Ya no estamos bajo la ley, de manera que las contribuciones ya no son obligatorias.
Nuestra Respuesta: Aún si algunos de nosotros ya no nos sentimos obligados a contribuir, debiéramos escoger dar a partir de nuestro interés por nuestras familias, nuestras comunidades y nuestra nación.
El mundo terminará pronto, así es que no hay caso en tratar de revivirlo.
Nuestra Respuesta: Jesús nunca nos dijo que esperáramos pasivamente Su regreso. De hecho, Él dijo, “ni aun los ángeles de los cielos” saben cuándo el mundo habrá de terminar (Mat. 24:36), y que debiéramos “negociar entre tanto que [Él viene].” (Luc. 19:13)
Si está en el plan de Dios, Él no necesitará mi ayuda para hacer que suceda.
Nuestra Respuesta: Dios no opera en un vacío. Cuando hay un trabajo importante que ha de hacerse, Dios llama a personas valientes y dedicadas para enfrentar el reto. Nosotros somos ahora el pueblo que Dios está llamando.
Todo mi dinero va para sostener mi familia, y el resto es devorado por los impuestos.
Nuestra Respuesta: Nuestra primera responsabilidad financiera es hacia Dios: “Las primicias de los primeros frutos de tu tierra traerás a la casa de Jehová tu Dios”. (Ex. 23:19)
Doy cuando el Espíritu Santo me mueve.
Nuestra Respuesta: El diezmar efectivo brota, no del impulso o la emoción, sino de un plan de dar sistemático y consistente.
Doy para sacar provecho de la prosperidad que Dios ha reservado para mí.
Nuestra Respuesta: Dios no es una especie de máquina traga moneda que recompensa con grandes premios a los donantes generosos. Los grandes cheques que se escriben en anticipación de alguna recompensa egoísta generalmente son impulsivos y esporádicos, y a menudo van a ministerios corruptos que viven a costa de la codicia y credulidad de sus seguidores.
Prefiero una sociedad multi-cultural, no una especie de estado-policía religioso.
Nuestra Respuesta: Los Cristianos son los oprimidos, no los opresores. En la sociedad de hoy somos sistemáticamente despreciados, discriminados y excluidos. Solo sobre la base de la imparcialidad, los cristianos necesitan levantar la voz para hablar por sí mismos.
Las ofrendas son el reconocimiento tangible de la soberanía de Dios y Su Señorío en nuestras vidas: Esa es la razón por la cual “honramos” al Señor cuando le damos de nuestros bienes (Prov. 3:9). No hay forma más significativa en la que le rindamos a Él homenaje. Por lo tanto, es de suma importancia que descartemos las excusas falsas e hipócritas, y que le rindamos a Él todo lo que le es debido.
Tomado de “Contra-Mundum” Nº9, Otoño 1993
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