viernes, 27 de marzo de 2009

La teologia insana de los prosperos

EL dios PAGANO DE LOS NEO-CARISMATICOS

Las religiones paganas tienen una forma típica de aproximar al hombre a Dios. Lo hacen reduciendo a Dios a un nivel casi humano y, por otro lado, exaltan al hombre a una condición divina. La mitología, antigua o moderna, invariablemente rebaja a Dios a menos de lo que es y eleva al hombre a más de lo que es.

Para griegos y romanos, Zeus era el rey de los dioses. Era similar a un hombre grande y poderoso, sin ser infinito ni omnisciente. Zeus podía ser engañado. Estos dioses desplegaban todas las flaquezas de la naturaleza humana: celos, codicia y riñas entre ellos.

En la típica mitología pagana, algunos dioses previamente fueron humanos que lograron su deificación gracias al favor de un dios o luego de haber bebido la ambrosía, el elixir divino. Algunos humanos fueron inmortalizados al ser transformados en constelaciones estelares, luego de su muerte.

El apóstol Pablo se refiere a este proceso de reducción-exaltación en Romanos 1:22-23:

Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.

En la revelación cristiana, al contrario de la pagana, Dios y el hombre se acercan en una relación que los deja intactos a ambos. En la doctrina cristiana, el punto de encuentro entre Dios y el hombre es una justicia mutua, la de Cristo, acreditada al creyente por medio de la fe en Jesús (Romanos 3 y 4). No se da ningún cambio en la calidad existencial ni en la esencia de Dios o del hombre.

En el evangelio, Dios es siempre el ser soberano, infinito y todopoderoso, como lo describen las Escrituras. Y el hombre permanece como el ser creado y dependiente.

En el capítulo anterior, vimos cómo los maestros de la Palabra de fe carecen de un concepto claro acerca de la soberanía de Dios. Esto por sí solo no es letal. Después de todo, la soberanía de Dios y la voluntad del hombre  son temas que han intrigado a los teólogos a través de los siglos. Sin embargo, el error va mucho más allá, como se revela en lo que sigue.

Kenneth Copeland describe a Dios como:

Un ser que mide alrededor de un metro noventa o uno noventa y cinco, y pesa unos cien kilogramos o algo más, con un palmo de unos veintitrés centímetros.[1]

No es de admirarse que Copeland y sus seguidores tengan dificultad con la soberanía de Dios. Su “dios” es demasiado pequeño para ser soberano.

Copeland supera a los antiguos griegos, al igualar al hombre con Dios. Al referirse a la creación del hombre, Copeland añade:

Dios y Adán eran exactamente iguales.[2]

Ni siquiera Zeus era exacto al ser humano.

¿Tiene Dios un cuerpo?

En teología, se llama antropomorfismo a la noción de que Dios posee cuerpo. Este vocablo proviene de dos términos griegos: antropos (hombre) y morfos (forma). Existe una amplia gama de antropomorfismos que van desde la idea de que Dios tiene un cuerpo espiritual con forma humana, hasta la creencia mormona de un cuerpo material.

Todos los “maestros de la fe” se atienen a algún tipo de antropomorfismo, aunque difieran entre ellos. Por ejemplo, Hinn no endosa las perspectivas de Copeland, aunque su propio pensamiento es fuertemente antropomórfico.

¿Saben ustedes que el Espíritu Santo tiene un alma y un cuerpo aparte del cuerpo de Jesús y del Padre? ... que Dios Padre es una individualidad separada del Hijo y del Espíritu Santo y que Dios es Trino y camina en un cuerpo espiritual que tiene cabello ... ojos ... boca ... manos.[3]

Aunque el concepto de Hinn sobre la Trinidad con cuerpos espirituales se aleja de la doctrina bíblica, quizá se encuentre progresando teológicamente a tropezones.

El peligro del antropomorfismo es que se dirige a la negación de los tres principales atributos de Dios: Todopoderoso (Omnipotente), Omnisciente e infinito (Omnipresente). Los eruditos llaman a estas cualidades atributos incomunicables, porque siendo nosotros criaturas finitas no las tenemos en común con Dios.

Sea cual fuere la naturaleza de un cuerpo, física o espiritual, este no puede poseer ninguna de esas tres cualidades. El cuerpo, por definición, es limitado. Si Dios tiene cuerpo no puede ser infinito. De no ser infinito, tampoco es omnipresente, etc.

Si Dios posee un cuerpo, incluso uno espiritual de gran tamaño, comparado con el infinito, sería infinitamente pequeño. Jamás he conocido un antropomorfista que acepte que Dios sea infinitamente pequeño. No se pronuncian sobre esta contradicción.

Pequeños dioses     

Si reducir a Dios al tamaño de un ser humano grande es un desastre teológico, igualmente serio es magnificar al hombre al nivel de un pequeño dios.[4]

Earl Paulk se une a Copeland y aclara:

Adán y Eva fueron puestos en el mundo como una semilla de la expresión de Dios. Tal como los perros procrean perritos y los gatos gatitos, así Dios tiene diocesitos y, hasta que comprendamos que somos pequeños dioses, no podremos manifestar el Reino de Dios.[5]

Es decir que en la línea conceptual de la Palabra de fe, el haber sido creados a la imagen de Dios, implica que somos duplicados de Dios. ¿Será que estos maestros también confunden la diferencia entre un espejo y el hombre que en él se mira?

Cuando me afeito en la mañana, ¿miro en el espejo mi piel con espuma de afeitar? No realmente. Lo que veo es vidrio pulido que me refleja. El espejo no sangra si me corto con la navaja.

Esta noción de igualdad entre Dios y el hombre no se origina en Copeland o Paulk. Su mentor, Kenneth Hagin, ya enseñaba que:

El hombre fue creado en términos de igualdad con Dios, y es capaz de pararse en la presencia de Dios sin ninguna conciencia de inferioridad. Dios nos ha hecho tan similares a Él como fue posible. Nos hizo el mismo tipo de ser que Él es y el hombre vivía en Su reino. El hombre vivía en los mismos términos que vive Dios. Se llama cristiano al creyente y eso es lo que somos: ¡somos Cristo![6]

Aquí Hagin no se esfuerza en definir a Dios. Es innecesario hacerlo. Si Adán entraba a la presencia divina en iguales términos, sin ningún sentido de inferioridad, esto ya revela el concepto que Hagin tiene sobre la esencia y ser de Dios.

La Biblia, por supuesto, no enseña nada de esto. En el Génesis vemos que Dios caminaba en el jardín en comunión con Adán. ¿Es esto suficiente para sugerir que Adán y Dios eran iguales? ¡Claro que no! Si Adán hubiera sido igual, ¿por qué habría tratado de esconderse de Dios, luego de haber pecado? Hubiera podido crear su propio universo y escaparse.

De vuelta al jardín

Volvamos al jardín de Edén y veamos dónde descansa la verdad. Génesis nunca deifica a Adán. ¿Cómo se puede restaurar algo que nunca existió primeramente? Si es que Adán tenía algún tipo de deidad, ¿por qué se habría Satanás molestado en ofrecerles a Adán y Eva, que llegarían a ser como “dioses”? Eva le habría replicado: “No, gracias, ya lo somos.”

Sí, existe una promesa en la Biblia de que podemos llegar a “ser como dioses.” Pero, nótese quién hace dicha promesa: ¡el mismo Satanás! Y continúa ofreciendo su vana promesa hoy en día.

Pero el Señor Dios dice:

... antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí (Isaías 43:10).

Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí (Isaías 45:5).

En la mitología de la Palabra de fe, Adán perdió sus privilegios y condición de dios. El hombre los recupera por medio de su conversión a Cristo. Así lo explica Benny Hinn:

Los cristianos son pequeños mesías. Los cristianos son pequeños dioses.[7]

En caso de asumir que Hinn habla figuradamente, léanse con cuidado las siguientes citas:

¿Eres  hijo de Dios? ¡Entonces eres divino! ¿Eres hijo de Dios? ¡Entonces no eres humano![8]

Yo soy un pequeño mesías caminando por la tierra ... Tú eres un pequeño dios sobre la tierra.[9] Los cristianos son pequeños mesías y pequeños dioses.[10]

Parece que estos maestros no dicen que todos los seres humanos son dioses. Solo los cristianos son dioses.  Copeland afirma:

Cada cristiano es un dios. No es que tengas a Dios dentro de ti, tú eres uno.[11]

Antes de Copeland, su mentor Kenneth Hagin enseñaba:

Tú eres tan encarnación de Dios como lo fue Jesucristo ... el creyente es tan encarnación como lo fue Jesús de Nazaret.[12]

Copeland imita:

Jesús no es más el Unigénito Hijo de Dios.[13]

Copeland le resta importancia al término “unigénito” de Juan 3:16. Esta palabra hace una diferenciación entre la calidad de Hijo, de Jesús, y la nuestra como hijos de Dios.

Somos hijos adoptivos (Romanos 8). Jesús no fue nunca adoptado, porque Él es parte de la Trinidad desde la eternidad. Aplicar la palabra “encarnación” a un mero ser humano, bordea la blasfemia.

Paul Crouch y Trinity Broadcasting Network

El canal TBN es la mayor red religiosa de la televisión, en la historia. Su fundador Paul Crouch es amigo cercano de Hagin, Copeland, Hinn y los demás maestros de la Palabra de fe. Crouch exclama:

Los cristianos son pequeños dioses.[14]

Dios no hace distinción entre Él y nosotros. Dios abre la unión con la Deidad [con la Trinidad] y nos la trae a nosotros.[15]

Declarar que no existe distinción entre Dios y nosotros es sumamente radical. Si Crouch se refiere al Dios de la Biblia, su conclusión debería ser que los cristianos son omnipresentes, omniscientes, todopoderosos y perfectos. Eso, o se está refiriendo a algún otro dios.

En la Biblia, nuestra unión con Cristo es por medio de la entrada del Espíritu Santo a morar en nosotros y por la imputación de la Justicia de Cristo. “Unión” no significa “deificación.”

Podríamos pensar que Crouch y los suyos vacilarían al hacer tales proclamas en un canal público de televisión. Deben haber sabido que iban a levantar críticas. ¿Cuál fue su reacción a estas críticas?

¿Saben qué otra cosa queda asegurada esta noche? El clamor, protesta y controversia, engendrada por el diablo, tratando de traer disensión en el cuerpo de Cristo, acerca de que somos dioses. Yo soy un pequeño dios. Llevo su nombre. Soy uno con Él. Estoy en una relación de pacto. Soy un pequeño dios. ¡Fuera, críticos![16]

Crouch cree que el diablo está detrás de la crítica que han levantado él y sus amigos al declararse dioses. Los críticos deben callar. En la mente de Crouch, lo que él proclama es verdad obvia.

Su queja no silenció a los críticos. Cinco años más tarde, Crouch nuevamente los ataca:

Creo que están condenados al infierno y no creo que exista ninguna redención para ellos, los cazadores de herejías, que quieren encontrar alguna pequeña paja de doctrina ilegal en el ojo de algunos cristianos y sacarla de sus ojos, cuando tienen todo el bosque en  sus propias vidas y en sus propios ojos. Yo les digo: ¡Al diablo todos ustedes! ... ¡Oh, aleluya! Fuera del camino de Dios, dejen de obstaculizar los puentes de Dios. O Dios les destrozará a ustedes, si no ¡lo hago yo mismo![17]

Aparentemente es una “pequeña paja” aquello de redefinir al Dios cristiano. Aquellos que no concuerdan son maldecidos, sin ninguna esperanza de redención. Merecen que Dios los aniquile.

Defendiendo a sus amigos de la Palabra de fe, Crouch continúa:

... si quieren criticar a Ken Copeland por su prédica de la fe o a Papa Hagin, ¡Fuera de mi vida! ¡No quiero ni siquiera escucharles o hablarles! ¡No quiero ver sus feas caras! ¡Fuera de mi vista, en el nombre de Jesús![18]

Es comprensible que en un estallido de frustración, digamos cosas de las que luego nos arrepentiremos. Todos ofendemos de muchas maneras. A la fecha, no ha habido expresiones de arrepentimiento, ni de Crouch ni de sus amigos, ni una mínima retractación de esas enseñanzas.

En el paganismo se da una progresión. Primero, el humano es como dios. Segundo, parcialmente dios. Tercero, un dios. Al final del proceso piensa que es Dios mismo.

Los maestros del Movimiento de la prosperidad no han llegado a esta última fase. Ninguno de ellos ha sugerido nunca que ellos mismos sean Dios. Han estado cerca, sin embargo, al pretender una unión tan íntima con Cristo que la demarcación entre ellos y Cristo se borra.

Por unión con Cristo, ellos entienden una mezcla de esencias divinas, no únicamente una relación personal. Benny Hinn declara:

Cuando estoy en Cristo, soy uno con Él, unido a Él; un espíritu con Él. No soy, escúchenme bien, ¡NO SOY PARTE DE ÉL, SOY ÉL! ¡EL VERBO SE HA HECHO CARNE EN MÍ! Cuando mi mano toca a alguien, es la mano de Jesús tocando a ese alguien.[19]

¡Yo [Jesús] les amé lo suficiente para hacerme uno de ustedes! ¡Y les amé lo suficiente para hacerles Yo mismo![20]

Desearíamos que Hinn estuviera hablando de manera figurada, pero no es así. Él confunde la relación con Cristo con una mezcla de esencia divina. Hinn añade:

¿Están preparados para una verdadera revelación? Ustedes son dios.[21]

Tal vez, Hinn haya querido decir: “Ustedes son un dios.” Ojalá que no hubiera estado en ese momento acercándose a la fase final del paganismo.

¿Qué piensa Dios acerca de esto?

El primero de los Diez Mandamientos revela lo que el verdadero Dios piensa acerca de su humanización:

Yo soy Jehová tu Dios … no tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni abajo… (Éxodo 20:1-4).

En conjunto, estos dos mandamientos nos dicen que no tenemos autoridad para definir a Dios en ningún otro término de los que claramente se nos ha revelado. Hacerlo es idolatría.

¿Tenemos derecho a una propia opinión personal acerca de lo que es Dios? NO. Por medio de la declaración Yo soy Jehová tu Dios, el Señor se reserva el derecho de definirse a sí mismo y, al hacerlo, anula las opiniones personales y definiciones humanas. Él se define claramente a través de la creación, su Palabra y por medio de Cristo. Toda opinión que contradiga esto, constituye idolatría.

La manera más fácil de inventar otro dios es con nuestra imaginación. Moralmente hablando, poco importa si nos hacemos un ídolo de madera, de piedra o dentro de la mente. Cuando suponemos que Dios es cualquier cosa que deseamos que sea, somos idólatras.

La idolatría es algo tremendamente serio; posiblemente por esa razón sea que estos mandamientos encabezan la lista. La peor forma de idolatría es hacernos un dios a nuestra propia imagen y luego adorarlo. Esto es exactamente lo que los maestros de la fe han hecho. Están quebrantando los Diez Mandamientos.

Conclusiones

Parece ser que los maestros de la Palabra de fe han tomado la ruta pagana, al acercar al hombre a Dios. Su dios no es ni siquiera de la talla de Zeus.

A veces los niños o los recién convertidos tienen una idea humanística de Dios. Pueden visualizarlo como un enorme abuelo celestial sentado en su trono. Aunque esa imaginería no es la apropiada, tampoco es peligrosa para esas personas inocentes y suele desaparecer a medida que el cristiano madura.

Si pensáramos que estos maestros de la Palabra de fe fueran meramente inmaduros en su doctrina de Dios, estaríamos menos alarmados. Pero no es el caso. Por tres décadas han hecho desfilar sus enseñanzas a la vista de todos.

Los eruditos en Biblia han tratado de razonar con ellos. Se han escrito y editado libros que refutan sus doctrinas paganas. Pero ellos han ignorado cada censura, han rechazado toda corrección, han menospreciado la sana erudición y han maldecido a aquellos que han tratado de ayudarles.

¿Hay algo peor que dar culto a un dios falso? Posiblemente sí lo haya. Sería que la persona se imagine ella misma ser un dios. Los maestros de la Palabra de fe hacen ambas cosas.

Así que, cuídense de beber de la fuente de esas enseñanzas. La bebida que le ofrecen no es  ambrosía. No les transformará en Dios. Pero sí es un veneno mortal.

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