La Iglesia Cristiana NO es el reino
por Mario A. Olcese
La teología Católico-Romana enseña que la Iglesia es el Reino de Dios. San Agustín desarrolló esta teología hace 16 siglos atrás. Antes de ese tiempo, entre los siglos I al III D.C, nada se sabía de un ”basilea-eclessia” (reino-iglesia) como es presentado por el romanismo amilenialista. Sin embargo, es verdad que la iglesia tiene que ver con ese reino bíblico, pues ella está llamada a heredarlo (Mateo 25:31,34; Lucas 12:32).
Confundir el reino con la iglesia, como expresiones sinónimas, es un error garrafal o colosal. Si el reino es algo que heredará la iglesia, ¿Cómo puede ser la iglesia la herencia misma? Esta es una pregunta lógica e inevitable, la cual, hasta un niño la puede formular fácilmente. También se ha pasado por alto el hecho de que “carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1 Corintios 15:50).
Este segundo punto es importante. El hombre mortal no puede heredar el reino bíblico, pues necesita primero ser “transformado”, cuando se haga realidad la segunda venida de Cristo en persona (1 Corintios 15:52). Esto hace imposible que la iglesia, compuesta por mortales, sea el reino de Jesucristo.
Autoridad Sobre Las Naciones
La iglesia está llamada a conformar el reino glorioso de Cristo para ejercer su autoridad sobre las naciones de la tierra. La Parábola de la Diez Minas explica claramente este punto, al señalar que los fieles creyentes tendrán puestos de autoridad en el gobierno mundial de Cristo. Léalo en Lucas 19:11-27 y Apocalipsis 2:26.
Nótese que dice: “autoridad sobre las naciones o países”, lo que significa que el mundo estará dominado también por los cristianos fieles, cuando el reino de Cristo se establezca en la “parousía” o venida del Rey de reyes desde el cielo. Los últimos serán los primeros, y los primeros vendrán a ser últimos.
Ya el profeta Isaías (32:1) había predicho de que habría un justo que reine con sus príncipes en el reino de Dios. Dice así el texto: “He aquí que para justicia reinará un rey, y príncipes presidirán en juicio”. Y en el Salmo 122;5 se predijo que en Jerusalén estarán los tronos de su casa o reino: “Porque allá (Jerusalén) están las sillas del juicio, los tronos de la casa de David”.
Sí, la sede del reino estará en la tierra, y los santos ejercerán mundialmente su autoridad y poder con Jesucristo, el rey del reino. Es claro, entonces, que el hombre de hoy tiene la oportunidad de participar como un protagonista dentro del futuro reino o gobierno mundial de Cristo. Ahora nuestra vida tiene realmente un propósito trazado por Dios desde los albores de los tiempos. Por eso, el retorno de Cristo es la bendita esperanza de todos los Cristianos mesiánicos (Tito 2:13, 2 tesalonicenses 2:16).
Los que no tienen a Cristo y su evangelio en el corazón, viven desesperados y frustrados por la falta de un horizonte claro y de esperanza para sus vidas y la de sus hijos ( 1 Tesalonicenses 4:13; Efesios 2:12) .
Definitivamente cualquier hombre que no conoce este mensaje o evangelio del reino vivirá el momento pensando que la vida es una y que hay que “vivirla al máximo”, gozando de todos los placeres que este mundo ofrece. Estos hombres se vuelven hedonistas, creyendo que satisfaciendo todos los deseos de su carne, y de sus ojos, serán realmente felices. Pero todos sabemos que los ricos también lloran, sufren, se deprimen, se emborrachan, se drogan, y se suicidan.
Y es que tampoco las cosas materiales dan la felicidad y el gozo verdaderos. Ya lo dijo Jesús que “la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lucas 12:15). Realmente los hombres más felices son aquellos de fe, y de rectitud de carácter, pues sus conciencias están tranquilas y satisfechas por el bien hacer en el nombre de Jesús.
El Nuevo Nacimiento y el Reino de Dios
A Nicodemo, un fariseo de renombre, Jesús le dijo: “ De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede entrar acaso por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va, así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan 3:3-8).
Aquí Jesús está dando la clave para poder ver e ingresar en su reino milenario en la tierra de la era venidera. Aquí Jesús dice que se debe “nacer de agua y del espíritu”. ¿Qué significa eso exactamente? La mayoría de cristianos ignora el significado de esta revelación de Jesucristo, pues no se les ha estimulado a reexaminar sus creencias a la luz de las Santas Escrituras, la Biblia.
Pues bien, ahora usted tiene la oportunidad de saberlo con verdad. El agua en la Biblia suele tener dos significados básicos: La Palabra de Dios y el Bautismo. Pedro habla de “renacidos por la Palabra de Dios” en 1 Pedro 1:23, donde dice claramente: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre”.
De modo que la Palabra de Dios hace renacer a un convertido, y lo transforma en un hombre nuevo, en un niño en Cristo, el cual será reeducado en los valores de la fe. Y en Juan 15:3 Jesús dice algo interesante: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”. De modo que la palabra de Dios tiene el efecto del agua: limpiar la mugre espiritual, o los pecados. Y Pablo dice que la Palabra de Dios actúa en los creyentes: “Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Tesalonicenses 2:13).
Sí, la palabra de Dios (=el evangelio del reino) actúa en los creyentes para transformarlos en “nuevos hombres” (Romanos 12:2, 2 Corintios 5:17). La segunda connotación del agua es el bautismo. El hombre que cree en Cristo, y en su evangelio del reino, se bautizará en agua para el perdón de sus pecados (1 Pedro 3:20,21; Hechos 2:38).
En Hechos 8:12 tenemos los dos aspectos del agua actuando juntos cuando Felipe bautizó (en agua por inmersión) a aquellos que recibieron creyeron en la palabra del evangelio del reino (o agua espiritual) con fe. Dice así el texto: “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres”.
Por supuesto que después de este bautismo los hombres y mujeres creyentes se llenaron del Espíritu de Dios (Hechos 2:38). Habían nacido del Espíritu Santo por la Palabra del evangelio del reino que es también la espada del Espíritu (Efesios 6:17). Entonces, la palabra del evangelio del reino de Dios hace renacer a muchos hombres “de agua y del espíritu”, para convertirlos en soldados de Cristo, en hombres santos y probos.
Por tanto, al hombre “renacido” se le conoce por sus frutos---¡los del Espíritu Santo!. El hombre nuevo vivirá bajo el Espíritu Santo y ya no bajo “la carne” ( Romanos 8:1-17). El creyente es ahora un hijo de Dios, y heredero de todas las promesas ofrecidas por Dios a un hijo obediente y leal. Tendrá, pues, el derecho de ser un heredero del reino del Padre como un príncipe glorioso al lado de su hermano mayor, el Señor Jesucristo, el Rey del reino de Dios (Apocalipsis 3:21).
También el otro aspecto del “nacimiento del Espíritu” es aquel referido a la “resurrección espiritual” del creyente difunto para heredar el reino venidero milenario. Ya el apóstol Pablo había explicado el hecho de que si poseemos el Espíritu Santo en nosotros por la conversión, entonces Dios nos resucitará por Su Espíritu para heredar el reino. Dice así Pablo: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:11) .
Nótese la importancia de tener el Espíritu de Dios. Sin Él no podremos resucitar para heredar el reino glorioso. De allí la importancia del renacimiento del Espíritu. Se renace con un cuerpo espiritual por el Espíritu que mora en nosotros (1 Corintios 15:42-44).
Luego, al recibir el “renacimiento espiritual” (= la resurrección con cuerpos espirituales), entonces veremos y entraremos en el reino prometido de justicia de la era venidera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario