - 17; énfasis nuestro). La Escritura es suficiente. Ofrece todo lo necesario para toda buena obra.
Los cristianos de ambos lados de la valla carismática deben darse cuenta de una verdad fundamental: la revelación de Dios es completa, por ahora. El canon de las Escrituras está cerrado.
Cuando el apóstol Juan escribió las palabras finales del último libro del Nuevo Testamento, grabó esta advertencia: “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.” (Apocalipsis . 22:18-19). Entonces, el Espíritu Santo añade una doxología y cerró el canon.

Cuando el canon fue cerrado en el Antiguo Testamento después del tiempo de Esdras y Nehemías, siguieron cuatrocientos “años de silencio” cuando no hubo ningún profeta hablar revelación de Dios en ninguna forma.
Ese silencio fue roto por Juan el Bautista al hablar Dios una vez más antes de la era del Nuevo Testamento. Dios, luego movió a varios hombres a registrar los libros del Nuevo Testamento, y el último de ellos fue Apocalipsis. En el siglo II dC, el canon completo tal y como lo tenemos hoy fue reconocido. Los Concilios de la Iglesia en el siglo IV verificaron e hicieron oficial lo que la iglesia ha afirmado universalmente, que los sesenta y seis libros en nuestras Biblias son la única verdadera Escritura inspirada por Dios. El canon está completo.

¿Cómo Fue Elegido y Cerrado El Canon Bíblico?
Judas 3 es un pasaje crucial sobre la unidad de nuestras Biblias. Esta declaración, escrita por Judas antes de que el Nuevo Testamento fuese completo, sin embargo, esperaba a la finalización de todo el canon:
Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos (Judas 3)
En el texto griego el artículo definido antes de “fe” indica a la sola y única fe: “la fe”. No hay otra. Tales pasajes como Gálatas 1:23 (“Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe”) y 1 Timoteo 4:1 ( “En los postreros tiempos algunos apostatarán de la”) indica que el uso objetivo de la expresión “la fe” era común en los tiempos apostólicos. Henry Alford el filósofo griego escribió que la fe es “objetiva en este caso: la suma de lo que creen los cristianos” [Alford's Greek Testament, 4:530].


Tenga en cuenta también la frase crucial “una vez dada” en Judas 3. La palabra griega aquí eshapax, que se refiere a algo hecho por todo el tiempo, con resultados duraderos, no necesita repetición. Nada hay que añadir a la fe que ha sido entregado “una vez”.
George Lawlor, quien ha escrito una excelente obra sobre Judas, hizo el siguiente comentario:
La fe cristiana es inmutable, lo cual no quiere decir que los hombres y mujeres de cada generación no necesiten encontrarla, experimentarla, y vivirla, pero sí significa que cada nueva doctrina que surge, a pesar de que su legitimidad pueda ser afirmada verosímilmente, es una doctrina falsa. Todos las afirmaciones para comunicar alguna revelación adicional a la que ha sido dada por Dios en este cuerpo de verdad son afirmaciones falsas y deben ser rechazadas.(Judas 45).
También importante en Judas 3 es la palabra “dada”. En el griego es un participio pasivo aoristo, que en este contexto, indica un acto cumplido en el pasado con ningún elemento de continuidad. En este caso la voz pasiva: la fe no fue descubierto por los hombres, sino dada a los hombres por Dios.¿Cómo pudo El hacer eso? A través de Su Palabra - la Biblia.
Y así, a través de la Escrituras es que Dios nos ha dado un cuerpo de enseñanza que es definitiva y completa. Nuestra fe cristiana se apoya en la revelación histórica y objetiva. Eso excluye todas las profecías inspiradas, videntes y otras formas de nueva revelación hasta que Dios hable de nuevo en el regreso de Cristo (cf. Hch 2:16-21; Apocalipsis 11:1-13).

Mientras tanto, la Escritura nos advierte que tengamos cuidado con los falsos profetas. Jesús dijo que en nuestra época “falsos Cristos y falsos profetas, harán grandes señales y prodigios, para engañar, si es posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:24). Señales y prodigios solamente no son prueba de que una persona habla en nombre de Dios. Juan escribió: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Juan 4:1).
En última instancia, la Escritura es la prueba de todo, es la norma del cristiano. De hecho, la palabra canon significa “regla, norma o vara de medir”. El canon de las Escrituras es la vara de medir de la fe cristiana, y está completa.
Desde el tiempo de los apóstoles hasta el presente, la verdadera Iglesia siempre ha creído que la Biblia está completa. Dios ha dado a Su revelación, y ahora la Escritura está completa. Dios ha hablado. Lo que El dio es completo, eficaz, suficiente, infalible, inerrante y autoritativo. Los intentos de agregar a la Biblia, y las afirmaciones de más revelación de Dios siempre han sido característicos de los herejes y sectarios, y no del verdadero pueblo de Dios.
Aunque los carismáticos niegan que ellos están tratando de añadir a la Escritura, sus opiniones sobre la profecía, el don de profecía y la revelación realmente hacen esto. A medida que se añade - aunque involuntariamente - a la revelación final de Dios, se socava la singularidad y la autoridad de la Biblia. Nueva revelación, los sueños y las visiones son considerados como ataduras sobre la conciencia de los creyentes como el libro de Romanos o el evangelio de Juan dice.

Algunos carismáticos dirían que las personas no entienden lo que ellos quieren decir por profecía y revelación. Ellos dirían que no se esta haciendo ninguna cosa para cambiar las Escrituras o incluso igualarla. Lo que está pasando, asumen, es aclarando la Escritura tal y como se aplica o se dirige a un entorno contemporáneo, como la profecía de Agabo en Hechos 11:28.
La línea entre aclarar la Escritura y agregarle algo a ella es de hecho muy delgada. Pero la Escritura no se aclara por escuchar a alguien que piensa que tiene el don de profecía.. La Escritura se aclara al ser estudiada cuidadosamente y con diligencia. No hay atajos para interpretar la palabra de Dios con precisión (cf. Hechos 17:11, 2 Tim. 2:15).

Los cristianos no deben jugar rápido y libremente con los temas de la inspiración y la revelación. Una comprensión exacta de las doctrinas es esencial para distinguir entre la voz de Dios y la voz humana. Los hombres que profesaban hablar por Dios, pero que hablaban sus propias opiniones debían ser ejecutados bajo la ley del Antiguo Testamento (Deuteronomio 13:1-5). Los creyentes del Nuevo Testamento son también instados a poner a prueba los espíritus y juzgar todas las supuestas profecías, evitando los falsos profetas y los herejes (1 Juan 4:1, 1 Cor. 14:29).

El Espíritu Santo está obrando poderosamente en la iglesia de hoy, pero no de la manera en que la mayoría de los carismáticos piensan. El papel del Espíritu Santo es capacitarnos para predicar, enseñar, escribir, hablar, testificar, pensar, servir y vivir. Él nos conduce a la verdad de Dios y nos dirige a la voluntad de Dios para nuestras vidas. Pero lo hace a través de la Palabra de Dios, nunca separado de ella. Referirse a la dirección del Espíritu Santo y la autonomía del ministerio como fuente de inspiración o revelación es un error. Utilizar frases tales como “Dios me habló”, o “Esto no fue idea mía, el Señor me la dio”, o “Estas no son mis palabras, sino un mensaje que he recibido del Señor” confunden la cuestión de la dirección del Espíritu en la vida de los creyentes hoy.
Invitar a este tipo de confusión, hace caer en el juego erróneo que niega la singularidad y la autoridad absoluta de la Escritura. Los términos y conceptos de Efesios 5:18-19 y 2 Pedro 1:21 no deben ser mezclados. Ser lleno del Espíritu y hablar entre vosotros con salmos e himnos no es lo mismo que ser movido por el Espíritu Santo para inspirar escribir la Escritura.

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